Hubieron unos minutos de silencio. Largos para él, cortos para ella.



—¿Te has dado cuenta lo ridícula que se ve la escuela desde aquí?


Bruna frunció el ceño y lo miró, aunque él estuviera pegado en el resto —¿Qué?


—Por allá están esos chicos extraños que sólo hablan de historietas —apuntó al pequeño grupo en un sector —Por allá los que han repetido, y los que aún piensan que tienen suerte con las de primero. Sin ofender —Bruna se rió, Cody la siguió —También los consentidos de la cocinera. Las atractivas o atractivos. Los del montón y ahí está Otto.



La chica siempre había escuchado lo mismo, que Cody no dejaba de hablar cosas sin coherencia. Pero la verdad es que no lo veía así con lo recién dicho. Hasta risa le dio.



—¿Y qué la hace ridícula?
Preguntó ella, realmente ilusionada por lo que él iba a decir.


—Que no se mezclan. Que al parecer prefieren quedarse en pequeños grupos a salir para unirse a otros. No está mal, pero sería divertido ver a un amante de las historietas con una de las atractivas. O los del montón con los que han repetido —la observó y le sonrió —¿Lo ves así como yo?


—Totalmente. Pero... ¿En qué grupo estoy yo?

Cody tragó fuertemente y no la dejó de mirar.
—Diría las atractivas. Pero no con su personalidad, ellas me dan miedo. También te uniría en el montón, porque mucha veces no necesitas llamar la atención. Pero creo que estrías en el mismo grupo que yo.



Bruna no podía dejar de preguntar. Lo que podía confirmar, era que había recibido muy lindas palabras de quien menos esperaba. Cody alegró su recreo.



—¿Cuál es ese?


—Pronto lo sabrás.




*







—¿De nuevo? No, Marlon. Tú tiempo ya se excedió.


Gloria tenía una voz tan cálida, cabello rojizo y unos labios púrpura. Era dulce, la mayoría de las veces. Pero cuando se trataba de las excusas baratas no las soportaba.


—Gloria, entiéndeme. Tengo un yeso, hormonas y un montón de problemas.


Ella rió, apoyándose en su pie izquierdo —Soy tu orientadora, no tu amiga —recalcó. Marlon rodó los ojos; la veía casi siempre en su casa, no la consideraba una profesora —Y tus problemas son tuyos, no míos.



A pesar de que Marlon no mentía sobre todo lo que cargaba, ella no quería caer en lo mismo. Ya tenía treinta. Sabía lidiar con adolescentes caprichosos como el pequeño Marlon. Más si se trataba del hijo de su mejor amiga. Ex estudiante de la escuela.

1990.Where stories live. Discover now