"Tío malvavisco"

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"Tío malvavisco"

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Tsuna cogió al pequeño, despegándole algo a la fuerza de su «abuelo Reborn». No quería que su tutor le apartase de alguna espartana manera, le conocía y sabía que era capaz.

—¡Mamá! ¡Quiero abrazar al abuelo! —exclamó Sora, pataleando en una rabieta. Tsuna apenas y pudo esquivar las certeras patadas del menor, impresionado ante la velocidad.

Era igual de rápido que Reborn, y eso era decir demasiado. Siendo Tsuna su alumno, y habiendo sufrido muchas patadas —cuando decía muchas, se refería a todos los días desde que apareció en su vida— la planta del pie del ex-arcobaleno ya le era vieja conocida.

Por ello podía afirmar con gran seguridad que el pequeño tenía la misma rapidez, o quizá más.

—Je, qué niño más interesante —el ex-arcobaleno pateó a Tsuna por millonésima o billonésima vez desde que conoció a su alumno, el cual entretenido como estaba con Sora, no pudo esquivarlo y acabó en los brazos del joven azabache, quien en un rápido movimiento lo atrapó.

El niño había sido soltado en el proceso, pero lejos de caerse, había dado una voltereta en el aire digna de gimnasta ganador de medalla en las Olimpiadas y cayó al suelo limpiamente.

Kyoya y Reborn sonrieron con un inconsciente orgullo ante la acción del pequeño mientras Tsuna le miraba alucinado. ¡Eso que acababa de hacer había sido impresionante! ¿Quién...?

—Oh, no... —su mirada se clavó en su sonriente tutor, sabiendo para su desgracia lo que sucedía allí.

Si Sora venía del futuro, conocía a Reborn y tenía esas habilidades extraordinarias, solo significaba una cosa.

Una terrible y horrorosa afirmación.

¡Su tutor se había convertido en el de Sora!

Si algo tenía claro el castaño en su alocada vida era que, si algún día tenía un hijo, definitivamente no dejaría que Reborn lo entrenase. ¡Ni en broma! ¡Los entrenamientos del sol eran el infierno dirigidos por el diablo!

Y era consciente de que su yo futuro, por muy loco que estuviese —porque por favor, idear un plan tan enrevesado cuando viajaron al futuro... mejor lo dejaba ahí—, no dejaría que Reborn hiciera lo que se le antoje con su pequeño.

—¡Reborn! —exclamó enfadado Tsuna, atrayendo la atención de los dos azabaches y el mini-castaño—. ¡No te acerques a Sora-kun!

—¿Sora-kun? ¿Este niño? —señaló al menor, el mismo que miraba sorprendido a su madre, quien asintió en respuesta al ex-arcobaleno.

Reborn iba a replicar —y de paso regañar con alguna patada en el proceso— a su alumno con que no había sido él quien se había acercado al pequeño, sino que este se había abalanzado prácticamente encima suya mientras le envejecía unos buenos años con eso de «abuelo» antes de ser interrumpido por Sora.

—¿Por qué el abuelo Reborn no debe acercarse? —cuestionó el niño con un puchero—. No es como si... —a punto de meter la pata, Sora se tapó la boca para dejar de hablar.

Kyoya y Reborn miraban con una ceja arqueada a ambos castaños, sin ser demasiado conscientes de lo que sucedía entre ellos dos.

—¿Qué ibas a decir? —preguntó con seriedad Tsuna, estremeciendo a su hijo.

El pequeño sabía bastante bien que a su madre no había que enfadarla, bajo ningún concepto. No le importaba quién fuera, incluso si era su padre, cuando se enfadaba era peligroso el acercarse en un radio kilométrico o serías inmediatamente congelado —sí, en el sentido más literal de la palabra y con hielo incluido—, excepto si se acercaba un niño.

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