Jack agarró su otra mano y la miró a los ojos. Intentó leer su mente, pero no conseguía nada, al parecer, estos estaban en blanco. Ella soltó sus manos, e intentó seguir el camino, pero él se lo impidió, volviéndola a agarrar de las manos.

Háblame... no me ignores, solo háblame... —musitó Jack a la dulce chica.

Kelly cerró los ojos y juntó sus manos. Jack, confundido, hizo lo mismo. La mente de ella estaba inundada con un par de palabras, que estas se repetían. Un simple «Te quiero» , uno detrás de otro.

—Yo... también de quiero, Kelly  —murmuró soltando sus manos, para poder acariciar su mejilla con suavidad.

Lentamente se acercó a ella, intentando acortar la distancia entre sus labios, Kelly se negó a conectarlos.
Se dio media vuelta y siguió caminando entre el hermoso paisaje, lleno de estrellas, en el que se hallaban.
Jack, aturdido, corrió tras ella para pedirle explicaciones, pero la muchacha tan solo se limitaba a callar y seguir su camino.

—Necesito que me hables... Necesito escuchar tu voz. Háblame, aunque no te escuche háblame... Por favor...

Ella volvió a juntar sus manos. Jack pudo percibir sus dos únicas palabras que invadían su mente, un simple «No puedo».

Él confuso, no sabía que hacer ni decir. ¿Por qué no podía? Al fin y al cabo, no era tan difícil ¿O tal vez sí?

Kelly abrió su boca y gesticuló unas palabras que lamentablemente no se pudo oír ni el más mínimo de lo que había dicho.

Ella frustrada por el intento que no dio un buen resultado, se volvió a dar la vuelta, ignorando a Jack.
El resto del camino, estuvieron invadidos por un reconfortante silencio.

***

Los días habían pasado, a ella tan solo le faltaban un par de días para ser inmortal, pues todavía no se había convertido del todo en vampiresa.

Kelly seguía muda, como desde el primer día en el que él la vio, después de ese tremendo chillido.

Usualmente, a medianoche paseaban por la montaña. A ella le gustaba estar al aire libre, al menos por la noche, ya que cuando era de día debían permanecer encerrados en ese castillo oculto que había entre las dos montañas más altas.

—¿Me estás oyendo Jack?

El susodicho sacudió su cabeza y levantó su vista hacia su jefe, que permanecía a su lado.

—No, lo siento. ¿Qué decía? —procuró ser lo más educado posible.

—Kelly, ha desaparecido. ¿Sabes dónde pudo haberse metido? —intentó decir con suavidad.

Jack se quedó mirando un punto fijo en el suelo, intentando recordar algún sitio en concreto donde su amada podría hallarse. Al segundo, le vino el único lugar donde se podría encontrar: en una de las montañas donde solían acudir a medianoche, donde allí la noche les invitaba a olvidar, a relajarse...

—Dame un par de minutos —pidió Jack mientras iba alejándose de su jefe.

Caminaba entre la oscuridad, ascendiendo la montaña, donde en la cima se encontraba una delicada muchacha, castaña y de pelo largo, que este se movía frenéticamente gracias a la ventisca que hacía.

Tocó su hombro levemente para llamar su atención. Sus ojos color miel se toparon con los suyos, ella solamente asintió con la cabeza como saludo. Él en cambio, cogió su mano y la besó cautelosamente.

—¿Qué haces aquí sola? ¿Por qué te escapaste? —habló él, dirigiéndo su voz hacia el horizonte.

Ella giró su cabeza hacia el muchacho y este hizo lo mismo hacia Kelly. La susodicha juntó sus manos y cerró los ojos, para intentar comunicarse con él, como había hecho todas las veces anteriores. Jack le intentó leer la mente una vez más.

«Estoy disfrutando de mis últimos minutos de vida. No lograría soportar ser una vampiresa, y menos seguir toda mi vida siendo muda desde la noche en la que empezó la transformación. ¿Sabes? antes de que aparecieras tú, siempre había querido suicidarme, odiaba mi vida, mi trabajo, lo odiaba todo, y sigo haciéndolo. Siendo sincera, no sé cuantas veces me he planteado las maneras de cómo suicidarme. En fin, aquí estoy, donde aprovecho para decirte que te quiero, que aunque muera, recuerda esto: vivo eternamente en ti. Te quiero, Jack».

Pensadas estas palabras por parte de ella que había transmitido a Jack, soltó sus manos, giró su cabeza hacia el horizonte y luego hacia el suelo, donde finalmente se tiró al vacío, sin importarle lo demás.

Jack se quedó estético, era uno de esos momentos donde no podía reaccionar. Lágrimas empezaban a brotar, pero estas no calmarían el daño que estaba sufriendo ahora mismo.

Empezó a correr por las montañas, sin saber qué dirección tomar, qué pensar, qué hacer. Lo único que sabía, era que la había perdido.

Háblame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora