—'Cody, detente' —lo imitó, inclinando más al adverso —Te suelto si me pagas la ida a los videojuegos.


—¿Estás loco? Eres buenísimo. No saldrías nunca y me costará una fortuna.






Cody no estaba satisfecho. Había gastado todo lo que tenía en ese trato con Otto, el cual salió bastante bien. Pero ahora necesitaba poder jugar en la cabina de videojuegos. Su récord seguía marcado ahí y no podía dejar ser destronado.
Restando el soporte de su mano, Marlon abrió sus ojos con precaución.






—Dos horas.


Lo empujó más. A punto de "accidentalmente" enyesar la otra pierna.


—¡4 horas! Y nada más.






Cody sonrió y dejó en paz al chico. Acercándose y besando su frente. Era algo así como un niño feliz después de aprender a andar en bicicleta. Sólo que ya grande, en segundo y con bello facial.






—Me pregunto porque tengo amigos así —arregló su chaqueta y miró a Cody con gracia.


—Qué nena, Marlon —Cody y Marlon eran amigos hace más de cinco años. Su relación podía parecer odio aveces, pero siempre terminaba en cariño —Además, sabes que eres afortunado de juntarte conmigo. Todos lo desean.


El de ojos azules bufó —¿Y tú piensas que voy a creer esa enorme mentira?








Cody achinó sus ojos y se quedó serio. Marlon sabía que venía. Sus ojos nuevamente se abrieron con precaución al volver ser empujado por su amigo. Lo único diferente en ese momento es que había público. Bruna estaba frente a ellos sin expresión. Cuando los chicos lo notaron se pusieron derechos y arreglaron el como se veían.
Cody sabía que ella venía por Marlon. Marlon también lo sabía y le parecía extraño que cruzaran en pleno recreo.






—¿Fuiste tú? —preguntó a Marlon, quien sólo la miró con confusión —¿Lo hiciste, verdad?


—¿De qué hablas?


—Besaste a Cleo en la fiesta.








Eso fue lo que logró que Marlon realmente sintiera precaución. Levantó ambas cejas y miró a Cody pidiendo ayuda. Éste sólo negó y jugó con sus manos.








—Marlon, el silencio en un sí.


—No, Bruna —llevó ambas manos a la figura femenina, pero esta dio unos pasos atrás —No besé a Cleo en la fiesta.


—Hay rumores sobre eso. Es obvio que fuiste tú —cuando Bruna discutía mordía sus labios. Marlon notó por eso que también estaba nerviosa.


Negó —Bruna, no. Estaba con Cody, luego cuando me acerqué a Cleo no pasó nada. Se alejó y regresé a Cody. No sé que más pasó con ella.






Bruna miró al suelo y en segundos a los ojos de Marlon.






—No lo sé, Marlon. Ya no sé que creer.
Y así, con una última mirada, Bruna dejó a los dos chicos solos.




Ambos se quedaron viendo la figura de Bruna en jeans apretados. Era bastante guapa. Una chica difícil, pero hilarante. Cuando desapareció de la vista la dupla de amigos se miraron al mismo tiempo. Marlon no sabía como procesar lo recién pasado. Cody no tenía idea de nada, como siempre.





—¿Lo hiciste? ¿La besaste? —preguntó Cody sin ninguna intención de juzgarlo.



—¿Estás loco? Si hubiera querido besar a Cleo lo hubiera hecho frente a todos —si es que no me detestara, pensaba —Además estaba contigo.



—Cierto. Para mí que fue Gael, se las trae ese chico.





Nuevamente silencio. Nuevamente miraban al pasillo.





—Hubiera preferido que me empujaras por la escalera a escuchar lo que pasó.



—Hubiera preferido estar en los videojuegos antes de decidir haberme metido en esta escuela.





Marlon giró extrañado y miró a su amigo sin saber que decía. Pero, nuevamente, lo empujó e hizo lo del principio. Entre risas, Marlon notó la gravedad de la situación.



No le enfadaba que Cleo se esté besuqueando. Le enfadaba que no fuera con él.








**






Las miradas en ella eran inciertas. Cleo pensaba que era por la falda que llevaba o por el peinado extraño. Pero por más que quería creer eso, no podía. Veía que en el fondo del asunto esas personas sabían algo que ella no. O algo que ella no quería sacar.
Ya era la última hora del día. Era esa hora en donde se terminaba el tiempo de los clubs y se daba un espacio para relajarse. Cleo venía saliendo del club de historietas.



Relamiendo sus labios y tratando de esconderse de esas miradas, caminó a su casillero. No lo abrió, no lo necesitaba. Pero al menos así le daba la espalda a muchos. 'Lee el periódico' decía en color rosa, pegado en su casillero. Cleo arrugó su nariz y miró a los lados. ¿El periódico? Según ella sabía ese club era casi nuevo. No pensaba que serían tan rápidos.



Se acercó al tablón de anuncios. Una hoja recortada del periódico era la única que había ahí. La arrancó. No podía creer que todo se repetía.



"El beso escondido de la desaparecida Cleo"



Con la hoja en mano caminó a aquel punto específico. No había mucha gente, la mayoría ya se había ido a su hogar y lo agradecía. Se sentía humillada. La escuela no era una en donde los rumores fueran pagados así. Pero en aquel año todo cambió. Hasta Cleo lo hizo por lo mismo.
Pero ella se había comprometido. No más. Sólo sonrisa, punta talón y un buenos días. Difícil era, imposible no tanto.


Al llegar a la cancha de la escuela, entró al famoso rincón. Que desde ya, se podía escuchar la música ochentera. Cleo removió la tela que dividía la salida del lugar y se cruzó de brazos.


Otto se impresionó. La miró fijamente unos segundos y luego volvió al chico que también se había volteado a verla.






—Como sea, estaré allí a las ocho. Recuerda lo que prometimos. Ahora, largo.






El rubio de segundo se fue como un rayo cuando Otto le ordenó. Los próximos minutos fueron largas miradas sin ninguna palabra entre medio. Hasta que Cleo le lanzó el papel arrugado del diario.
El rapado lo leyó. Lo lanzó y no le dio más vueltas.





—¿Te da igual, Otto?


—¿El haberte besado? No.






Cleo miró a un lado y bufó, acercándose a él.






—Te dije. Aunque me ausente dos meses todos siguen ahí. Con la misma actitud, persiguiéndome.


—No digas eso, Cleo —le dijo, guardando el dinero y ordenando éste —Si ellos tienen que vivir por Cleo, déjalos. Mientras,  Cleo tiene que aprender a vivir.


—¿Algo así como abrir un negocio de alcohol y vendérselo a menores?


El mayor abultó sus labios y negó —No. Muy usado. ¿Qué te parece reinar esta escuela? Cleopatra.






Rió. Ella rió aunque no quería. Se quedó ahí sin saber que más decir. Otto tenía razón. Debía ignorar, ignorar y sólo avanzar. Mucha veces lo intentó, pero ya era definitivo.


Otto se acercó y dejó un corto beso en los labios de la pelicastaña. En ese instante muchas imágenes pasaron por su cabeza. Bruna, Marlon. Pero terminaba en el rapado.






Todo siempre terminaba en Otto.

1990.Where stories live. Discover now