cuatro

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Pennsilvania, 1935.

325 días antes de la Masacre de Jerahmeel.




¡Lían! ¡Lían! —gritó desesperado, entró por la chirriante puerta y las maderas del piso sonaron bajo sus pies. El niño cruzó las habitaciones hasta llegar a su ángel. Lían se encontraba sentado sobre el sillón viejo, las paredes fueron decoradas con muchas cosas que Jimmy fue recogiendo de su casa.

El polvo de los viejos muebles se limpiaron y él fue lo bastante inteligente como para tomar varias sábanas y mantas de su casa para Lían. Los ojos de Jimmy se detuvieron en el hombre, que se encontraba limpiando las heridas profundas de su brazo. El torso de Lían era muy grande para Jimmy, a comparación de su cuerpo de niño le parecía el ángel más grande que pudo haber imaginado. Tenía muchos rasguños y cicatrices que calaban su curiosidad infame, las manos también las tenían y gran parte de la piel. Se acercó lentamente y el ángel prestó su atención en él, los ojos tenían la pupila tan dilatada que Jimmy entrecerró los propios para no imaginar cosas raras. Lían soltó el algodón cubierto de sangre en un plato sopero de lata, y le sonrió. Los colmillos puntiagudos solo causaron una gran curiosidad en él.

—Jerahmeel, ¿Qué traes ahí?—preguntó. El niño bajó la mirada y extendió el viejo bastón que le había pertenecido a un difunto abuelo de su padre. Este tenía el extremo en forma de pájaro, el cuerpo del animal se utilizaba para posar las manos, Jimmy sabía que era de bronce puro. Y le encantaba la forma en la que fue diseñado el animal. El bastón era de un color negro, suave y frío para sus manos cálidas y sudadas. Aunque consideró que no sería justo dejarlo olvidado en su ático mientras un ángel lo necesitaba. Las manos de Lían, frías y con las venas violáceas resaltando, tomaron el extremo del bastón, y lo observó con curiosidad—. Es bonito. Pero Jerahmeel, te dije que la vara de un árbol viejo estaba bien. ¿De dónde lo has sacado?

—Era de mi abuelo, Lían. Pero estaba guardado en el ático. No creo que mi madre se dé cuenta de que falta. Nunca le prestó atención a las cosas del ático.—Jimmy se encogió y miró las heridas de Lían. Se acercó y tomó un algodón con alcohol, mientras el ángel observaba el bastón más de cerca.—Lían... ¿Por qué tus heridas tardan tanto en sanar? ¿Acaso Dios no las cura de inmediato?

El ángel sonrió, y los colmillos relucieron blancos, los ojos resaltaron aquel color que Jimmy jamás había visto en ninguna persona. El cabello de Lían estaba despeinado, y su cuerpo estaba sucio, las telas de lienzo se estaban acabando y él no podía quitarle más a su madre. Su mirada infantil paseó por aquél fornido cuerpo, por la mirada rojiza y las manos grandes, algunas veces temía demasiado la existencia de su Ángel, siendo tan grande y fuerte. Jimmy se sintió un poco intimidado por su diminuto tamaño infantil.

—Dios me dio a ti de regalo. Tú me ayudas a curar, aunque —comentó, y tomó del mentón a Jimmy, el niño lo miró a los ojos, dejando de limpiar la herida del brazo. Su respiración se volvió pesada, y el más grande pudo acariciar su piel cálida—. También influye la sangre de Cristo, si bebo muy poco mi fuerza no vuelve. Y me curo como ustedes los mortales. La sangre de animal me mantiene vivo, pero no satisfecho. Pero no te preocupes Jerahmeel, estoy perfectamente.

—Perfectamente lastimado.—susurró con el ceño fruncido. Sus mejillas se tiñeron a un carmín y sus pecas relucieron, Jimmy estaba enfadado. Creía haber hecho mucho para el bienestar de Lían, y sólo estaba curándose como un mortal. Alguien como él—. Lamento no traer tantas botellas, pero...

—No pongas esa cara, mi Jerahmeel. Estoy agradecido con tu ayuda. Sabes que puedo sobrevivir un mes sólo con dos. Me sirve lo que haces por mí.—susurró. Sabía que no podía presionar tanto al humano, sus heridas se curaban muy lento, eran lo bastante graves y profundas, y la poca sangre que intentaba racionar muchas veces lo volvían loco de hambre. Sólo bebía un sorbo grande para aguantar dos días. Y la sangre de animal saciaba su sed de a poco. Él estaba seguro que necesitaba beber a un ser humano completo para volver a ser lo que era antes. Tal vez, si seguía así, de aquí a unos siete meses conseguiría las energías necesarias para salir. Ahora sólo era un cadáver inútil y tenía que recuperar fuerzas para vengarse de quien lo dañó de forma vil.—Ahora, vamos.—Lían se levantó y Jimmy tuvo que erguir la mirada para verlo. Envolvió las heridas con gasa y Lían se sostuvo de él unos instantes. Pasó sus manos por la cintura del ángel y este se sostuvo de sus pequeños hombros. Aquél era alto, de huesos grandes y piernas largas, el infante se tambaleó un poco pero pisó fuerte, apretando sus manos en el cuerpo del Ángel. No dejaría que algo le pasara.  Lían se sostuvo del bastón y caminó unos pasos con dificultad. Jimmy lo sostenía con fuerza, aunque para el ángel no era más que suave—. Suéltame Jerahmeel, intentaré yo solo.

Jimmy lo soltó y Lían se sostuvo del bastón, caminaba de forma lenta, y sostenía su abdomen herido. Las extremidades temblaban y Jimmy se adelantó, mientras se ponía en frente de Lían. Con rostro preocupado.

—Lían no creo que puedas solo.—se puso en frente, y colocó sus manos en el pecho de Lían. Este lo apartó y murmuró algo. Jimmy insistió esta vez, y quiso detener al ángel, tomó de las manos a Lían, y las sostuvo con fuerza, el suelo bajo ellos crujía violentamente, la madera podrida parecía rugir bajo sus pies y cuando Jimmy pisó con fuerza esta se quebró sin más. El pie de Jimmy resbaló y su sentido de la orientación se fue de él por unos segundos. Sus manos se tomaron con suma fuerza en Lían y este gritó aquel nombre del que tan acostumbrado estaba. Su cabeza se estrelló contra el suelo, el golpe produjo un sonido fuerte y los ojos de Jimmy se apretaron ante el dolor. Sentía que su cabeza era atravesada y le dolía. Abrió los ojos de forma lenta, el peso del cuerpo de Lían era mucho para él. Este estaba sobre su cuerpo, la tierra cubría su cabello. Los brazos del ángel se apoyaban a los lados de su cabeza y Jimmy posó sus manos en uno de estos, levantó su pelvis y sus piernas le dolieron con fuerza.

Se encontraba rodeando una pierna de Lían, atrapado entre el cuerpo del ángel, levantó su extremidad izquierda y pronto sintió el gran corte que se había hecho. Apretó con fuerza y las lágrimas crecieron en sus ojos, apresó la pierna de Lían y este gruñó cuando Jimmy empezó a desesperarse. El ángel se movió sobre él y sus piernas terminaron por rodear las caderas de aquél ser. Jimmy tomó con fuerza los hombros de Lían e intentó levantarse, cuando lo sintió.

De su cuello se despegó una gran astilla de madera rota, la sangre cubrió el objeto por completo y Jimmy gritó con fuerza esta vez. Sus manos volaron hasta la herida y tocó aquel corte ahogado en su propia sangre. De sus ojos destelló un río de lágrimas y gimió de dolor. Lían se incorporó un poco, Jimmy puso las manos en los hombros de aquel llamándolo.

—Me duele. Me duele.—chilló, Lían sostuvo su cabeza mientras abría sus ojos. Jimmy lloró con fuerza mientras gritaba histéricamente. Cerró los ojos mientras sentía la sangre descender. Su mirada se dificultó y abrió bien los párpados cuando observó a Lían quieto. Los colmillos volvían a relucir en sus labios, como dagas, como un terrible augurio que no podía ver,  Jimmy sintió un toque de miedo al ver las orbes carmesí de su ángel, ahí, en aquella mirada penetrante, intensa, tan rojiza que la sangre de su mano se confundía con aquella mirada. El rostro parecía hechizado. Jimmy lloriqueó, ladeando la cabeza cuando los dedos helados de Lían acariciaron la herida de su cuello, hundiendo sus dedos en la sangre cálida, roja, en el aroma a hierro. Los labios se Jimmy se abrieron, respirando como loco.

—Jerahmeel... Estás... Sangrando mucho.

Jimmy se sintió desfallecer cuando observó las pupilas de Lían dilatarse en unos segundos. Movió sus piernas, delgadas, pero sintió el peso de Lían como plomo, las heridas en sus piernas le dolían, le dolía terriblemente pero su Ángel no se quitaba de encima suyo. El infante se sintió chiquito, desesperado y angustiado cuando sintió el sudor en su piel, en su voz, frágil, quebrada. Los ojos claros de Jimmy miraron entre el llanto los dilatados de Lían. Su rostro había cambiado, y ya no parecía la misma persona, ya no podía notar su sonrisa, su mirada suave. Las sensaciones volaron en la mente de Jerahmeel con un frío asustadizo.

Y por primera vez no se sintió seguro a su lado.

—¿L-Lían?










MISERICORDIA: La masacre de JerahmeelWhere stories live. Discover now