—Hmm ¿casi la mitad?

Oh Dios Mío, me va a dar un derrame. Me va a dar.

—¿La mitad? —chillo y mi cara se drena de sangre—. Oh por Dios, ¡María José! ¡Este libro no es para niñas!

—Lo sé, algunas cosas no las entendí, es bastante confuso.

Llevo mis manos hasta mi rostro y me cubro. ¿Qué carajos voy a hacer con esta niña? No puedo creer que esté leyendo esos libros. Debo esconderlos o dejarlos bajo llave.

¿Quién en el mundo tiene que dejar bajo llave sus libros?

En serio, mi hija realmente me sorprende cada día.

Hablando de sorprender, donde habrá dejado el libro de Megan. Debo encontrarlo y si no apreciara tanto un libro, lo quemaría, sólo para asegurarme que mi hija no vuelva a leerlo.

Jesús, voy a condenarme.

Hoy Majo me acompaña nuevamente al trabajo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Hoy Majo me acompaña nuevamente al trabajo. Estas vacaciones de invierno apenas empiezan y ella ya desea volver a clases. Odia estar en casa sin hacer nada.

No vi a Esteban esta mañana al llegar, pero le dejé uno de mis buñuelos y hojaldras con katerine, junto con una nota de agradecimiento por los chocolates de ayer.

Me concentro en mi trabajo y en lo mucho que hemos avanzado, y en lo que todavía queda para solucionar. Los despachos a La Riviera ya están coordinados y tenemos dos nuevos conductores con vehículos adecuados para el transporte de la mercancía. Majo se concentra en los productos lácteos que tienen fecha vencida y yo en las bebidas.

Para la hora de almuerzo, tenemos casi todo listo de esta área y el inventario está quedando al pelo. Majo bebe una leche chocolatada mientras yo camino hacia el teléfono para pedirle a Felipe, mi nuevo asistente, que nos ayude con el almuerzo.

—Hola.

Me sobresalto al escuchar la voz de Esteban a mi espalda. Me volteo y le sonrío.

—Hola.

—¿Están listas?

—¿Listas? ¿Para qué?

—Vamos a almorzar, tenemos —mira su reloj y vuelve sus impresionantes ojos hacia mí—, cuarenta minutos para ir y comer algo fuera.

—¿Fuera?

¿Qué carajos me pasa? ¿acaso voy a repetirlo todo?

—Sí, Majo me dijo que le gustaría comer en la cafetería de la señora Vélez. Hoy tiene puré de papa.

—Al parecer mi hija te ha dicho mucho.

Su sonrisa crece un poco más y lo mitro sospechosamente.

—No todo lo que quería oír, pero, creo que puedo preguntárselo directamente a la persona que quiero.

—¿Estás hablando de mí, verdad?

—¿A quién más querría? —pregunta en voz baja. Jesús, ¿acaso eso fue un escalofrío?

—Oh por Dios, ¿estás coqueteando conmigo?

Camina un poco más cerca de mí, y puedo sentir el calor de su cuerpo dirigirse al mío.

—Puede ser —susurra cerca de mi oído—. ¿Quién no querría hacerlo? Eres demasiado hermosa.

—Siempre respondes sin ser concreto.

—Tal vez —dice y lo fulmino un poco.

—¡Esteban! —grita Majo y se abalanza hacia él—. ¿Qué haces aquí?

—Vine por las dos, iremos a comer donde la señora Vélez.

—¿De verdad?

—Sí.

—¡Hoy es día de Puré!

—Lo sé, deberíamos irnos ya, antes de que se acabe. —Me mira con una sonrisa y el aleteo que surgió en mi corazón apenas y escuché su voz, se intensifica.

¿Qué está pasando?

Un Deseo Para NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora