—¿Cómo conoces a Estella Vanoch?—lo observé bastante confundida.

Una pequeña sonrisa se formó en sus labios.

—Era amante de tu padre—soltó restándole importancia—¿No lo sabías?

Había sido como una bofetada mental, la mejor amiga de mamá con mi padre.

—¿Mamá sabe esto?—lo observé—¿Cómo mierda sabes eso?

Se dió la vuelta y se recostó de la pared.

—Se muchas cosas, Sullivan.

Pasé mis manos por mi rostro, ¿Estella Vanoch y mi padre?. Simplemente era demasiada información.

—¿Quién diablos eres tú?—dije mirando hacia otro lado—Llegas, asesinas a mi padre, me amenazas y luego crees saber más cosas que cualquiera. ¿Qué pretendes?

—Nada de eso, Sullivan—Bajó el tono de su voz—Sólo quiero que entiendas que no todos son buenos, que no soy el único que comete errores y asesina personas.

Asentí con mi cabeza un par de veces, finalmente me senté en el borde de la cama e encendí la pequeña lamparita que se encontraba encima de la mesita de noche.

—¿Quién es Daniela?—la pregunta salió de mi boca antes que pudiera ser procesada por mi cabeza.

Apartó su mirada de la mía y envolvió sus manos en puños. Se notaba como el ambiente había cambiado, ahora estaba tenso e incómodo.

—No te incumbe.

—¿Por qué puedes saber todo sobre mí y yo no puedo saber ni que edad tienes?—repliqué molesta.

Sentía como mi corazón daba pequeños vuelcos discontinuos en mi pecho. Prácticamente Drac sabía absolutamente todo sobre mi, sobre mi vida, cosas que ni siquiera yo sabía.

—Importa una mierda quien es Daniela, importa una mierda mi pasado—se sentó frente a mí mientras no apartaba su vista de al frente—Escucha, no tuve una vida de rosas y chocolates, de padres que me mimaran o la oportunidad de crecer con alguien, siempre fuí distinto a los demás niños, tenía pensamientos que un niño de nueve años no debería pensar, no tenía muchos amigos, creo que ni siquiera tenía un amigo—apretó sus puños haciendo que sus nudillos se volvieran blancos—Entré a prisión a los nueve años, eso es de dominio público. He pasado por tanta mierda que no quiero ensuciarte de ella. Tú eres diferente.

Mi respiración se había vuelto lenta y se me había arrugado el corazón al escuchar sus palabras, su voz sonaba dura, como si guardara mucho odio dentro de el, como si se odiara a sí mismo.

Lentamente me acerqué y envolvi mis brazos alrededor de sus hombros en un abrazo, escondí mi cabeza en el hueco de su pecho sintiendo como su corazón apenas latía.

—No sientas lástima por mí, Sullivan.

El vibrar de su pecho me producía sensaciones extrañas en el estómago, su piel olía exquisita, su aroma era embriagante y me transmitía tanta paz que quería permencer en esa posición para siempre.

—No siento lástima por ti, Drac—levanté mi cabeza en busca de sus ojos—Siento lástima por esas personas que te hicieron tanto daño.

Una pequeña sonrisa se formó en sus labios.

—¿Por qué eres tan buena?—murmuró pasando una mano por mi mejilla—Después de todo lo que te he hecho deberías odiarme, tienes que odiarme, Sullivan.

—Lo se—confesé mientras colocaba una mano encima de la suya—Pero no puedo.

Sus labios buscaron los míos, mi boca se abrió mientras el mantenía mi rostro quieto, las caricias de sus labios sobre los míos lograban que olvidara todo a mi alrededor, lograba hacerme olvidar de mi misma. Su cuerpo quedó encima del mío, mientras sus lengua jugaba con la mía, sus manos acariciaban mi rostro, su boca besó mi cuello provocando un pequeño jadeo de mi parte. El sonido del timbre nos interrumpió, pero eso no hizo que se detuviera, pero el sonido era persistente.

DRAC© [1] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora