Jamás llegué a imaginar que asesinar al maldito Robert Sullivan haría de mi vida un infierno más grande del que ya vivía, primero con su hija y luego con su maldita esposa.

Tomé mi rostro entre mis manos mientras intentaba contener la furia que empezaba a desatarse dentro de mi ser. El día en el que salí de prisión me prometí a mi mismo, no volver a prisión jamás, bajo ninguna circunstancia, haría lo que fuera para que eso no sucediera.

—Tienes que hacer algo—sugirió Derek, apretando sus labios.

Lo miré atento.

—¿Cómo qué?

—Creo que deberías pedirle ayuda a tu tío, Drac.

Negué con mi cabeza.

Primero muerto antes de aceptar que necesitaba algún favor de Hugo H.

—Dejaría que me castren primero antes de ir a pedirle ayuda a ese imbécil—escupí con la sangre bombeando por mis venas.

—Drac, no hay opciones—murmuró Derek, dejando caer su cuerpo sobre el sofá.

—Quizás si la hay—él me observó con atención—Quizás si la hay—repetí.

AMBER SULLIVAN

Salí del instituto un poco apresurada, tenía muchas cosas que hacer hoy. Cuando desperté, el ya se había ido, no es que esperaba que me diese un beso para comenzar el día o que amaneciera en sus brazos, eso era realmente ridículo. Seguramente el pensaba lo mismo. Tomé mi mochila cuando escuché la voz de Barbara a mis espaldas.

—¡Sullivan, las manos donde las pueda ver!—gritó, corriendo hasta llegar a mi lado—¿Estas escapando de alguién?

Negué con mi cabeza mientras continuaba el trayecto hasta la salida.

—Hay una gran fiesta esta noche en el gimnasio del instituto—arrugó la nariz con fastidio—Es para celebrar la nueva temporada de los Pumas de Copege, ¿vendrás?

—No lo se, Barb...

Barbara bufó moviéndose frente a mi enojada, sus claveles azules me observaron y luego su dedo me apuntó.

—Llevas días y días evitandome, evitando el instituto, a Thomas, a todos—se detuvo y me observó acusadora—Además cada vez que intento hablarte estás agitada y no tienes tiempo—fingió secarse una lágrima—Extraño a mi amiga.

Barbara tenía razón. Últimamente mi vida estaba siendo muy monótona, en una constante rutina, preocupada por el maldito juicio, mi madre, y un maldito criminal. Mi cerebro no dejaba de lanzarme incógnitas en cada segundo del día, cada segundo que pasaba pensando en todo lo que podría o no acontecer me desquiciaba.

—¡Iré!

—¿Bromeas?—sus ojos brillaron y elevó la comisura de sus labios.

—Ya lo sabrás.

...

Barbara maquillaba sus ojos haciéndose un delineado de gato mientras yo jugaba con su peluche sobre su cama. Ella vestía una lindo vestido azul junto con unas botas, había insisto en que viniese a su casa para alistarnos y así asegurarse de que asistiría a la destacada fiesta.

—¿Qué tal?

Su cuerpo se giró quedando frente a mí, mis labios se curvaron hacía arriba en una pequeña sonrisa.

—Mejor que Jennifer López.

Ella soltó una carcajada y aplicó unas capas de rímel sobre sus pestañas, finalmente se colocó sus grandes zancos y empezó a sacar ropa de su armario.

DRAC© [1] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora