De estación en estación: montaña de invierno

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Viñeta | Todo público | AU.

Resumen: Mairin parecía ignorar que su apariencia había dejado de ser la de una niña... y que ahora despertaba nuevas sensaciones en más de uno. ¡Literal, más de uno!

(¿Saben? Yo también me sorprendí haciendo esta segunda publicación en el día -aunque aquí estoy a una hora de que se acabe el mismo-. Hay dos motivos detrás de esto: el primero, y obvio, es la inspiración y la madre vagancia. El segundo es que escuchaba "Dos chicas para mí" de Pokémon; cuando terminen de leer entenderán qué tuvo que ver con la historia. Y eso noma' c:)

******** *** ********

—Enfermarás.

— ¿Qué importa? ¡Hemos llegado!

Alain presenció con incredulidad, y de paso sosteniendo la gruesa prenda de su amiga, cómo esta con una sola chaqueta y un gorrito de lana se lanzaba de espaldas a hacer ángeles de nieve.

Entrecerró los ojos y pensó con detenimiento: "¿las chicas de quince aún tienen energía para este tipo de cosas?". Él tenía dieciocho, no opinaría mucho al respecto, pero recordaba que a su edad perdió el interés por actividades similares.

Mairin reflejaba su niñez aún siendo adolescente y sin pena alguna.

—Venga, a ponerse el abrigo.

— ¡No! —rió.

—No te lo he preguntado.

La pelirroja de pronto se vio sentada y con la mullida tela sobre sus hombros. Hizo un puchero en protesta.

—Aburrido...

Él no rebatió. Había dado con su cometido, de todas formas.

Estuvo guardando en secreto lo que los padres de ella estuvieron preparándole por meses: su primer viaje al centro de esquí sin evidente supervisión. Porque, juraría, escondido habría algún adulto vigilándoles de cerca para que no les pasase nada.

Se debía a su decimoquinto cumpleaños. Por aquellas fechas el clima en París ciertamente era otro, pero por ese rincón de Francia cercano a las montañas heladas, y de hecho se encontraban en una cuya temperatura era contemplativa para los faltos de oxígeno, se vivía el invierno como el pan de cada día. Ahí viviría los primeros atisbos de independencia propia de su edad.

"Aunque será solo por el fin de semana", recordó distraído. "Con lo movida que es, ¿sobreviviré dos días?".

Se dijo tonto después. ¡Si pudo toda su infancia, esto no era nada!

— ¡Mira, mira este muñeco de nieve! ¡Es enorme!

El muchacho vio con pasmo que ya no estaba a su lado, sino a unos metros llamándole. Suspiró y se repitió que si se sorprendía por cosas así, no tendría cara qué poner cuando hiciese hazañas realmente impresionantes.

"Al menos se ha puesto el abrigo".

—No lo vayas a arruinar.

— ¡Claro que no! —replicó ofendida—. Ni lo he tocado.

"Te atreverías", corrigió en silencio.

— ¡Cuidado! —gritó un tercero.

Mairin volteó hacia su izquierda por acto-reflejo y de inmediato se cubrió de la bola de nieve que impactó en su brazo. Al abrir los ojos halló al responsable corriendo presuroso hacia ella, que a diferencia de la mayoría se caracterizaba por su oscura piel. Venía siendo seguido de otra chica, quizá su amiga.

— ¡Lo lamento! Misty lo esquivó y...

— ¡No intentes echarme la culpa, Brock!

Trató de poner un orden a lo que acababa de pasar, pero no lo consiguió con ellos discutiendo y haciéndole ruido. Y mientras se daba, Alain venía preocupado.

— ¿Estás bien?

—Sí..., no dolió.

—Oye, deberías tener cuidado —contestó serio al otro chico.

—Como digo, lo siento, no fue mi...

Pareció que la escena se detuvo brevemente en el tiempo, pues aquel se había quedado mirando a la quinceañera durante un buen lapso. Embobado. Ni ella ni Alain comprendieron el por qué, mucho menos el motivo por el que su acompañante se había palmeado la frente.

—Madre mía, por lo que más quieras, no...

— ¡Cupido ha tocado mi puerta y mira qué preciosidad ha puesto frente a mis rasgados ojos! —exclamó arrodillándose ante a la pelirroja, cautivado y confundiéndola—. Hola, mi nombre es Brock, he visto mujeres muy hermosas pero sin duda tú te llevas el premio: ¡mi corazón! ¿No quisieras esquiar conmigo en estas dunas blancas o quizá compartir una taza de chocolate caliente para entrar en calor? ¡Lo que se te antoje, yo te sigo!

—No quiere —respondió Alain en automático, interponiéndose. Luego se dirigió a la de cabellos naranjas—. ¿Es así de raro?

—Más o menos... —respondió riendo nerviosamente y tiró de la oreja al aludido—. Compórtate don Juan, ¡ya tiene novio!

— ¿Ah...? ¡Eh! ¿De verdad? ¿Por qué? ¡Siempre es así!

—No, ella no es...

— ¿En dónde está?

La que respondía al nombre de Misty había preguntado.

Alain, adivinando que su amiga ya no estaba a sus espaldas, volteó y la encontró contemplando los muñecos de nieve con fascinación. Su inocencia le impidió reparar en que acababa de ser víctima de acoso, de uno muy peculiar. Aunque no fue la única razón.

Los dos desconocidos pidieron perdón por la intromisión, o más bien Misty demandó a Brock hacerlo, y regresaron con el grupo con el que vinieron alegando que esperaban a amigos. A Alain en ningún momento se le pasó por la cabeza que entre ellos figuraba Ash, ¿pero cómo podría?

Encaminó sus pasos hacia Mairin y permaneció un rato observándola. Esta cuando se cansó volvió con él y se le abrazó contenta; tenía las mejillas sonrojadas por el cansancio.

—Oye, ¿quiénes eran esas personas?

—Nadie, se les pasó la mano mientras jugaban.

— ¿Y qué dijeron?

—Que... —habló, recapacitó, y controló su lengua—. Nada, solo lamentaron lo ocurrido.

—Que no dolió nada... En fin, ¿una carrera a la cabaña? ¡Te ganaré de nuevo, lento!

Ignorando lo tedioso que era correr en nieve se puso en marcha a riesgo de caer. Él se contuvo reír, no le vio el caso, pero le siguió.

Mairin no había sido descortés por no aceptar las disculpas directamente; en realidad no pudo. No entendió lo que decían, y es que desde que apareció el otro par habían dejado de hablar en francés. Estuvieron hablando en inglés, idioma que no perfeccionaba aún.

—Extranjeros —murmuró con obviedad y que fue bueno que Mairin no les tomara importancia. Por el contrario, tratar el asunto de si eran novios o no habría sido incómodo.

Pero si lo pensaba mejor...

— ¡Lento! —exclamó ella riendo y con los pies por fin fuera de la nieve.

Sí..., para aclarar sus sentimientos quizás era así. Lento.

Sacudió la cabeza y se apresuró. Destruir tan bonita amistad arriesgándose así le despertaba incertidumbre. Nunca se sabía qué podía pasar. Además..., con lo despistada que era, sería bueno esperar un poco más.

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