—Koutaro — Pronuncias mi nombre perfectamente, cada que pronuncias mi nombre se siente tan bien, tan perfecto, empujas ese malestar al fondo hechizándome.

—Keiji. — Miel derramada en mis labios, tan dulce. ¿También sentirás ese placer cuando pronuncio tu nombre?

Dime algo que no olvide; pero que debas volver a decirme.

—Te amo Keiji, te amo tanto que el amor no se diluye en un vaso, al contrario cada día se derrama un poco más, no importa el tiempo este permanece y permanecerá en un futuro, en esta vida y en la próxima, te amo Keiji no puedo evitarlo ¿Cómo podría no amarte?.

El carmesí baña tus pómulos, tus orejas entre ese cabello azabache, tus hombros. Justo el hombro izquierdo donde nace un lunar, ese que tanto amo besar.

—También te amo. — susurras apenado dando paso a una tierna sonrisa. Tus labios adornan perfectamente tu cara, suaves labios melocotón. Aquellos que profesan amor, calman el hambre, amainan la cólera, pronuncian mi nombre.

El nombre de alguien tan ruidoso como yo.

                                                                                      ...

El vestíbulo es llenado por un llanto, una bienvenida aplastante.

Son contadas ocasiones en las cuales lloras, en donde te permites romper el hito de tranquilidad, desatando una tormenta.

—Hey hey Akaashi ¿Qué está mal? ¿Por qué lloras?

La preocupación me llena; se cuela en mi mente como una serpiente. Siempre has sido una persona fuerte, equilibrada entonces ¿Por qué lloras? Rodeo tu cálido cuerpo, tiemblas como una hoja a punto de caer. Si mi calor pudiera darte calma, si puedo rodearte, abrazarte sujetando el dolor ¿Qué más da?

—Hey ¿Qué paso? ¿Quieres contarme?

Respiras escondiéndote en mi pecho.

—No es nada solo... solo tuve una pelea con mi padre.

Siempre ha sido así, teniendo problemas con tu padre pero desde que tu madre murió ninguno supo cómo manejarlo, como comunicarse dando paso a incontables peleas, asfixiándose en la presencia del otro. La familia se desmorono a pesar de ser tu padre, solo eran dos extraños bajo un techo frio, palabras dolorosas, silencios lastimeros y un padre que no lo era más.

A pesar de todo aún era tu padre.

La calma poco a poco vuelve a ti, no me dejas decir nada solo pides silencio y compañía. Nada puedo negarte el tiempo pasa dando paso a nuestro pequeño ritual.

Un baño caliente afloja tus nervios, el agua se lleva la pesadez de tu cuerpo tranquilizándote. Siempre dirás que un buen baño es relajante.

Y es lo que pasa; te calma al punto de hablar para sacarlo del pecho. Han peleado por dinero, por el alcoholismo en el que se ha hundido, por la culpa de perder a su esposa. Lo que pasa con un alcohólico es que es eso, un alcohólico que no es más que eso ni siquiera una sombra de lo que era, un padre estricto.

Adelante, llora pequeño niño.
Sé cuánto te importa
Sé que tienes problemas paternales

Unto crema en tu espalda, dando pequeños masajes para reconfortarte cada que hablas. Inevitablemente lloras la culpa, la pérdida, el dolor. Lloras frente al espejo cubriendo tus ojos en un desesperado intento de retener las lágrimas, el dolor. Cuando te quiebras, me quiebro.

—No es tu culpa, nada lo es. — Abrazo tu menuda figura, tan débil, tan frágil. Las lágrimas siguen vertiéndose y solo puedo abrazarte para susurrar que todo estará bien.

La rutina del espejo...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora