El día que Kirishima explotó

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- ¡Te lo dije, era él, era su amado!

La niña empezó a saltar, literalmente, sobre el sofá, riendo emocionada en cuanto llegó al final de la novela. Pese a su hermetismo, el joven que se hallaba sentado a su lado no pudo evitar sonreír. Aunque desde el principio no estuvo de acuerdo con la idea de que una niña tan pequeña leyera ese tipo de cosas (ya tenía casi doce, pero el buen niichan la veía aún como si se tratara de una infante), Yokozawa Takafumi no pudo evitar sentirse como su padre al verla tan feliz por algo tan simple. Aunque, lo más correcto sería decir... como su madre... ya que...

- Vaya, vaya... Creo que Yoko-san se encargará de limpiar ese mueble a partir de mañana por dejarte hacer este tipo de travesuras...

...el verdadero padre de la niña era el hombre apuesto que acababa de entrar hacía dos minutos, y que los había estado observando en silencio. En cuanto escuchó su voz, las mejillas del morocho se tiñeron de rubor y se puso de pie, en un vano intento por ocultar sus nervios.

- Niichan y yo leíamos la novela, papá.

- Lo sé, me la hiciste comprar en cuanto te enteraste de que se trataba del original de ese anime que pasan desde hace cien años...

- ¡No exageres! - Hiyo lanzó una carcajada y lo abrazó por la cintura. Hacía un año que ya había sobrepasado la altura de sus piernas. Kirishima la rodeó con sus brazos, pero sus ojos se fijaron en Takafumi. Le sonrió dulcemente, pese a no ser correspondido.

- De acuerdo, de acuerdo... Solamente desde la época en que yo ya era un adolescente y Yoko-haha recién venía al mundo - el aludido dio un respingo. Solamente se llevaban unos dos años de diferencia, pero a Kirishima Zen le encantaba hacerle recordar que era el menor de la relación que ambos mantenían.

- No le digas así - la pequeña lo soltó y fue corriendo hacia el joven. Él, pese a que seguía incómodo e intimidado por la presencia del otro, acarició su cabecita, regalándole a ella sí una tierna sonrisa.

- Olvídalo, no importa lo que tu padre diga... Yo seré siempre tu niichan - ella lo abrazó con fuerza y luego le pidió que se inclinara para darle el besito de las buenas noches, con un gesto de su pequeña mano.

- ¡Así es! ¿Te quedarás, hoy, verdad? Para salir mañana sábado desde temprano a correr, con Sorata. Papá siempre es un dormilón, nunca quiere acompañarnos - la propuesta era tentadora, pero el joven se la pensó un buen rato, ya que la acción de quedarse implicaba un enorme "¿DÓNDE?, EN LA HABITACIÓN EXTRA, ¿VERDAD...?", expresado aún mentalmente con un terrible escalofrío. Por fin, derrotado por la mirada suplicante de la niña, asintió. Y ella, emocionada, volvió a besar su mejilla, lo abrazó, corrió hacia Kirishima, hizo lo mismo, y luego marchó hacia su habitación, con Sorata en los brazos. La sala quedó en silencio.

Kirishima no dejaba de mirarlo fijamente, y eso lo puso aún más nervioso. Tanto, que tuvo que darle la espalda. El castaño sonrió divertido al verlo de esa manera, mostrando su interior y sus sentimientos, que eran definitivamente muy blancos y nobles, de manera inconsciente, aunque sus intenciones fuesen contrarias a la realidad.

Es que, solamente alguien tan inocente como Yokozawa podría haber amado por tanto tiempo a un imposible... sólo para verlo y saberlo feliz. Sin esperar nada a cambio, aunque hubiera intentado demostrar lo contrario.

- Gracias - Takafumi volteó al escucharlo, sonrojado, pero un poco más tranquilo - Hoy... en verdad, no iba a llegar temprano. Lamento si te hice perder algún compromiso...

Papaíto cara largaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora