Capítulo 42

17.1K 1K 59
                                    

24 de febrero de 2016

Pi... Pi... Pi... Pi...

¡Qué alguien pare ese maldito ruido, me está dando dolor de cabeza! Es como si por cada pitido me dieran un martillazo en el cráneo. Quiero protestar, pero cuando intento abrir la boca es como si la tuviera pegada. Parpadeo sin cesar intentando adaptarme a la luz, pero parece algo imposible. ¿Es que han puesto un foco delante de mis ojos?

Hago el mayor esfuerzo de mi vida para mantener los ojos abiertos y aun así, apenas consigo ver. Alguien se pone delante de mí y en un principio solo veo una mancha borrosa, al cabo de unos segundos distingo un doctor.

―Hola Dafne, por fin despiertas ―dice con una media sonrisa―. Soy Víctor, ¿te acuerdas de mí?

Su nombre me suena, al igual que su cara, pero no consigo saber de qué. Frunzo mi ceño provocándome algo más de dolor de cabeza, pero finalmente logro saber de qué lo conozco. Es uno de los amigos de Daniel.

Quiero decirle qué sé quién es, pero cuando voy a hablar mi lengua está demasiado seca como para permitírmelo. Él se da cuenta de lo que me pasa y me acerca un vaso de agua, al final tiene que dármela porque mis brazos están demasiado débiles como para levantarse. Estoy bebiendo agua cuando me doy cuenta de que respiro gracias a unos tubitos que hay en mi nariz, ¿tan mal estoy?

―¿Ahora mejor?

―Sí... ―Susurro, mi boca sigue estando seca―. Yo... Sé quién eres.

―Me alegra oír eso. Te has dado un fuerte golpe en la cabeza y has perdido mucha sangre, no sabíamos cuando ibas a despertar ni cómo. ¿Qué es lo último que recuerdas?

―Recuerdo... Luces de policía y sirenas.

―¿Nada más?

Voy a decir que no cuando todo viene de golpe a mí. Yo hablando con mi padre, dándole el cheque que le robé a Daniel, peleando con él cuando vemos a la policía venir... De pronto estaba en el suelo con Nacho hablándome y un momento después ya no era nadie.

Recordar todo esto hace que me ponga nerviosa. Me cuesta respirar y mis pulsaciones aumentan. El pitido que oía antes, ahora es mucho más constante. Quiero arrancarme todos los cables que me tienen unida a este sitio y marcharme, pero Víctor me ha agarrado por los hombres y una enfermera se ha acercado a nosotros.

Los párpados me pesan y poco a poco mi respiración se va tranquilizando. Sigo teniendo esa sensación de pánico, pero lo único que quiero hacer es dormir.

―Tranquila Dafne, ahora estás a salvo.

(***)

Cuando vuelvo a despertar, el dolor de cabeza ha desaparecido por completo. Oigo murmullos a mi alrededor, pero me da miedo abrir los ojos no sea que vuelva a encontrarme mal. Una mano agarra la mía con fuerza y es ese simple gesto de cariño el que hace que quiera ver quien está conmigo.

Abro los ojos y encuentro a mi madre mirándome, inmediatamente una lágrima rueda por su mejilla. Quiero decirle que todo está bien, pero no me da tiempo a nada porque ya me está abrazando.

―Es mi culpa y solo mía. Casi te mata y es porque yo le he dejado.

―¿Qué... dices? ―digo con voz rasposa.

―Lo siento tanto. Él volvió y yo creía que había cambiado. Le conté de vosotras, eso era lo que él quería, saber a quién podía sacarle dinero. Le dije todo de ti y casi te mata.

En un principio no sé de qué habla, habla tan rápido y de algo de lo que no tengo ni idea, así que me cuesta comprenderla. Poco a poco todas las piezas van encajando y es cuando lo comprendo. Mi padre volvió a Sevilla, engañó a mi madre y le hizo creer que la quería, pero lo que en realidad buscaba era saber a cuál de sus hijas podía sacarle algo de dinero. Mi madre sigue enamorada de él y nunca podría pensar que haría algo por el estilo, así que le contó todo sobre nosotras.

¿Te burlas de mí?Where stories live. Discover now