—¿Tienes un cuchillo?

Asentí lentamente con mi cabeza, nerviosa de lo que el intentará hacer.

—Búscalo.

Corrí hasta la cocina en busca de un cuchillo, cuando lo encontré volví a la sala. Drac había logrado sentarse pero su herida no dejaba de sangrar.

—¿Ahora qué?

Sus ojos se fijaron en el cuchillo y luego en mí.

—¿Confías en mi?—preguntó seriamente.

En otra ocasión me habría reído hasta llorar.

—No—confesé sincera.

—Buena elección—sonrió vagamente—Porque yo tampoco. Lo que vamos hacer ahora, me va a doler más a mi que a tí.

Observó el cuchillo entre mis pequeñas manos. Oh dios. No puedo hacerlo.

—¡No puedo hacer eso!—dije tan pronto me dí cuenta de lo que planeaba hacer.

—Calmate, Sullivan—sus manos tomaron mis muñecas—Todo va a estar bien. Ahora, respira.

Respiré, su mano guió a la mía hasta un pequeño orificio sangrante en su pecho. El cuchillo apenas rozaba su piel.

—Cálmate—me alentó—Concéntrate, Sullivan.

Respiré profundo sintiendo como el aire se me era insuficiente.

—¡Maldita sea!—Drac dejó salir un gruñido acompañado de unas cuentas palabrotas mientras se retorcía de dolor.

Logré sacar la primera, aún faltan dos. El lado bueno, que en realidad no se si es un lado bueno, es que las balas estan superficiales.

—¡Muy bien, Sullivan!—dijo con el poco aliento que le quedaba—Faltan dos.

Cuando logré extraer las dos restantes, la sangre que había perdido era enorme, finalmente curé su herida y la vendé. Su cuerpo estaba sudoroso y su respiración era irregular. Sus ojos estaban cerrados dejando ver sus pestañas mas largas.

Acababa de ayudar al asesino de mi padre, si el supiera, estaría muy decepcionado de mí.

Limpié todo el apartamento sin dejar rastros de lo que había sucedido, lavé mis manos y guardé el botiquín. Cuando salí lo encontré sentado en el sofá con un cigarrillo entre sus labios.

—No creo que eso te ayude a sentirte mejor—comenté refiendome al cigarrillo.

Sus ojos me observaron. Sacó el cigarrillo de su boca y expulsó el humo.

—La verdad si.

Me quedé esperando algún agradecimiento de su parte pero jamás pasó.

—¿Por qué asesinaste a esos hombres?

El cigarrillo volvió a sus labios.

—No es tu problema—dijo con frialdad.

—¡Claro que es mi problema!—bufé alzando mis brazos desesperada—Estoy involucrada en esta mierda.

—¿Me estabas siguiendo?¿cómo supiste donde estabas?

—Me confundí de baño y escuché ruidos—mentí.

—Estás mintiendo—achicó un poco sus ojos—¿Por qué me ayudaste?

Me senté a su lado. Me hacía la misma pregunta desde que entró al apartamento.

—No lo sé.

—¿Por qué no te alejas de mí?—preguntó esta vez con seriedad—¿Por qué no me temes?

DRAC© [1] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora