Dos

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El primer contacto, después de tantos años, perturbó a Manuel. Más de lo que él creía que lo haría. En realidad, Manuel pensaba que ver a su mamá de nuevo le traería tanto alivio como haber sido encontrado después de nueve años encerrado en ese sótano, pero la verdad es que mirar la cara de Rayén no pareció darle nada más que dolor de guata.

Manuel temía muchas cosas del reencuentro con su mamá y con su papá. Tenía un miedo terrible de que Rayén de pronto lo culpara y no quisiera verlo más, también temía que ella no quisiera a sus niños, porque al fin y al cabo, Ema, Benjamín y Sofía habían sido concebidos de formas horribles y tenerlos ahí podría ser como tener a Arthur todos los días. Manuel pensaba que tal vez Rayén estaría enojada con él, que lo culparía. Y en verdad, si lo hacía, tenía mucha razón.

Él no había hecho caso a todas sus órdenes el día en que eso ocurrió. Rayén le dijo, toma el camino más largo a casa, el que está iluminado, pero Manuel se había negado y como un niño desobediente eligió el camino más corto, el que estaba lleno de alfas merodeando por la calle, fumando y charlando. Ninguno de ellos lo había ayudado cuando Manuel había gritado y pataleado, y probablemente después ni siquiera habían querido atestiguar en la causa. Manuel no los culpaba, al cabo de todo, el responsable era él.

- ¿Estás listo? –preguntó Martín. Manuel no había reparado demasiado en su presencia, aunque había estado acompañándolo durante toda la mañana. Los niños se habían quedado en la habitación mirando la tele. Una tele era toda la entretención que Manuel y sus hijos tenían en el sótano, así que al menos era lo más conocido que poseían allá afuera.

- Eso creo –Manuel soltó el aire que estaba conteniendo. Todavía se sentía sin fuerzas y atontado, como si algo le hubiera pasado encima.

- Está feliz de verte –Martín dijo, mientras abría la puerta y le ayudaba a caminar hasta la salita de visitas de la clínica.- Me lo dijo. Solo quiere abrazarte. Supongo que vos también... solo quieres mirarla de nuevo.

Manuel suspiró.

- ¿Cuándo es correcto que le cuente sobre los niños? Quiero decir, ella no lo sabe, ¿verdad?

- Quisiste que fuera así y no se lo dijimos, pero si es muy difícil para vos... puedo decírselo yo, podemos explicarle que esto es algo... que realmente no pudo ser evitado.

Manuel se quedó callado.

- No me malinterpretes. No quiero decir que...

- No, es así. Le pedí a Arthur que me comprara pastillas –empezó, despacio- Y lo hizo. Después de que Ema nació, no quería tener más niños, aunque todo fue diferente cuando la tomé en brazos. Ella me dio fuerzas. Pero un día, traté de escapar. La tapa del estanque del baño era lo más pesado que había en ese sótano. Ema tenía tres años. Cuando Arthur bajó, traté de golpearle la cabeza con esa tapa, pero lo arruiné. Él alcanzó a cerrar la puerta y mi muñeca se trabó, por eso ahora me duele. Después de eso, Arthur me quitó las pastillas.

Martín trató de decir algo que pudiera sonar reconfortante, pero no encontró las palabras y se sorprendió porque él era médico y debería saber las oraciones correctas.

Ambos cruzaron el pasillo hasta estar en frente de una puerta blanca, como lo eran todas allá. Manuel pudo sentir el olor a beta suave y amoroso de su mamá pero no pudo oler la esencia de su papá. Se sintió hiperventilado y ansioso y cuando Martín abrió la puerta, vio a una mujer morena de pelo hasta los hombros. Tragó saliva y dio unos pasos, entonces la mujer se volteó y Manuel pudo ver su cara.

Era diferente a como él la recordaba. De piel firme y nariz aguileña, ahora su rostro estaba cubierto de líneas tensas y hundidas. Tenía el cabello más corto, también, pero su boca era la misma y la pintura de los ojos se le empezó a correr en tanto lo vio a él y Manuel se dio cuenta. Martín le soltó el brazo y Manuel echó a correr directo al pecho de su mamá.

Sótano || ArgChi [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora