Capitulo 1 - Feliz cumpleaños.

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Horas después de irse.

Se llora. No importa que tan duro sea el caparazón que cubre el alma y los sentimientos. Siempre hay un hueco, una brecha por la que se escapan lágrimas demasiado saladas que arden en los ojos al salir y dejan un rastro caliente en las mejillas.

¿Qué detona esto? Un solo sentimiento, ¿amor, tristeza, soledad?, ¿la falta de alguien?, ¿todas esas juntas o una sola? Ningunas. Personas como él no lloraban por esos asuntos. Entonces, la razón de sus ojos llorosos no era ninguna de las anteriores, ni había sucedido.

Era el futuro.

Lo desconocía, como el lado oculto de algo. Viajaba hacia allá sin saber qué era con lo que se iba encontrar del otro lado. Pero al menos él sabe, que al final, acabara perdiéndolo todo.

Ese es el futuro, esa es la mayor de las razones para romper esa coraza: saber cuál es el final.

Ni siquiera escuchaba a Claudio hablarle sobre sus grandes planes para él. Los pensamientos de Ben estaban en la incertidumbre de no saber cuánto tiempo le tomaría a Valeria enterarse de que él ya no estaba ahí. ¿Al otro día?, ¿Cuándo ya sería muy tarde? Incluso en ese momento era tarde.

—¿Listo para conocerlos? —preguntó Claudio. Quería saber que humor tenía Benjamín para ser presentado a los otros señores, los puentes.

Por primera vez en todo el viaje, Ben supo que se dirigía a conocer a otras personas.

—¿Así como estoy? —preguntó.

El sol del amanecer le daba en el mismo frente de la cara. Él todavía estaba vendado, y las heridas aún no estaban sanas del todo. Quizá se habría podido quedar un rato más, o días extras, bajo el cuidado de las inexpertas, pero bien intencionadas, manos de Valeria.

—Quítate el vendaje. Verte con la cicatriz te hará ver más escalofriante. —Claudio le sonrió mostrando los dientes blancos.

Era como venderle tu alma al diablo, (si los resguardos en su cintura no significaban eso). Él ahora le pertenecía a Claudio, y hacía lo que él ordenara, en realidad, siempre había sido así, lo único que ahora era de una forma más directa.

De una sola movida se arrancó el vendaje y sintió un escalofrío cuando la herida sin sanar hizo contacto con el aire contaminado de aquel vehículo.

Dos días después de irse.

—¡Hey, Gregorio! —Una voz suave y dulce filtró el aire contaminado que rodeaba a un despreocupado Gregorio. Por instinto, su cabeza giró a la dirección de dónde provenía.

Era Valeria quién venía corriendo hacia donde él, y le parecía increíble como aún su corazón se aceleraba al verla. Vestía un pantalón caqui y una camisa amarilla. Cuando llegó frente a él retomó la respiración y la vio ponerse el cabello detrás de la oreja media avergonzada.

Ella llevaba dos días sin saber de Ben, y eso la ponía nerviosa. Tenía pesadillas constantes en las que lo perdía para siempre en un siniestro que se lo tragaba, al despertar, era aún más peor: todo era cierto. Él no estaba.

—¿Dónde está él? —preguntó pausadamente.

—No lo sé.

Se mordió el labio impaciente, lo miraba a los ojos.

—¿Cómo qué no? Es tu mejor amigo. Al menos dile que estoy preocupada y sólo quiero saber si está bien.

—Seguro está bien, Valeria —contestó en tono consolador.

Todo (Nada II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora