Una llave encontrada, otra desaparecida

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Al escuchar mi despertador sonar por tercera vez consecutiva, decidí salir de la cama y me dirigí a la ducha para intentar despertarme, lo que funcionaba bastante bien.

Pero no pude tomarme mi tiempo porque apenas salir de la ducha, escuché el timbre de la entrada. Me puse el albornoz que cogí rápidamente y corrí hasta la puerta, intentando no resbalarme, cosa que conseguí con éxito, una verdadera hazaña.

«¿Re...Miss Mills? ¿Qué hace aquí?»

«Pasé por comisaria donde esperaba encontrarla, pero por lo que se ve le estoy pagando para que se queda en su casa...» dijo la morena pasando su mirada por mi cuerpo, solamente tapado con mi albornoz, poniéndome incómoda.

«Yo...me ha costado levantarme...por lo de ayer por la noche...»

«Henry se ha levantado y yo también...»

«Sí...Eso lo veo...¿Me necesita para algo?»

«De hecho sí, si pudiera entrar un momento»

«Ah...sí, por supuesto...entre»

«Gracias» resopló Regina mientras que yo me desplazaba para dejarla entrar y no pude evitar aspirar su perfume cuando pasó por mi lado antes de cerrar la puerta tras ella.

«Yo...¿Le sirvo algo...un café quizás? Porque creo que no es del tipo que bebe chocolate caliente a la canela, pero si quiere uno, no...»

«Un café estará bien» me interrumpió ella con una ligera sonrisa burlona en sus labios, parecía que le agradaba que yo no fuera capaz de pronunciar una frase completa.

Era necesario que me fuera a vestir rápidamente, detestaba encontrarme en una situación de debilidad y era el caso. Me di prisa en prepararle el café mientras sentía su mirada puesta en mí, casi tiré la taza cuando la iba a colocar en la encimera delante de mí.

«Voy a vestirme, tardaré unos minutos» dije yo finalmente antes de correr hacia mi habitación. Metí el diario bajo la almohada, no tenía ganas de que supiera que su diario estaba en mis manos, es más, era mejor que nunca se enterase.

Tras hacer eso, cogí rápidamente un suéter azul marino, un par de vaqueros negros, ropa interior del mismo color y me metí en el cuarto de baño, lo que hizo que tuviera que pasar por delante de la morena cuya mirada sentí en mí haciéndome temblar. Cerré la puerta tras de mí y me coloqué delante del espejo para intentar recobrarme, nunca había entendido por qué ella tenía tanto poder sobre mí, pero era frustrante. Cerrando los ojos, inspiré profundamente antes de expirar, intentando de esa manera calmarme, y todo hay que decirlo, funcionaba bastante bien.

«Bien, la escucho» dije un cuarto de hora más tarde cuando regresé a su lado, con un coletero en mis manos mientras intentaba atarme mis cabellos mojados.

«Bueno, podría ser que usted tuviera...razón a propósito de...ya sabe...anoche» dejó escapar medio molesta, medio incómoda de tener que confesar que yo podía tener razón sobre algo.

«¿A propósito de qué?» pregunté, no muy segura de comprender de lo que estaba hablando.

«De las llaves de las que Henry habló ayer, podría ser que una de ellas haya desaparecido y que Henry no sea el ladrón...»

«¿Me está diciendo que ayer me mintió?»

«No le he mentido, simplemente me he dado cuenta de ello cuando he puesto la que Henry me devolvió ayer en su sitio, quise contarlas y solo había 19 cuando debería haber 20»

«¿Las contó varias veces al menos?»

«Sheriff Swan, no soy estúpida, aún sé contar unas llaves. Por supuesto que las he contado varias veces, hasta 10 veces si quiere saberlo»

«Genial...» suspiré yo dejándome caer en la silla al lado de la morena, pero levantándome inmediatamente comenzando a dar vueltas de aquí para allá «bravo, ¡por su culpa ahora debo resolver este asunto de las llaves al mismo tiempo que el de la muerte de Katryn Nolan, que ahora pueden estar relacionados porque usted no es capaz de tener a recaudo una llave! ¡Si las cajas fuertes existen, es para eso!» exclamé yo sintiendo cómo el enfado crecía en mí sin poderlo detener.

«¿Usted cree que me agrada saber que un asesino se pasea por mi ciudad con un pase que le permite entrar en cualquier sitio? Dijo ella de la forma más calmada posible, aunque sentí algo de cólera tras sus palabras.

«Por supuesto que no» respondí intentando contener mi propio enfado para evitar que la situación se complicara, no era el momento de discutir con ella, aunque no me faltaban ganas.

«Entonces, ¿qué hacemos?» preguntó después de unos minutos de silencio.

«Vamos a comisaria a liberar a Mary Margaret, ya que habiendo desaparecido esa llave, se puede concluir que alguien intenta cargarle el muerto por algo que ella no ha hecho»

«Muy bien» suspiró ella intentando esconder en su rostro una mueca, veía que el que dejara libre a Mary Margaret no le gustaba mucho «¿y después?»

«Después, usted vuelve a su despacho, mientras que yo intento reparar su error. Y ponga esas llaves en una caja fuerte o en algo que se cierre con código, no algo que se abra con una llave»

«¿Me toma por una estúpida?»

«En absoluto, pero prefiero asegurarme de que las llaves no se pasean más, con una ya tenemos bastante»

«Ya que le divierte darme lecciones, tome, ocúpese usted de ellas» dijo sacándolas de su bolsillo para dármelas «así si alguna desaparece, no será mi culpa»

«Claro, como si no tuviera suficiente con mi trabajo, ahora tengo que hacer el suyo» suspiré yo cogiendo las llaves y metiéndolas en mi bolso que estaba sobre el mueble al lado de la puerta.


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