Capítulo 6

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Día 1

Lorena

—¿Para mí? —pregunto confundida.

El repartidor asiente, con aire cansado y aburrido. Frunzo el ceño y recibo el paquete que me ha extendido apenas y abrí mi puerta. Esto es extraño, nadie me envía cosas. Nadie, no desde... Javier.

—Firme aquí, por favor.

Hago lo que me pide y cierro la puerta apenas y se aleja. Sacudo el paquete, por el sonido son varias cosas pequeñas dentro del mismo. Majo viene corriendo y se detiene cuando me ve dudosa con el regalo en mis manos.

—¿Qué es?, ábrelo ya mami.

—Vale, si lo pides tan amablemente, por qué no.

Rueda los ojos y muerdo mi labio para no reír por lo graciosa que luce. Camino hasta la sala y me dejo caer en el sofá, seguida por Majo, para abrir el presente. Al hacerlo, jadeo cuando veo una caja de varios chocolates blancos. Mis favoritos.

Dios, había olvidado comprar chocolate blanco.

Hace días que no comía una de estas bolitas de exquisito chocolate.

—Mier... coles —murmuro, intentando corregir mi casi error frente a mi hija—. Estos tienen krispis.

—Los que más te gustan. ¿Quién los envía?, ¿tienes un admirador?

—No. No lo creo.

Busco en la bolsa de papel por alguna tarjeta y encuentro una muy pequeña. La tomo y leo el corto mensaje.

Para un terminar un exhaustivo día de trabajo.

Esteban.

—Son de Esteban.

—Oh, Esteban me agrada, es lindo. —Me vuelvo hacia Majo que sonríe hacia los chocolates.

—¿En serio? Un día con él y ya te declaras su fan. La gente dice que es un poco cascarrabias. —Eso fue lo que me dijo Clara, que lo escuchó de su grupo de lectura, que lo escucharon de sus esposos y de cada lugareño en este pueblo.

Esteban no es uno de afuera problemático, pero es un poco gruñón y distante.

—Es porque está solito mami, no tiene a nadie a su lado. Además, trabaja como una mula. Obvio que va a estar amargado.

—No voy a refutar eso de trabajar mucho, el hombre es como una máquina.

—Eso habla muy bien de él, es muy responsable. Además de guapo, y forrado de dinero.

Levanto una ceja y miro dudosa a mi hija. —Te estás tomando muy en serio eso de ser su fan.

—Ya te dije que me agrada, te ha enviado chocolates.

—Lo cual es raro.

—Es romántico y lindo.

—¿Romántico? ¿Otra vez estás leyendo mis novelas a escondidas? —pregunto, me llevo un chocolate a la boca y le entrego uno a mi hija.

—Sólo esa de la chica que tiene una fresa untada de chocolate en la portada —responde y escupo mi chocolate.

—María José Bermúdez Zapata —grito y me levando bruscamente, corro hacia su cuarto y busco el libro de Megan Maxwell.

Jesús bendito, este libro tiene demasiadas escenas no aptas para una niña de diez años.

—¿Hasta que capítulo leíste?

Un Deseo Para NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora