«¿Ah sí?»

«Yo iré donde vayas tú» me respondió con seguridad levantándome la cabeza para clavar sus orbes marrones en mis ojos

«Y yo iré donde vayas tú»

«Entonces, estamos de acuerdo aunque no sepamos dónde ir, aunque es verdad que preferiría quedarme aquí...»

«Ya somos dos, nunca he vivido allí y me gusta la comodidad, no sé cómo podría vivir sin electricidad, sin televisión, sin agua corriente...»

«Te comprendo y además aquí, estoy segura de no dejarme atrapar por la magia, aquí no tengo ningún sitio que me haga pensar en Daniel, excepto su féretro...»

«No te dejaré hundirte, ¿ok?» dije yo acariciando su mejilla. ¿Quién podía creer que detrás de esa máscara de frialdad se encontraba una joven mujer llena de dudas, de incertidumbres, una persona normal, al fin y al cabo?

«Ok...»

Decidiendo dejar de lado esa conversación de momento, me levanté alzándola conmigo.

«Y si me dices dónde están los platos, los cubiertos y los vasos»

«Ok» asintió ella conduciéndome a la estancia adyacente a la que nos encontrábamos «están en ese armario»

«Super, en ese caso, ve a sentarte, yo me ocupo de todo» sonreí empujándola fuera de la cocina a pesar de sus protestas «no te preocupes, sé recalentar un plato, no voy a hacer explotar tu cocina»

«Nunca se sabe contigo» replicó burlonamente Regina caminando hacia la otra habitación.

«Te prometo que no haré explotar nada» le sonreí dando un beso en las comisuras de los labios, provocándole un gruñido de frustración

«Si no tengo el derecho de tocar MI cocina, quiero un beso de verdad, no algo como lo que acabas de darme»

Sonriendo divertida, la agarré por su fina cintura, pegándome a ella, para posar mis labios sobre los suyos durante algunos segundos antes de separarnos, pero parece que eso no era suficiente para ella, porque agarrándome por el cuello de la camisa, llevó de nuevo sus labios a los míos con fiereza.

«Así está mejor» susurró ella separando nuestros labios por falta de aire.

«Sí...» murmuré con un sonrisa, seguramente bobalicona, sobre mi rostro.

«Bien, ahora puedes ir a preparar la cena, te dejo marchar» me respondió separándose de mí, dando saltitos hacia la mesa, haciendo que mi sonrisa se agrandara en mi rostro. Tenía la sensación de estar descubriendo a una Regina Mills completamente diferente, una Regina más libre y no estaba mal, para nada. Solo me gustaría que todo el mundo pudiese verla como yo la veo, porque ella se lo merece.

La cena transcurrió de maravilla, no había quemado nada, lo que era algo bueno y eso pareció impresionarla, parece que de verdad cree que soy la peor cocinera de Storybrooke.

«No deseo moverme, me quedaría así para siempre» susurró con su cabeza en mis rodillas

«Y yo...»

«¿Te quedarías conmigo esta noche?»

«Pienso que se podría arreglar, voy a llamar a Ruby, ella se quedará a dormir en la casa»

«Genial» me respondió «¿crees que podré salir de aquí pronto?»

«Déjame hasta mañana, tengo pensado organizar una reunión en el ayuntamiento. Quiero sondear un poco a la gente para saber lo que podemos hacer y si es necesario, solo si es necesario, les contaré algo de tu historia, para hacerles comprender que no siempre has sido la que ellos conocen y que no solo pueden culparte a ti»

«Si pudieras evitar decir mucho sobre mí, te estaría eternamente agradecida» replicó con cierto tono ácido antes de levantarse para dirigirse a su habitación, dejándome sola en el sofá.

«¡Regina!» exclamé yo haciendo que se girara

«¿Qué? ¿Algún problema?»

«No huyas, no así, sé muy bien que no te gusta que los demás sepan cosas de ti, pero ¿cómo quieres convencerlos de que tú no eres solo la reina malvada sin eso? ¿Cómo quieres que te saque de aquí para poder criar juntas a Henry, para poder despertarme en tus brazos todos los días? Es la única solución que he encontrado, la única...¡No quiero continuar viniendo aquí a verte, mejor sería encerrarte en la prisión, allí al menos podría verte mucho más fácilmente! Pero si tienes otra solución, ¡venga, te escucho!» exclamé levantándome mientras que mis ojos se llenaban de lágrimas que intentaba rabiosamente enjugar con el dorso de la mano. Estaba al límite, todo lo que había pasado desde ayer ya había colmado la poca paciencia que me quedaba.

«Em'...» susurró ella acercándose a mí, tomando mis manos entre las suyas, atrayéndome hacia ella para abrazarme «lo siento, siento mucho que todo esto recaiga en tus hombros, que no pueda hacer nada para aliviar tu carga, debo ser la peor novia que existe, ¿verdad?»

«No, tú no eres la peor novia que existe, quizás tampoco seas la mejor, no lo sé, pero eres a quién yo he elegido, la que me hace feliz y eso me basta» le confesé

«Entonces si eso te basta, a mí también me basta» me respondió agarrando mi rostro y acercarlo al suyo, posando sus labios en los labios, pasándome todo su amor en ese beso, al menos es como yo lo sentí. Quizás ella no fuera perfecta para los otros, pero era perfecta para mí, y era todo lo que contaba.


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