Cromáticas: Herederos de la Tierra; Disco Rojo, prólogo.

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Introducción

Lucien Garnier se miraba en el espejo del pequeño lavabo. Un enrojecimiento comenzaba a manifestarse de una forma clara en su frente, justo encima de su ceja derecha. Ladeó la cabeza y su cara mostró un mohín.

Desde mi lado bueno esto se ve demasiado, pensó. Repasó su cabello y, tras asegurarse de que estaba perfectamente despeinado para favorecerle, salió del lavabo.

El chichón se lo había hecho al golpearse contra la pared, cuando la nave sufrió aquel percance. Había perdido la consciencia y al despertarse lo primero que pensó fue en su imagen y en el concurso.

La nave no tenía gravedad artificial y él estaba flotando en medio del lavabo. Se agarró a uno de los múltiples asideros y se impulsó

Al salir al corredor vio a otra concursante, ahí, flotando; estaba despertando.

—¿Qué coño ha pasado? —preguntó la canadiense Eloïse Leroy, al tiempo que se acariciaba su oreja llena de aros plateados.

A simple vista, Eloïse y Lucien eran dos seres totalmente distintos. Eran seres humanos, claro, pero ahí acababa su igualdad. Uno era un hombre, la otra mujer. El primero era francés, ella canadiense. Lucien era un obseso por su imagen y quería enamorar a través de ella. Eloïse buscaba la rebeldía y la provocación.

Pero sí había otra cosa que tenían en común: ambos eran participantes del Space Big Brother One (SBBO) y querían ganar a toda costa.

—Alguien quiere hacerme la vida imposible —refunfuñó Lucien frunciendo ligeramente el ceño. Después miró hacia una de las cámaras que continuamente estaban grabando y lanzó la mejor de sus sonrisas. Espero que el chichón no se vea en exceso.

—Pues apártate y deja paso a los ganadores —le respondió ella dándole un codazo que le propulsó con lentitud en dirección contraria a la tomada por Eloïse. A través de aquellas asas metálicas se habían acostumbrado a desplazarse por toda la nave.

Lucien la siguió. Ella era una de sus máximas rivales y lo sabía. Lo supo desde el primer momento en que la vio. A pesar de su aspecto de niña descarriada, sus ojos eran los de una persona muy inteligente, y Lucien supo ver eso.

El corredor acababa en lo que era una sala multiusos; servía como comedor, para reuniones, para hablar a la audiencia de la Tierra y para un sinfín de cosas más.

Siendo el interior de una nave dedicada a los viajes espaciales la decoración era lo de menos; las paredes eran metálicas o, en el mejor de los casos, de materiales sintéticos. Todo tenía una función, nada estaba puesto para decorar o alegrar el ambiente.

Ése fue uno de los logros de la dirección del SBBO: que todo pareciera lo que realmente era; una nave espacial. Sin añadidos extraños o decoraciones inadecuadas. Pues temían no ser creíbles; y ya costaba superar las reticencias de algún sector crítico de los medios de comunicación que los acusaban de falso montaje en algún plató de la Tierra.

Los recién llegados a esa sala multiusos se encontraron con otros dos participantes; éstos estaban sentados en sendos sillones y sujetos a éstos mediante unos cinturones cruzados a lo largo del tronco. Lucien y Eloïse también se sentaron en los sillones y se sujetaron de igual modo.

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