—Sí, la comida –habla entre dientes, sarcásticamente, mirando como empieza a devorar–. Realmente te llevaste la peor parte de todo esto –repite como cada vez que le ve–. Si tan solo ella no hubiera sido egoísta ninguna de las dos estaríamos aquí –camina hasta el espejo con líneas y gotas de sangre, mirándose el pelo rubio despeinado con el ceño fruncido–. O tal vez sí. Supongo que nunca lo sabremos –se ríe sin gracia, volviendo a acomodar los mechones rojos en su lugar.


—Estas siendo sentimental otra vez.


La voz tan ronca y rasposa hace que mire a la figura a través del espejo. Alza una ceja junto con una mueca de asco al ver como se para correctamente y lame los dedos llenos de sangre.


—Me compadezco de tu desgracia. Te recuerdo que yo no estoy siendo utilizada como un juguete.


—Nací para hacer esto –gruñe mostrando los dientes–. Nací para hacer esto.


La mujer rueda los ojos. —Ni siquiera tenías que nacer.


—Tu tampoco.


—Y vivo aceptándolo, vivimos aceptándolo –se cruza de brazos–. Si no lo hiciera, no estuviera ni tu ni yo aquí.



La sonrisa tan escalofriante que le dedica hace que la mujer vuelva a rodar los ojos.


—Es bueno saberlo, amor mío.


—Ugh –hace una mueca de falda repulsión ante el apodo cariñoso–. Como sea, ya terminé todos mis asuntos pendientes –arrastra los pies hasta estar cara a cara–. Y dentro de poco va ser hora de despertar.


La figura se mueve inquieta, soltando lo más parecido a un aullido. La mujer le regala una sonrisa sincera cuando divisa en los ojos negros un destello de azul normal.


—Pronto, mocosa, pronto.





— ¿Aisha, estas escuchándome?


Aisha parpadea un par de veces, mirando hacia Freya, quien tenía los dedos frente a ella, chasqueándolos. Su nariz se arruga ante el repentino recuerdo que aparece en su mente y no sabe porque se siente confundida.


Pronto.


—Ah, lo siento –murmura pasándose las manos en la cara–. Me duele un poco la cabeza.


— ¿Te duele? –se inclina sobre la idla, tocándole la frente–. ¿Quieres un poco de agua? ¿Ya bebiste tu medicina?


—No, gracias, estoy bien –sonríe a medias, mirando de reojo la cabellera negra en la esquina de la cocina–. Sólo estaba intentando comprender algo y mi cabeza empezó a doler, tal vez tengo migraña.

GHOST ➳ The Originals.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora