Capítulos 4 y 5

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Capítulo 4: Como si no quedase tiempo.

El barco ya había partido cuando Megan quiso subirse a él. El tren del amor había calentado el carbón y se alejaba sin que ella pudiese subirse. Enoc la había dejado como todos los rufianes sin ninguna oportunidad de tomar iniciativa para iniciar una nueva relación. Aunque ella pensó que él volvería, eso nunca ocurrió. La edad devoraba a pasos agigantados sus tersos pechos y su cara resplandeciente de arrugas. En poco más de doce años ella ya había cumplido sesenta. No sentía la ocasión de enamorarse de nuevo. Catorce años de relación tirados por la borda al marcharse.

Pero, un buen día alguien llamó a su puerta, un hombrecillo de cabello blanco, piel arrugada y nariz puntiaguda. La tomó por la cintura y le dijo "Bésame como si ya no quedara tiempo", así lo hizo ella y ambos acabaron como en otras ocasiones, en el suelo, en la bañera, en la encimera, Megan nunca se había sentido más mujer en su vida. Sus ojos verdes eran testigos de cómo su piel rejuvenecía, las cataratas se iban, sus pechos se alzaban y su pelo se soltaba como un velo de más de dos metros. Enoc la acariciaba, la tocaba, la hacía sentir arcoíris en su cuerpo entumecido. Después de este hecho, Megan sintió frío. Enoc se había quedado dormido en su pecho.

Capítulo 5: Un último suspiro

Jane recogía el mantel que había sobre la mesa para guardarlo pues ya habían comido y tenía que recoger la mesa. En la cocina comenzó a fregar los cacharros con el típico lavavajillas barato; una pequeña cantidad de espuma se escapó y fue a parar en su seno pero ella seguía fregando. David se deslizó con sigilo por la cocina y tomó a Jane por el trasero mientras lo acariciaba y apretaba. -Basta David, tengo que continuar fregando para ir después a llevar a los niños a la playa... -dijo mientras soltaba el vaso que tenía en la mano y se dejaba seducir por la lengua juguetona de su marido. Rápidamente comenzaron a besarse con más frecuencia y Jane acabó encima de la encimera perdida de lavavajillas. Ambos consumaban su amor en la cocina, entre la espuma del lavavajillas y lo que no esperaban, los ojos de su hija.

— ¿Qué hacéis? —expresó Ahri con algo de curiosidad. David soltó un grito desgarrador y miró rápidamente a su hija.

—Papá cariño, que se le ha quedado atascado el dedo en el grifo y he tenido que sacárselo. -dijo Jane intentando calmar la situación. —Corre, ve a buscar a tu hermano, que nos vamos a la playa.

Ahri se marchó a por André, mientras Jane y David se limpiaba ambos rojos como dos tomates y pensaban como podrían rectificar su error. David le hizo a su hija de perder la memoria con un hechizo que él conocía. Ellos no volvieron a mantener relaciones, nunca más.


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