5.-La cárcel y la desconocida.

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Comenzaba a levantarme cuando luces comenzaron a entrar por la puerta, varios soldados con antorchas me rodearon.

- ¡los sabios! ¡Están muertos! Les grite.

Y antes de que pudiera decir otra palabra dos de ellos se lanzaron de frente contra mí. Intenté escabullirme por la izquierda y tropecé con uno de los cuerpos, terminando en el suelo. Los guardias me sujetaron, me quitaron la espada, el escudo y me sacaron del lugar, entonces sonó la séptima trompeta.

Con la frente en alto y las manos atadas fui llevado por las calles de la ciudad, la gente se hacía a un lado mientras gritaba ofensas en mi contra, los guardias me golpeaban y un par de veces caí al suelo. Cuando pasábamos frente a la plaza la gente no se distrajo conmigo- a pesar de mi armadura cubierta de sangre- y seguían atentos a la ceremonia real. En el centro de la plaza ya no estaba el ataúd, en su lugar se hallaba Karime próximo a ella estaba Benek, a sus lados los generales y frente a ella el gran rey Sheiram. El general Goulnor le entregaba la espada al rey; La princesa se inclinaba con gran seguridad y firmeza; El gran rey Sheiram elevaba la espada que resplandecía singularmente; Karime la recibía y apoyaba suavemente la punta en el suelo; se inclinaba nuevamente y esta vez el rey se acercaba con un brillante collar calipso con bordes dorados y unas alas blancas en el centro. Lo siguiente era una casa de madera que me impedía seguir observando la ceremonia, traté de resistirme y los guardias me golpearon con tal fuerza que me desplomé en el suelo.

A mi alrededor la luz brillaba por su ausencia, un frio envolvente se hacía presente. El duro suelo, las gruesas paredes de piedra, una metálica puerta. El estar en la cárcel por un crimen que no cometí no me agradaba para nada. Sin más visión que la que me permitía un débil rayo de luz que se escabullía en mi habitación por un diminuto agujero en la puerta caminaba de una pared a otra.

-Si tan solo hubiera ido en busca de ayuda, sufro las consecuencias de mi imprudencia. sufro las consecuencias de mi lentitud, si tan solo hubiera visto una estrella fugaz me hubiera recordado de los sabios- me decía a mí mismo en voz alta- Solo pensé en el gran rey, solo imagine que irían por la princesa Karime. Yo entre pocos conozco de la existencia de los sietes, y aun así... la ignore. Los más antiguos de todo Pangea, los directores del consejo real, los conocedores de los más profundos secretos. Sobre sus arrugadas manos viva en paz el reino...

. No sé cuántas horas habían pasado mientras caminaba imparablemente de un extremo a otro por la oscura habitación. Escuche unos pasos por afuera de la habitación, me acerque rápidamente a la puerta y me agache para tratar de ver algo por debajo de ella, pero fue inútil. Entonces un pequeño vaso atravesó la puerta, lo recogí y me di cuenta de que era agua o algo parecido.

- ¿Me...po... drías... dar... un poco? Por... fa... vor- me dijo casi susurrando una ronca, pero dulce voz. Miré hacia todas las paredes-asegurándome a mí mismo que el insomnio y la abrumadora soledad me estaban afectando la cordura- y recién en ese momento gracias al pequeño rayo de luz me di cuenta que no estaba solo, había un bulto con forma humana apoyado en la pared del fondo, casi en la esquina. Me acerque lentamente tratando de ver quien era.

-bebe- le dije mientras estiraba el vaso, pero no había respuesta. Me agache a su lado y con mi otra mano busque su cara, me lleve una sorpresa al ver que era suave, suave como las más finas sedas reales. Con mi mano recorrí lentamente su rostro, tenía una nariz perfilada, una cabellera donde mi mano se deslizo con facilidad hasta unas orejas de forma un poco puntiaguda, perfectamente puntiagudas, y unos labios secos, muy secos pero simétricos. Con sumo cuidado la levante y le di de beber. Me senté junto a ella, una hermosa desconocida, alguien que sufría el mismo destino mío en ese momento o que tal vez estaba ahí por una razón justa, pero que de cualquier modo no estaba bien.

-Gracias- trato de decirme

- No es nada, supongo que llevas más tiempo que yo en este lugar.

- Hace... ya tiempo... perdí... la noción de las... noches- me respondía con gran dificultad.

-Tranquila, guarda las fuerzas y descansa, en algún momento alguien tendrá que venir.

Ella guardo silencio, y su cabeza se apoyó levemente en mi hombro, fue un silencio esperanzador, un silencio de que al menos no estaba del todo solo, fue... un silencio.

No sé cuánto tiempo paso, no sé si fueron días, horas o solo unos pocos segundos. No sé qué sucedió en el reino, no sé qué sucedió con Benek, Karime o Eccus, hasta los imparables pensamientos de los jinetes se habían detenido, simplemente estaba ahí, en el suelo, con la cabeza de una extraña, una singular extraña sobre mi hombro, todo se me volvía indiferente. Sabía que esa indiferencia podía ser peligrosa, pero, aun así, no quería hacer nada para terminar con ella.

Mis ojos comenzaban a cerrarse por el sueño y a pesar de mi resistencia para evitarlo, la oscuridad empezaba a triunfar. Fue cuando escuche un paso, no, eran dos pasos. Nuevamente los escuche eran cientos de personas caminando frente a la celda, no, solo eran unas pocas. Desde ahí, emocionado los alcanzaba a ver, apoyado en la pared mirando a los bastos campos. Se acercaba el rey y su ejército, era de día, no, era de noche. Me levanté y corrí a la entrada como un infante de seis años, no, ya eran siete. Abrió la puerta; entro en la celda, el rey estaba acompañado, me tomaron del hombro, me resistía con pocas fuerzas, la desconocida estaba en mi hombro y no quería que la sacaran de ahí, me miro a los ojos, no, no me pudo ver a los ojos. Vi a sus lados, no estaba mi padre, tampoco mi tío, había un niño a mi lado, no, se lo estaban llevando. Empezaba a desesperarme, no quería que ella se alejara de mi lado, pero miraba al rey y buscaba a mi padre, pero no, mi padre no estaba. Veía todo esto desde una esquina, en medio de una profunda oscuridad, no, ahora era de día. Tomaba la daga de mi padre y la apretaba con fuerzas en mi mano, ya no me movía, si, ya no me movía. Mis ojos se abrían de nuevo, seguía viendo mis manos... habían crecido. Con la derecha apretaba fuerte un pequeño cuchillo cubierto con sangre.

Estaba bastante confundido, desde la esquina en la que me apoyaba mire a mis alrededores, finalmente podía ver mejor gracias a antorchas que estaban en el suelo. La puerta de la celda estaba abierta, junto a ella había un guardia muerto. En la otra pared yacía otro cuerpo, realmente no entendía nada, ¿que habían sido todas esas imágenes que se cruzaron en mi cabeza? ¿eran recuerdos? ¿Era un sueño? ¿Por qué había guardias muertos? ¿Dónde está la desconocida? Escuchaba un golpeteo dentro de mi cabeza, di un par de pasos hasta el guardia de la puerta. Me agache a su lado, sangraba gracias a heridas de un cuchillo. Mire mis manos, todo este tiempo inconscientemente había tenido una daga. ¿yo los había matado?

La lucha por el Reino: "Atrapado en las mentiras"Where stories live. Discover now