Capítulo 10

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Daniella

—Buenos días, Miss McNamara —saludé entrando al despacho.

—Hola, Daniella, querida —me indicó que me sentara en el sofá de terciopelo rojo que se hallaba en el centro de la sala—.  Sabes que puedes llamarme Keyla, ¿verdad?

—Por supuesto, Keyla —añadí con nerviosismo.

—Relájate, linda —murmuró lamiendo sus labios—. Hoy estás muy hermosa, ¿te lo han dicho?

—No...—musité sin saber que decir.

—Bueno, tú siempre estás guapa.

—Gracias, usted también está —susurré—. Resplandeciente.

—Relájate, cariño —susurró acercando su cuerpo al mío, arrinconándome en una esquina del sofá—. Quiero probar una cosa y necesito que estés calmada.

—¿Qué cosa? —musité sorprendida.

—Ésta.

Sus labios rojos se estamparon contra los míos, pillándome por sorpresa, mientras sus manos se situaban en mis caderas, por debajo de mi camiseta rosa con la inscripción 'baby'. Su lengua se introdujo en mi boca, profundizando el beso y situando una de sus rodillas entre mis piernas. Sus dedos presionaron mis pechos, haciendo que soltara un gemido, mientras me reclinaba sobre el diván. De repente se abrió la puerta, dejando ver a una sorprendida pelirroja y a la secretaria de Miss McNamara. Rápidamente me separé de la catedrática, recolocándome la ropa y sentándome en una esquina.

—¿Qué haces, Ginevra?— exclamó mi profesora estirando su vestido de seda púrpura—. Te dije que no volvieras a molestarme.

—Pero, mami... —gimió—. Mami... Solo quería darte una sorpresa.

—¿En serio, gatita? —la rubia sonrió mientras se levantaba—. En ese caso, mejor espera en la otra sala unos minutos.

La joven siguió a Celia fuera del salón, a la vez que Keyla me tendía la mano.

—Siento este numerito, de verdad, querida —musitó suavemente—. ¿Seguimos por donde lo dejamos?

—¡No! —exclamé—. No, osea, quiero decir no, es, e, es pecado. Tengo que irme, lo siento, te lo juro.

Prácticamente salí corriendo con lágrimas en los ojos.

***

Keyla

Sin saber qué decir la observé salir sollozando, musitando estupideces acerca de la iglesia católica y sobre el hecho de que necesitaba el perdón de ese hatajo de curas pedófilos con una doble moral. Seguí sus pasos, solo hasta la salita en la que se hallaban mi secretaria y la pelirroja.

—Buenos días —saludé sirviéndome un poco de café.

—Hola, mami —contestó mi novia en período de prueba, cabizbaja. Me llevó unos segundos comprender que se debía a que me había visto con Daniella.

Aún así, quizás porque quería una confirmación por su parte, le pregunté suavemente:

—¿Qué ocurre?

—¿Sabes esa luz que suele haber en mis ojos? —asentí. Era cierto que en sus ojos verdes solía verse cierto brillo, que en este momento brillaba por su ausencia.— Pues esa misma luz es la que aparece en tus pupilas cuando la miras, que indica que matarías o morirías por ella y que realmente estás enamorada. Y yo contra eso no puedo hacer nada. He decidido irme a España a acabar mi carrera. De verdad, te deseo mucha suerte, lucha por ella.

****

Lol. que es corto, muy corto, demasiado corto. Lo siento, pero es la única forma de publicar capítulo antes del lunes 😄. Igualmente espero que me perdonéis porque os prometo tener cinco capítulos para publicar el domingo por la noche o el lunes a primera hora a más tardar. Atte. White😻

Harvard ~Mommy Kink~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora