Querido/a lector/a:

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Hubo un momento en la que me leían un MONTÓN de personas, tenía decenas de comentarios por día y todos me llegaban al corazón. Pero había unos, que hacían que esta locura de escribir una historia de amor no fuera una cosa sin importancia. Comentarios que me decían que se identificaban con las inseguridades de mi personaje, me agradecían y decían que gracias a la historia de a poquito salían adelante. Eso me hacía el doble de feliz y sobretodo me hacía sentir acompañada, porque eran trastornos e inseguridades que yo sufría, y padecía en silencio.

Casi todos mis años de adolescente tuve gran inseguridad con mi apariencia. Que me veía gorda, que tenía que dejar de comer tanto, que tenía que ir a matarme al gimnasio todos los días. Que en las fotos salía redonda, y que parecía una ballena en comparación con mis amigas. Que la grasa me hacía ver fea y horrible, que qué chico gustaría de mi con ese físico. Usaba ropa gigante, oscura, que no me sentaba de maravilla pero ocultaba los kilos de más. Yo me veía gorda. La realidad es que jamás pesé más de 65 kilos. Mi sobrepeso se trataba de kilitos de más, lo que pasa es que mi cuerpo suele engordar fácilmente en la zona de los brazos, el vientre y la papada. Para mi eran toneladas.

Esa disconformidad tan arraigada me volvió más reservada, cohibida y tímida. Me saltaba comidas, me sentía triste y ansiosa, eso me daba hambre. Hay situaciones sociales que me causaban mucha incomodidad y ansiedad, y no poder relacionarme tan fácil como otras personas me daba bronca y dolor. Seguía comiendo (y de lo malo) y después pensé que la mejor forma de adelgazar era vomitar. De esa forma podía disfrutar la sensación de comer pero luego eso pararía al inodoro y sería como si nada. Por fortuna, en mi casa siempre hay alguien, y no podía vomitar así porque si y no ser notada o escuchada. Faltaba mucho a clases, fingía dolores de cabeza y estómago, no quería ir a la secundaria y verme obligada a ver la misma película en la que todos hablaban, reían y se llevaban bien y yo me quedaba fuera mirando todo. Siempre envidiando sus destrezas sociales. Levantar la mano para participar en clase era toda una hazaña.

Verguenza de comer frente a compañeros y conocidos.

Verguenza de pararme a tirar algo en el tacho de basura mientras todos estaban sentados en el aula. O de ir al baño.

Miedo a que el profesor/a me llamara. Miedo a quedarme sola en los trabajos en grupo, a los orales, a las actividades de a dos, a las clases de educación física, a salir a bailar.

Miedo a que me pregunten sobre chicos (porque no tenía nada que decir)

Odio a mi familia a no percatarse de la actitud negativa que estaba teniendo conmigo.

Odio a mis amigas por no darse cuenta de lo que me pasaba.

Pero por sobre todas las cosas: odio a mí misma. Porque sufría por cosas artificiales, cuando otros morían de hambre, cuando otros sufrían abusos, pobreza y maltrato.

Yo tenía una familia que me quería. Tenía amigas. Tenía una gran educación. 

Me sentía gorda, me tenía que anotar en un gimnasio y comer saludable. Me sentía fea, no importa lo que importa es lo de adentro. Me sentía tonta, tenía que estudiar más. Era tímida, tenía que superarlo o me pasarían por encima.

Son problemas que tienen soluciones tan sencillas. Pero no lo son, la solución a todo implica ir en contra de mi instinto, de mi cerebro. 

Me empecé a castigar. Primero golpeaba la pared, la almohada y los muebles. Después empecé a rasguñarme, el cuello, la cara con las manos. No era suficiente, me empecé a golpear con el puño en el estómago (el estómago gordo) y la cabeza. Lo máximo fue tomar tijeras u objetos punzantes y hacer cortes que sabía que si bien no sangraban mucho, si dejarían cicatrices pero no duraderas. Estas última, claro que eran en las costillas, piernas, antebrazos. Lugares donde no fueran visibles.

Fueron varios meses de odiarme y odiar mi vida, de querer que me atropellé un auto, o que me parta un rayo. Quería que algo externo terminara con mi vida, porque no estaba viviendo en lo absoluto. Quería que algo me matara para no tener que ser yo la que lo hiciera. Miraba cuchillos y tijeras con cariño. La secundaria era rejunte de lo cruel que podemos ser las personas, de conocimientos que no me importaban y que me hacían sentir inservible. Quise tener clases en casa (claro que mis papás se negaron).

Encontré esta página, empecé a escribir, porque cuando uno no vive la vida que quiere imagina mucho. Tenía un propósito para quedarme hasta la madrugada despierta, leer historias de acá, leer los comentarios  alentadores. Mi autoestima empezó a subir, había encontrado algo en lo que era buena. Y de a poquito los años mejoraron, no fue fácil, la cabeza nos juega malas pasadas.

A veces me siento gorda, a veces me siento perdida y un poco sola.

Pero otras veces, la mayoría, me gusta mi cuerpo, tengo planes y me siento querida. No tengo todo lo que quiero, pero sí lo suficiente y me siento agradecida por eso. No puedo pensar en la idea de morirme, de irme de este mundo sin hacer muchas cosas como escribir un libro, viajar por el mundo, aprender idiomas, ser dibujante y tatuadora, aprender deportes y cosas. Porque hay tantas cosas en el mundo, tantas infinitas oportunidades y siento que las puedo alcanzar a pesar de no ser millonaria ni increíble.

Empiezo a vestirme como me gusta, dibujo sin vergüenza, como adelante de otras personas y grito que siento hambrienta sin pensar en el que dirán. Quiero decorar mi cuerpo con bellos tatuajes a pesar de no tener el cuerpo que para los medios de comunicación sería perfecto. Trato de dar más amor, de estar para otras personas, de ser más cariñosa con mis palabras, bien yo sé el poder que tienen y el efecto que puede tener. Canto en voz alta, bailo un poco más (a pesar de que no se me da muy bien).

Si hacer algunas cosas me da vergüenza, trato de empezar por hacerlas en mi casa sola.

Todas las características que me daban vergüenza, ahora me enorgullecen y me hacen ser quién soy. Las personas que me aman, las ven como cualidades y fortalezas. Al final de todo, ellas son las que cuentan y no las que critican y no tiene más que ofrecer que veneno.

Mi idea no era contar mi vida ni mi historia, de hecho son sólo anécdotas, las cosas que sufrimos no son lo que somos, pero sí nos modifican y nos ayudan a crecer. Hay problemas con los que vamos a vivir para siempre y es nuestro deber sobreponernos y superarlos. 

De a poco se puede. Esa era mi idea al escribir esto, demostrarles si están en momentos difíciles o  si están pensando cometer alguna locura, que nada es para siempre. Merecen la felicidad, valen la pena no importa lo que otros digan, marquen la diferencia, demuestren que a pesar de no ser lo que la sociedad les dicta, sus vidas son invaluables y bellas. 

Me siento triste de vez cuando pero también muy feliz. Tengo sueños y sé que si trabajo para lograrlos, los cumplo. Es mi deber, vivir todo lo que quiero antes de encontrarme bajo tierra. 

Busquen ayuda, apóyense en algún familiar, amigo o en un terapeuta. Creo que la terapia es grandiosa para ayudarte si no podés hablarlo con alguien conocido (de hecho llamaré a una esta semana)

Más que una historia o relato, es un mensaje de aliento para vos (hallas sido lector mío o no), te quiero, hay gente que te ama y  lo más importante, vos te tenés que querer.

Abrazá tus virtudes, tus hobbies, tus pasiones, también a tus sombras son parte de tus colores más hermosos.

Saludos y tengan un gran día.








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⏰ Last updated: Oct 21, 2019 ⏰

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