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Subí las escaleras pesadamente mientras murmuraba maldiciones. Eran las ocho p.m. y mamá me había obligado a acompañar a Michael a salir a buscar dulces, a pesar de que él ya tiene quince años y fácilmente puede robarle dulces a los pequeñines de su escuela. Michael no estaba disfrazado, pero mamá le había hecho un maquillaje de payaso "diabólico". Ciertamente, se parecía a la vecina enojada. 

Di un portazo y me tiré boca abajo en mi cama. Tomé mi teléfono y desbloqueé la pantalla: treinta y cinco mensajes de Raymond, el ochenta y siete por ciento de ellos eran "oye, gerard". Leí cada mensaje desde el final hasta el comienzo. El último mensaje que leí era un foto de un chico extremadamente atractivo con una cerveza en la mano y sonriendo a la cámara, seguido por "te encontré un aperitivo". Reí internamente y dejé el teléfono a un lado. Me paré, tomé aire y salí rápidamente de la habitación, en busca de mi madre. —Bien, mamá, perdón por haberte gritado y todo, soy un mal hijo pero sabes que todo eso de la universidad y estoy muy estresado y...—repetía en voz baja, ensayando mis disculpas. Mientras enumeraba con mis dedos cuantas horas dormiría si iba a esa fiesta, choqué con Michael, y al levantar la cabeza me lo encontré robando unos dulces de la fuente que mamá había dejado al lado de la puerta principal. 

Me miró con desprecio por un segundo y súbitamente sonrió con malicia. —¿Planeas ir a la fiesta de Ray? Sé muy bien que sí. Mi amigo me invitó pero me negué porque darán Psicosis dentro de media hora... Diviértete tratando de escapar de la furia de mamá—. Soltó una carcajada y se llevó el bol, ocultándolo bajo sus ropas.

—Tarado—bufé. Miré alrededor y me dirigí al cuarto de mamá. Tampoco estaba, por lo que fui al patio delantero, donde se encontraba arreglando los adornos de Halloween junto a Mikey. —Ma, ¿Puedo hablar conti-?

—Mikey me lo dijo todo: no irás a esa fiesta. 

Furioso, tomé un hueso de plástico de un esqueleto que mamá estaba construyendo y se lo aventé a Michael, lo que lo hizo perder el equilibrio y caerse. Mamá lo miró espantada y me gritó: —¡A tú habitación, y no te quiero ver rondando por aquí hasta que yo rejuvenezca!

 Grité de vuelta, pateando todo lo que estaba a mi alcance: —¡Odio Halloween y te odio a ti! ¡Sigo viviendo contigo solamente porque me das lástima, tú y tus putas enfermedades!—. Me di media vuelta y corrí hacia mi habitación nuevamente. Me sentía como un adolescente de quince años con un humor asqueroso que quería ser rebelde y no le salía, y eso era casi exactamente lo que era, con la excepción de que tengo diecinueve.

~*~

Una hora, o dos, encerrado en mi habitación mientras dibujaba escenas de torturas de la Edad Media. Tiré la libreta contra la pared y tomé mi teléfono: eran las 9:15, acompañada de tres mensajes de Raymond.

La fiesta ya había comenzado, y Ray me dijo que mi aperitivo está feliz siendo cortejado por una zorra. No tenía idea de como escapar, miré por la ventana y ellos no estaban, bajé suavemente al primer piso: tampoco estaban. Tenía una oportunidad de escapar. Enrollé unas camisas y pantalones y los escondí bajos las sábanas de mi cama, para que mamá creyera que estoy dormido. Apagué la luz y la televisión, y sigilosamente tomé la bicicleta de Mikey y me fui a la mierda.

Cuando entré a la casa de Raymond, debo haber pisado a mínimo diez personas. Se habían embriagado sin mí, esto merita una venganza. Busqué a Ray con la mirada y lo encontré grabando a unos chicos ebrios tratando de pelear. Me acerqué por detrás y lo agarré violentamente de los hombros, recibiendo un grito como respuesta.  —¡Grandísimo imbécil, por fin te dignaste a venir!

Reí mientras le quitaba la cerveza que traía en su mano, dándole un sorbo y dejándola a un lado. —¡Así es! Hey, Ray... Bueno, es foto que me mandaste... Tu-

—Frank Iero, dieciete años, lo conocí gracias a mi primo, le gusta tocar la guitarra y es bisexual. Tienes oportunidades, anda—. Miré disimuladamente hacia atrás buscando al chico, fallando en el intento. 

Me giré hacia Raymond sonriendo y le susurré: —¡Gracias!—. Me volteé y comencé a caminar entre la multitud, empujando a todos y recibiendo insultos y golpes no muy dolorosos como respuesta. Finalmente, encontré al chico en la cocina, buscando algo en el frigorífico. —Hey—susurré cerca de oído. 

Se sobresaltó un poco pero sonrío ampliamente al sacar la cabeza del refrigerador. —Hola—. Él, como yo, no dejaba de sonreír. Parecíamos maniáticos, callados y sonriéndole al otro, sin sabes cuál de los dos se sentía más incómodo. —Y... ¿Tú eres Gerard?—asentí mirando mis zapatos. Sentía como se acercaba, hasta que su mano tocó mi hombro. —¿Te gusta Halloween?—volví a asentir. —Entonces te gustará lo que te propondré—murmuró, pero parecía como si se lo hubiese dicho así mismo. El repentino tono grave que tomó su voz me asustó un poco, pero tenía curiosidad. Frank extendió su mano, y sin dudarlo, la recibí. Y me dejé llevar.

había prometido esto para halloween pero mejor tarde q nunca !! no me maten por favor mañana es mi undécima boda con bianquis

HALLOW // frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora