El delirio de Claudia

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Claudia despertó de un profundo sueño, el aire era helado y se colaba por la ventana.
Sus vestimentas de seda blanquecina no ayudaban para la ocasión, púes; a pesar de que era tarde por la mañana el frío invierno hacía que todo se congelara.

Claudia se levantó y sintió los dedos de los pies congelados, lo cual la hizo temblar y abrazarse a si misma. Se dirigió a la ventana en las que las cortinas volaban soltando gritos y la cerró de golpe.

Bajó los pedaños de madera que rechinaban por cada paso que daba mientras enmarcaba su sombra la contraluz de los viejos candelabros.

Se acurrucó junto a la chimenea aún con sus prendas de seda fina olvidandose de todo por un instante. Pasaron un par de horas y Claudia no se percató de que se había quedado dormida hasta que tocaron a su perta haciendo rechinar unos cauntos engranajes.
Ella lentamente se levantó, tocaron de nuevo.

-Ya voy - contestó Claudia a los molestos golpeteos.

Abrió la puerta y se encontró con tres hombres, dos de ellos llevaban armaduras y el más delgado vestía de una manera exageradamente formal; que de hecho daba un toque de gracia.

-Señorita Claudia Carlotta... - Claudia dejó de poner atención mientras el mensajero de traje llamativo leía un papel que hace unos cuántos segundos se encontraba enrrollado.

El mensajero terminó de leer aquel pergamino y miraba atentamente a Claudia en busca de una respuesta.
-¿Perdón? - se disculpó ella por la falta de atención.
-Le resumiré que su madre desea verla.
-Lo lamento, no estoy de acuerdo con eso, tendrá que disculparme - Claudia lo dijo en un tono serio que el mensajero se puso un tanto rígido -... Todos estos años me ha tratado como una marginal y después de todo quiere verme.
-Discupe la molestia... Pero tenemos ordenes de llegar con usted... Sabe, tenemos familia a quienes alimentar. Con este invierno tenemos que dar sustento y si no acatamos ordenes no podremos dar los suficiente para satisfacer a nustros hijos.

Ella guardó silencio por un instante pensando muy bien que hacer. Después de un par de segundos decidió.

-Está bien. Solo esperen unos minutos a que me prepare.

Pasado el timpo, Claudia subió a un carruaje que habían llevado, probablemente el mismo mensajero, púes notoriamente los guardias tenían caballos a parte.
Y así emprendieron un pequeño viaje, ya que... No quedaba demasiado lejos en un viaje a caballo.

Cuando llegaron, escoltaron a Claudia por los largos pasillos de un gran palacio. Claudia reconocía muy bien todos los pasillos, pues pasó toda su infancia por esos mismos pisos de mármol y candelabros de oro.

-Puedo continuar desde aquí sola - les dijo a los guardias de una manera perspicaz.

Ambos obedecieron y se marcharon. Claudia se quedó sola en un largo corredor con muros con tapiz color carmesí con algunos acabados florales de color dorado y unos enormes cuadros con marcos de oro y plata.

Caminó hasta llegar a un gran portón en el cuál jaló un modesto lazo que hizo sonar una campanilla.

-Debe ser el ministro... ¡Aganlo pasar! - se escuchó una voz famenina con gran autoridad.

El portón se abrio con un gran estruendo dejando ver a Claudia a una mujer que apenas le empezaban a asomar unas cuantas arrugas.
-Eres tu Claudia - se levantó del elegante trono con una sonrisa en el rostro -. Me he de retirar. Sí llega el ministro haganlo esperar, no tardaré - un chambelán la tomó delicadamente de la mano para ayudarla a bajar del umbral.

La reina se acercó a Claudia abriendo los brazos, sin embargo Claudia se apartó en un instante.
-Hija mía. Me alegro de verte.
-Ni en lo más mínimo - contestó Claudia.
-Lo que he hecho fue para proteger el reino - puntualizó la reina.
-¿De mi, a caso?
-Lo que fue pasado se queda en el ayer. Carlotta. Ahora necesito de tu ayuda, y es una gran decisión que debes de tomar.
-Dime Claudia - la corrigió -. Por favor, dime de una vez el motivo por el cuál me has mandado a llamar.
-Verás hija mía - la reina gesticuló con ambas manos y mientras caminaba, Claudia la seguía -. Quiero que te hagas cargo de una orden.
-No, espera... No puedo hacerlo.
-¿Porqué no?
-No estoy hecha para eso...
-Ya aprenderas...

Bajo la LunaWhere stories live. Discover now