Esto no podria ir peor

¿Qué es ese ruido que captan mis oídos, que osa despertarme?

El despertador, cazurra.

¡Oh! Se me olvidó deciros que oigo voces. Siempre me llevan por el buen camino en esta espléndida vida que me ha sido otorgada.

Se llama consciéncia, mema. Y deberías de ir levantándote ya, ¿o quieres que Fluffy te despierte otra vez?

Oh, oh. No. Fluffly es mi perro, es un American Pit Bull Terrier. No tiene tres cabezas ni protege una piedra filosofal, pero es gris y le quiero mucho. Menos cuando me lame toda la cara por las mañanas, cuando Dalma le avisa para que lo haga. Dalma es la ¿criada? no, suena muy crítico, más bien seria la asistenta de la casa; tenemos dos asistentas y cuatro hombres de la limpieza.

Me levanto y bajo a la cocina. Por las escaleras me encuentro a Fluffy, que como puedo ver, ya iba a despertarme con sus lamidos. En la isla de la cocina, Dalma ya ha preparado mi desayuno. Me bebo el zumo de uva, me como el sandwich, y por último me bebo el
vaso de leche con Cola Cao; no me juzgueis, nunca se es demasiado mayor para tomar Cola Cao.

Subo a mi habitación, la cual está en la segunda planta de la casa; en total hay tres pisos, en el primero está el comedor, el salón, un baño, el despacho de mi madre y una biblioteca (lo sé, tengo muchisima suerte); después en el segundo piso está mi habitación, con un baño y un vestidor para mí, la habitación de mis padres, con su baño y vestidor también, y después hay dos habitaciones de invitados que comparten el baño, y por último, pero no menos importante, el tercer piso, que tiene un gimnasio, con todas las maquinas necesarias, hay otra sala que usamos como mirador y es donde yo voy a escribir y dibujar.

Entro a mi habitación y, no sé ni como, llego al baño, haciéndome sitio en el desorden que compone mi habitación; sé que pensaréis ¿por qué tiene la habitación desordenada si tiene a cuatro personas que limpian y ordenan la casa? Pues la respuesta a esa pregunta es que mi madre les dijo que no ordenaran mi habitación, que solo la limpiaran, como pudiesen, para que asi aprendiera a ser más ordenada, y creedme, ya he probado el soborno, pero no funciona. Entro al baño, me hago una coleta, me lavo la cara y los dientes. Luego, voy a mi vestidor, cruzando toda la habitación; cojo un conjunto casual, compuesto por unos jeans altos y rasgados, una camiseta retro de Iron Maiden y mis Vans Old Skool negras. Me visto y vuelvo a mo baño a maquillarme un poco; no suelo ponerme mucho maquillaje, pero bueno, me gusta acicalarme. Me maquillo, me suelto el pelo y le hecho espuma.

Ya solo queda media hora para que empieze el instituto. Así que decido tumbarme y mirar las redes sociales. Reviso Instagram, Twitter y Snapchat.

De repente oigo sonar mi telefonillo. Es un telefono fijo en la pared, desde donde me pueden llamar por los otros telefonillos que hay repartidos por la casa; hay uno en cada sala. Tal y como ha sonado, con ese ritmo, significa que tengo que bajar al coche, es el chofer quien me llama. Me guardo el móbil en el bolsillo trasero del pantalón, cojo mi mochila y bajo a la entrada. Allí, en una mesa, estan mis llaves y mi desayuno. Cojo ambos y los pongo en mi mochila.

–¡Adiós! –digo en lo que cierro la puerta.

Me dirijo al coche; me subo, dejo la mochila a un lado y me pongo el cinturón.

–Hola Jeff –saludo al chófer.

–Hola Goldie –me dice él. Ya nos conocemos desde que era pequeña y hay confianza, asi que ya no hace falta que me hable como a mi madre, super educada y respetuosamente. Encima, me incomoda que me hablen asi.

Miro por la ventana el recorrido que ya me es tan familiar hasta el instituto. Me despido y me bajo del coche.

–Primer día de clase allá voy –digo empezando a encaminarme hacia dentro de la escuela. En lo que empiezo a andar me choco con una chica y se cae al suelo.

Joder, que mala suerte. Este no es un buen comienzo.

Cállate. La ayudo a levantarse, me mira sorprendida y me pide perdón.

–No, lo siento yo por tirarte –digo preocupada.– ¿Estás bien?

–Sí, sí –dice rápidamente sin alzar apenas la mirada.– Adiós.–y se va.

Que raro, pienso. Nunca nadie me habia tratado así, y no me gusta nada; odio que me tengan miedo. Enseguida me olvido de lo que acaba de suceder y me vuelvo a encaminar al instituto. Veo como la gente me mira de reojo y comenta cosas. Sé que no tiene porque tener relación conmigo, pero así es como parece.

Delante mío tengo los pasillos donde estan las taquillas, que se encuentran abarrotados de alumnos, algunos ansiosos porque es su primer año y otros aburridos porque ya es su último, como yo, sin embargo yo estoy normal.

Al ver la de gente que hay, decido quedarme un rato fuera hasta que baje la marea de gente. Cuando me giro para irme, me choco con un chico, piso mal el suelo y me caigo encima suyo, arrastrandonos a ambos al suelo.

Esto no podria ir peor.

Solo fué una bromaWhere stories live. Discover now