C a p i t u l o 2

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-Allan-
A las cuatro de la mañana Mike conducía hasta la casa de Allan para dejarle.

Había sido una noche entretenida y curiosa, sobretodo por la presencia de Kyle, que captó toda su atención.

Y, como siempre, después de toda buena fiesta, llegaban las conclusiones. Mike bajó el volumen de la radio, y miró a Allan cuando pararon en un semáforo.

-No es por nada Allan, pero sabes que ese chico está completamente fuera de tu alcance, ¿no?-se mordió el labio inferior suavemente, pues tampoco quería que el menor se enfadara.

-Lo sé-comentó medio dormido, apoyado contra el cristal.

Abrió los ojos, y miró de reojo a Mike. Este le observaba con cierta preocupación, y se irguió para estar más cerca de él, y acarició su mejilla.

-Lo siento si te ha molestado...-se disculpó, pues la verdad es que si que le había usado para apagar un poco el calor que Kyle provocaba en sus más profundas fantasías.

Mike negó con la cabeza con una pequeña sonrisa, y tras besar la palma de su mano, el semáforo se puso en verde y se puso en marcha de nuevo.

-No te preocupes, Allan. Al fin y al cabo, estamos para eso, ¿no?-le miró de reojo con media sonrisa y le guiñó un ojo.

Allan sonrió también. No tenían ningún tipo de relación, ni siquiera se podrían considerar amigos con derecho a roce. Simplemente estaban ahí el uno para el otro, bien fuera para apagar algún calentón repentino, o para subir los ánimos con helado y una película. Mike siempre había tenido complejo de hermano mayor en cuanto a Allan se refería, solo que en los últimos años, su relación se había hecho más íntima.

Mike le dejó en la puerta de casa, y tras despedirse con un beso en la mejilla, Allan se bajó algo mareado del coche.

Consiguió meter la llave a la primera en la cerradura, y, sorprendentemente, fue hasta su cuarto discretamente. Una vez allí, se quitó los zapatos y se cambió la ropa por un pijama de algodón, y se metió en la cama, abrazando su almohada.

Aquella noche no había tenido sexo con Mike, pero el calor de imaginarse bailando con Kyle parecía no querer abandonar su cuerpo por muy cansado que se sintiera. Cada vez que cerraba los ojos, aparecía: estaban rodeados de gente, pero se sentía como si solo estuvieran ellos dos. La música era lenta y se movían con suaves ,vaivenes. Kyle sujetaba su cintura entre sus manos, firmemente, acariciando su piel bajo la camiseta con suavidad. Mientras Allan colocaba los brazos sobre sus hombros, y jugaba con el pelo de su nuca entre sus dedos.

Ambas respiraciones se mezclaban, agitadas; sus cuerpos buscaban el contacto, necesitados el uno del otro. Los labios de Kyle se posaban sobre el cuello del menor en un beso húmedo, y su piel se erizaba ante la idea.

Y entonces, en la soledad de su habitación, Allan llevó la mano hasta su entrepierna ya casi despierta, y se dispuso a hacer lo que le encantaría que otra persona le hicera; pero que tristemente nunca iba a pasar.

-Kyle-
Abandonaron la discoteca cerca de las cinco de la mañana. Por suerte, él estaba lo suficientemente lúcido como para conducir y dejar a las chicas en sus respectivas casas. Se despidió de Dayane con un beso, intercambiaron un te quiero, y volvió a su casa a dormir por fin.

Cuando llegó a su cuarto, se quitó los pantalones y se lanzó a la cama, refugiándose del frío bajo el edredón. Sacó el móvil, y entonces, empezó a pensar en todo lo que había pasado esa noche.

Había hecho una apuesta, en la que tenía que enamorar a un chico; o, por lo menos, hacer que confesara su amor. Y todo esto, a espaldas de su novia. Realmente había sido un poco idiota por aceptar tal trato, aunque el dinero le iba a venir genial para el regalo de su chica.

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