Chocolates para San valentín

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-De acuerdo, nos vemos mañana en la escuela- se despidió ella y el niño se marchó.

Estaban sentados en la hierba del patio de la casa de Desdémona, la niña estaba casi todo el día sola pues su padre trabajaba, así que la mayor parte del tiempo Gabriel estaba junto a ella haciéndole compañía.

Se veían en la escuela y luego, tan pronto como su padre se marchaba, él corría a casa de Dee.

-¿Cómo te hiciste esto? – preguntó Gabriel poniendo una bandita en una herida en la frente de la niña.

-Digamos que el partido de básquet no salió muy bien.

-Todos estos golpes y cortes, ¿te los hiciste en el partido? Parece más bien producto de alguna pelea, ¿peleaste con alguien Dee? – le preguntó al tiempo que ponía otra bandita en su rodilla.

-Hagamos un trato, yo no pregunto por tu golpe y tú no preguntas por los míos- sugirió ella señalando la mejilla moreteada del niño.

-Le dije a mi padre que quería participar del concurso de pasteles...y bueno...la idea no le gustó – explicó bajando su tono de voz.

-Yo me peleé con las niñas del equipo contrario-confesó ella

-Ya veo , luego dicen que a vida de los niños es fácil -dijo él y se acostó sobre la hierba cruzando los brazos tras su cabeza.

-Gab...tengo una idea –dijo ella recostándose a su lado.

-¿Qué es?

-¿Qué tal si yo participo en tu nombre? Tú haces el pastel y yo pongo mi cara... aunque no puedas decir que tú lo hiciste te sentirás feliz cuando ganes, ¿verdad?

-Dee, ¿estás tan segura de que puedo ganar?

-Claro que sí, yo creo en ti- le respondió y la sonrisa de él fue tan grande que apenas le cupo en la cara.

-Entonces es un hecho...¿qué pastel harás?

-Uno de fresas. Tengo el dinero de las veces que trabajé cortando el césped para pagar los ingredientes.

-Mañana vamos a inscribirnos – propuso ella.

-Dee...

-¿Sí?

-Gracias.

La tarde anterior al concurso Gabriel preparó el pastel en casa de Dee, luego ella fue la encargada de llevarlo al concurso. Se puso sus mejores galas, es decir, el único vestido que tenía, cepilló con esmero su cabello castaño y se lo ató con un lazo rojo, del mismo color que las fresas que decoraban el pastel.

Luego su padre la llevó, ella había pedido su ayuda, él siempre estaba ocupado con el trabajo pero adoraba a su hija y hacía todo lo posible por criarla bien aunque llenar el espacio de una madre era imposible.

Dee se puso nerviosa cuando los jueces se acercaron, sabía que era difícil que creyeran que ella lo había hecho, pero por el bien de Gabriel tenía que convencerlos, así que respondió con seriedad sus preguntas. Había memorizado los ingredientes y había estado con él cuando lo preparaba, así que no fue difícil.

El resto del trabajo lo hizo el maravilloso sabor de las creaciones de Gabriel, los jueces se deleitaron y le otorgaron el primer premio.

Dee buscó a su amigo con la mirada, se suponía que debía estar allí, entre el público, pero no estaba. La niña se sintió desilusionada y tan pronto terminó la premiación se fue a buscarlo.

Lo encontró sentado en la puerta de su casa, con la mirada cargada de tristeza.

-¡Gabriel ganaste! – le dijo mostrándole la medalla que le habían dado.

Historias románticas cortasWhere stories live. Discover now