No hay tiempo III: Esperaré...Hasta que te encuentre

Aprendiendo a reír y ser feliz

Lo primero que sintió fue el dolor de Tim, no solo el dolor emocional, sino que también el dolor físico que sintió al morir, cerró sus ojos aferrándose al pequeño cuerpo del chico y vio como había muerto, los golpes a manos de su padre, lo pateaba en el suelo y botaba sangre por la boca, es como si él estuviera en el cuerpo del niño y sintiera su miedo su dolor reviviendo una a una las escenas, el padre del niño golpeó la cara con sus puños, después cuando este calló al suelo comenzó a patearle las costillas, sintiendo como se quebraban y crujían una a una, se incrustaban en sus pulmones astillándolos y rompiéndolos, la sangre comenzaba a filtrarse en su interior ahogándolo con su propia sangre.

Evan se aferró más al pequeño cuerpo del niño sintiéndose tan asustado como él lo estaba a la hora de su muerte, los recuerdos no pararon allí, siguieron más atrás en el tiempo, viendo como trabajaba a diario, de sol a sol en las calles, recuerdos de cuando pasaba por fuera de los colegios y soñaba con ingresar allí, o por los parques y veía a los otros niños jugar sintiéndose ajeno a ellos.

Lo único que le motivaba a continuar así era su madre enferma quien necesitaba de medicinas y sus hermanos pequeños, rogaba porque ellos no pasaran las mismas cosas que a él le tocaban incluso prefería que su padre lo golpeara a él antes que a ellos, por eso es que trabajaba tanto, para que sus hermanitos fueran a la escuela, su madre pudiera seguir viviendo y su padre no lo golpeara ya que si lo golpeaban debería dejar de trabajar un tiempo para recuperarse y él era el único sustento de su familia.

Después de ver todos y cada uno de los detalles de la vida de Tim, Evan por fin pudo soltar su abrazo delicadamente, temiendo que al soltarlo fuera a romperse, ahí tan pequeño y tan frágil, aunque ahora se sentía muchos más liviano como su Evan se hubiera llevado parte de su dolor con él.

Evan sintió una punzada en su pecho, tantas cosas que debió pasar el pequeño niño sin poder disfrutar de su niñez, teniendo que ser un adulto y sin poder disfrutar de su vida, de su infancia ni siquiera de una caminata por el parte y un helado, una conversación o el cariño de sus padres, nada, absolutamente nada de las cosas que un niño normal suele hacer.

Tomó al niño de la mano y comenzó a caminar por el parque, le enseñó algunas de las cosas que había aprendido en sus tantos libros, sobre la vida, las plantas, los árboles, los pájaros y lo que se le pudiese ocurrir y de lo que el chico preguntaba mientras caminaban y daban vueltas hasta llegar cerca de un parque.

-Sabes, nunca he entrado a un parque –Le dijo Tim con cierta vergüenza

-Nunca es tarde, podemos ir, es más vamos a ir y pasearemos por todos aquellos lugares que nunca has visto

-¿De que sirve si estoy muerto ahora? Contestó el niño

Evan pensó algunos momentos sobre la pregunta de Tim, por una parte tenía razón, no haría diferencia entre la vida y la muerte el hecho de pasear por e parque, pero definitivamente si haría una diferencia para él aunque sea en la muerte poder hacer algo como un niño común y corriente.

-He estado muerto durante mucho tiempo, quizás no de la misma forma en la que estoy ahora, pero definitivamente he estado muerto y déjame decirte que nunca es tarde, siempre puedes hacer algo por ti mismo y cuando menos lo esperas llega eso que te hace sentir vivo –Algo en su interior le hacía creer que así era, que en su muerte aun así tenía cosas importantes-.

-Está bien si me acompañas entonces –Declaró el niño con ilusión en su rostro.

Caminaron juntos hasta el parque y allí el niño jugó un rato mientras Evan lo observaba y aunque el chico ya estuviera muerto, él se preocupaba de que no fuera a caer, pero a lo lejos vio unas luces de distintos colores y pensó que esa sería una buena aventura para el chico, quizás allí habría un circo, una obra de teatro o algunos otros juegos de los que podría disfrutar.