Capitulo 1

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                                                                               Boston, Massachusetts 

La joven miró impaciente su reloj de pulsera mientras esperaba ante  las puertas dobles del ascensor a que éstas se abrieran. ¡Dios, había tenido un día horrible! ¿A quién se le había ocurrido alinear los planetas en su contra para joderle el día de su cumpleaños? No es que la alegrara eso de cumplir años… No, por Dios. Pero justo ese día se enfrentaba a la difícil tarea de entrar en la treintena. Y eso, para una mujer, indicaba estar a un paso de dejar atrás la adorada juventud para comenzar un nuevo camino hacia la plenitud de la madurez. O lo que era lo mismo; comenzar a envejecer aunque lo intentara adornar con una rebuscada definición.

     «Cálmate, Nelhian, no te vuelvas paranoica con la edad, sólo hará que envejezcas antes de tiempo.»

      Llevaba repitiéndose ese mantra todo el día, pero hasta para ella era difícil seguir su propio consejo. Lo cual tampoco era tan extraño; seguir consejos, aunque fueran propios, no era su estilo.

     Hubiera agradecido salir más temprano del trabajo, que menos que a su hora. Pero no, su jefe le había pedido que lo ayudara a completar determinados proyectos pendientes de algunos de sus compañeros aludiendo a su sentido de la responsabilidad. El trabajo de esos compañeros que no habían podido tenerlo a tiempo alegando problemas personales y para lo que se habían pedido días de asuntos propios.

¿Debía suponer que ellos carecían de ese «extraordinario» sentido? Sí, seguramente lo habían dejado olvidado a las puertas del edificio en el que trabajaban, o lo habían perdido al salir de casa.

El idiota de su jefe consideraba que darle juntos a la botella más de la cuenta después del trabajo era un problema de índole personal, y la consiguiente resaca necesitaba de unos días de asuntos propios para la supuesta recuperación. Todo en pos del buen ambiente en la oficina, como no.

Se suponía que ella también debía bajar a tomar algo después del trabajo para entablar relaciones cordiales con el resto de sus compañeros, pero Nelhian prefería irse a casa y no empinar el codo más de la cuenta. Estaba segura que no tendría tanta suerte como ellos, a los que se les daba de lujo hacer la pelota al jefe. Sí, al idiota.

Panda de inútiles. Estaba rodeada de mentirosos, vagos y chapuceros. Tenía ganas de gritar, patalear, y… ¿arrancar cabezas? Y no en el sentido metafórico de la palabra. Necesitaba desestresarse de alguna forma. Estaba considerando seriamente probar con el boxeo, sentía la imperiosa necesidad de golpear.

Y el hecho de que la nueva becaria le hubiera pedido consejo como «mujer mayor» —¡a ella!— no había contribuido en nada a calmar sus tristes reflexiones sobre el paso de los años o la ineptitud de sus compañeros. Al contrario, había conseguido que la ira burbujeara en su interior buscando una salida inmediata con un gran cartel en el que pusiera EXIT.

«¡Maldita imbécil! ¿Qué coño se cree que parece con esa ajustada camiseta rosa de Hello Kitty dos tallas más pequeña? ¿Una jodida colegiala?», gritó su mente cuando escuchó las palabras «mujer» y «mayor» en la misma frase y lo que era peor, dirigidas a ella.

Tuvo que hacer acopio de toda su voluntad, respirar varias veces y contar hasta… ¡veinte!, antes de decirle a esa niñata que levantara su culo post-adolescente del borde de su mesa, de esa esquina en la que lo había dejado posado con una estudiada y elaborada pose.

«¡Dios, algo bueno tiene que tener tanta estupidez, si hasta parece incomoda con la dichosa postura!», ironizó con una media sonrisa de satisfacción, encontrando durante unos segundos el ansiado cartel de EXIT.

Bajo la luna equivocada · Serie Pasión entre dos lunasWhere stories live. Discover now