Amanda apretó los dientes con tanta fuerza que temió par- tírselos. Pero desear con todas sus fuerzas que la señora Hale dejase de hablar no fue suficiente para que esta callase.

―Mantener a estos seres humanos infectados por una enfermedad que ya tiene cura es una crueldad intolerable e inadmisible. El miedo no es una excusa para privarlos de su


libertad y no somos quién para decidir que merecen vivir una vida de esclavitud.

―Pero eso fue exactamente lo que nos hicieron ellos a nosotras ―protestó su madre, adoptando una pose más agre- siva―. Al menos nosotras los mantenemos en un estado en el que no duele estar privado de libertad y velamos por su salud y su bienestar. Sin embargo, antes de la bacteria, la ley permitía que un marido golpeara a su mujer cuando lo desobedecía e, incluso, daba descripciones detalladas sobre la vara que debía usar para golpearla. El jurista Lord Hale estableció que una mujer podía ser violada por su marido pues estaba obligada a servir a este por contrato. ¿Un antepasado suyo, señora Hale?

―se burló Mary, ocasionando que la sala estallara en risas.

Amanda no tuvo que preocuparse de cómo sacar a Callum de allí, sino que fue él el que la agarró por la muñeca con la fuerza de un gorila. Ella captó el mensaje y, juntos, se desliza- ron por la pared de la iglesia hasta la salida.

O al menos era allí a dónde había creído que se dirigían. Antes de llegar a las enormes puertas de la iglesia, él tiró de ella hacia el interior de una pequeña habitación. Por suerte estaba vacía y nadie parecía haberles prestado atención.

Callum cerró la puerta y cuando se volvió para encararla, un escalofrío le recorrió la espalda. Quizá no era afortunada por no haber sido avistada por nadie sino todo lo contrario. Puede que ese fuera justo el momento en el que se arrepentiría de no haberlo denunciado de inmediato.

―¡Me has mentido en todo! ―murmuró él, acercándose

lentamente a ella, como una pantera apunto de atacar.

Amanda exhaló asustada y se giró para rodearlo y alcan- zar la puerta. Callum se movió como un rayo y, antes de que pudiera tocar el pomo, sintió su fuerte brazo rodeándole la cintura y su otra mano fue directa a taparle los labios para evi- tar que gritara. La tiró contra el suelo y con una pierna sujeto sus brazos, utilizando el peso de su cuerpo para inmovilizarla.


No recordaba haber estado tan asustada en toda su vida. El dolor que le estaba infligiendo a su cuerpo le demostraba que no iba a tener piedad. Era tan cruel y despiadado como todos esos hombres en las historias que había oído. ¿Cómo podía haber sido tan estúpida? Si la mataba en aquel momento iba a ser solo su culpa.

Callum continuó tapándole la boca y se inclinó sobre ella para poder hablarle sin alzar la voz. Pero el peso sobre sus costillas se hizo insoportable.

―Nunca has tenido intenciones de ayudarme, ¿verdad?

La mirada de Callum  #Wattys2017Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ