No me quieras tanto y quiéreme mejor

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Oír y escuchar son dos palabras con significados diferentes. Escuchar supone retener y recordar, volver a sentir y pensar aquello que ya ha llegado a ti. Mis amigas desearían que yo hubiera escuchado, y sé que en el fondo yo también pienso que debería haberlo hecho, enmendaría algunos de los errores que he cometido después.

Debo ser muy obtusa, capaz de reconocer mis errores, pero incapaz de evitar que se repitan. Natalia todavía intenta persuadirme, provocar en mí la reacción que ella lleva cuatro meses intentando ver, y que ya nos está consumiendo a ambas. Mi mejor amiga puede que tenga razón, pero me cuesta demasiado seguir sus consejos.

Cuando salgo de la universidad, escucho sus zapatos contra el asfalto tras de mí. Dejo la mochila sobre el suelo, y me giro para mirarla. Quizás deba concederle un intento más de hacerme cambiar de opinión.

Natalia me mira y recorre mi figura de arriba abajo, parándose en mi media sonrisa, quizás espera algo imposible. Se pasa uno de los mechones castaños por detrás de las orejas antes de decirme lo que ya sé:

-No es una buena idea, Elisa

-Es la única forma, Nata

-¿Por qué vas a ver a alguien que no te ha dado más que desgracias? Le conoces desde hace cuatro meses y no te había visto así nunca. Mira lo que te hace, te está destrozando

-Sabes cuál es mi decisión

-Sé que has puesto un límite, pero quizás no pueda cumplirlo, y no quiero que vengas después llorando por su culpa

-Un último intento, Nata, puede salir bien

Se muerde el labio superior, se recoloca la mochila y da media vuelta. Se ha resignado, pero la conozco y sé bien que solo es algo puntual. Natalia lleva así cuatro meses, cuatro meses en un intento vano de que admita que cometí un error al perdonarle.

Continuo caminando durante dos kilómetros más. Al sentarme en la estación jugueteo con el pedazo de papel, es una fotografía que he impreso hace bastante poco. Es la primera que nos hicimos Ángel y yo. Paseo los dedos por su rostro, cercano a la perfección, pero no me percato de que no tiene esa sonrisa deslumbrante que siempre suele llevar consigo.

La mía sí que es una sonrisa, fue un momento mágico. No paro de mirarla, de sentir que el instante vuelve, aunque Natalia insiste en que nunca estuvo ahí. Pasa el primer tren, el segundo y el tercero. Pienso que tal vez llegue tarde a nuestro encuentro, que haya tenido alguna reunión o improvisto.

Tras el undécimo avisan por megafonía de que no habrá más durante el día de hoy, el siguiente será a las nueve de la mañana. Me levanto, con una mezcla confusa entre frustración y humillación, como si hubiera recibido un gran golpe y hubiese quedado atontada, sin saber que decir, aunque sí sé que hacer.

Destrozo la fotografía. Pequeños fragmentos que quedan entre la basura que hay en la puerta de la estación.

A mi regreso a casa Natalia y Virginia me esperan en la puerta, con los brazos abiertos, asumiendo que he recibido mi lección por no haberlas escuchado, y seguras de que este no será mi único error, pero sí han sido capaz de perdonarme por estos días de ignorarlas. Me refugio en ellas, y durante días enteros siento que las necesito a mi lado.

Dos días después recibo un mensaje de Ángel: "Lo siento mucho, amor, me quedé en una fiesta y perdí el tren. ¿Sabes que te quiero?"

Natalia contestó por mí: "Pues no me quieras tanto y quiéreme mejor"


No me quieras tanto, quiéreme mejorWhere stories live. Discover now