Utopías Malditas

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Utopias malditas

Utopías malditas

-Estoy arto de ser el mismo escritor, no me gusta escribir ya sobre la belleza del mundo, ya se que las flores son bellas, las musas me atraen y la vida es el motivo para enamorarse, al hacer el amor con esa persona que amas es el motivo de la vida, ya estoy harto de escribir sobre lo que todos ya saben, mi imaginación es débil, no soy creativo. Al final o a tiempo te das cuenta que lo que vale es tener a alguien que este a tu lado hasta el día de tu muerte, ayudar a madurar a alguien es bueno y la ayuda espiritual ya existe, para eso están los religiosos. Estoy harto de no tener imaginación y peor aun ver como los demás escritores presumen de sacar sus novelas y sus libros de poesía a la venta y ni uno de los míos es vendido como best seller, ni siquiera aquí donde vivo, ha de ser problema de la editorial o tal ves mis escritos no son tan buenos.-

-¿Y no has intentado escribir algo que sea más apto para el público?-

-Es que ese es el problema ya la gente sabe lo que escribiré y es por eso que hasta mi nombre ya es tachado como el ser menos creativo que existe en esta ciudad, me siento derrotado, la tristeza me llena el alma, para mí la literatura lo es todo y no poder avanzar me mata, me esfuerzo al infinito por ciento y no creo que a alguien le importe si desaparezco.

Espero que no te sorprenda si me...-

-Permíteme un momento-

El teléfono de Susan comenzó a sonar

-Hola?, ha si todo está bien estoy con un amigo, si, con Asimetra, no, no interrumpes nada-

El rostro de Asimetra fue de desilusión por que a su amiga parecía no importarle mucho lo que el estaba a punto de decirle, se enojo y partió de aquel café; mientras su amiga quedo en encontrarse con otra persona en aquel mismo lugar.

Asimetra llego a casa, encendió la luz incandescente que tanto le gustaba para escribir sus obras, coloco la máquina de escribir, la lleno de papel y comenzó a escribir una carta pos mortem, en su cuarto, sencillo y encerrado tras el grueso madero de la puerta y ante las ventanas de madera de su apartamento, escribía...

No haría un pacto con el diablo ni para ser el mejor escritor del mundo pero tampoco rogaría a Dios por mi vida, creo que me he exigido el máximo y no puedo seguir en esta situación, creo que la teoría ya está definida y creo que no puedo seguir en esta situación tan lamentable, dejo mi máquina de escribir y mis escritos anteriores a nombre de todo el público, quiero que sean gratuitos, tal ves así llego a ser leído por alguna persona en especial...

Cada tecleada le resonaba en el pecho al tener un pensamiento único.

La saco de la máquina de escribir la firmo y la metió en un sobre, y tenían como última voluntad ir a una radiodifusora, entre ella estaban sus escritos, mas de tres libros que nunca alcanzaron la fama por haber pasado desapercibidos ante el público.

Asimetra derrotado por su vida profesional se encontraba entre la espada y la pared, entre el miedo y la decisión, entre la tristeza y el fin de su luto literario y creyendo que nunca se superaría; colgó una soga en las vigas de su cuarto y le hizo el nudo final para ahorcarse, se paro en una silla se coloco la soga en el cuello; Tras pasar minutos enteros sin tener algún pensamiento alguno, voto la silla a propósito y mientras se ahorcaba dijo sus últimas palabras...

-¡Verbbbbbba! Volanttttttt!, ¡scrippppppppppptaaa! ¡Manenttttttt!- lo decía en tono gutural y desgarrador (Verba Volant, Scripta Manent).-

En ese instante mientras la sangre ceso su paso hasta el cerebro y la soga le apretaba la garganta y el ser parecía decorticado; ante el apareció una entidad el cual el creía que era producto de su mente y por la falta de oxigeno y de sangre en el cerebro.

Utopías MalditasWhere stories live. Discover now