27 de Octubre de 2016

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La camisa blanca

Bastó una simple mirada entre Aníbal y Mónica para concertar el plan. Ella salió de la oficina por el ascensor al garaje, él recogió sus cosas con más lentitud de la habitual y llamó por el teléfono de la empresa.

-Merche, tengo una cena con el jefe y un cliente, no me esperes, puede que llegue después de las 12. -Ella ya estaba habituada y no rechistó.

Aníbal bajó al garaje, pero no a su plaza, sino a la de Mónica. Fuera del alcance de las cámaras de seguridad.

Llegaron al aparcamiento de sus viviendas. Mónica subió en el ascensor y él por las escaleras. No se cruzó con nadie hasta que llegó a la puerta, donde ella le esperaba, la cerró y se besaron con deseo.

Brindaron por ellos, tan efusivos que ella se manchó la blusa, blanca como la de él. No tenían prisa para cenar ni desahogar su pasión.

Unas horas después. Aníbal cogió la camisa del respaldo de la silla, mientras observaba como Mónica dormía tan feliz; él también tenía un enorme soponcio, mas no podía permitirse el lujo de quedarse.

Salió de la casa atento a si pasaba alguien. Tenía camino libre hasta las escaleras, no quería tomar el ascensor por ser más fácil cruzarse ahí con alguien. Subió las tres plantas hasta su casa. La única claridad entraba por el salón, suficiente para llegar a su dormitorio sin tropezar, aunque le costaba mantener el equilibrio.

Merche dormía, Aníbal se acostó sin arrimarse y se quedó frito en seguida.

Merche despierta a su hora habitual. La mancha de la camisa blanca colgada en la silla salta a su vista, no le da mayor importancia. La recoge para llevarla a la lavadora, pero el tacto es más suave, también nota que lleva los botones a la izquierda. Así descubre la traición, observa a su marido que duerme tan feliz, debe estar soñando con ella. No puede resistirlo y le asfixia con la almohada.

Mónica debe ocultar su pena cuando el jefe comunica que Aníbal ha fallecido.

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Narrador. Quien cuenta la historia. Hay que elegir para que tenga verosimilitud, hay que evitar escenas sin lógica. Quien mantiene la relación con el lector, usa el lenguaje apropiado a su personalidad. Pueden ser:

1ª persona. Si es el protagonista. Su narración es introspectiva. Crea complicidad con el lector. Es subjetivo. Está inmerso en el conflicto, bien como responsable o afectado. Expresa su punto de vista.

Si es otro personaje. Sólo cuenta lo que ve o sabe. Es objetivo, se ciñe a los hechos. Tal como el protagonista, no pueden contar los pensamientos de personajes ajenos.

2ª persona. Interpela y mete en la historia al lector. No conviene abusar para que no se canse.

3ª persona. También llamado omnisciente. Lo sabe todo. Es el ideal para novelas. Hay dos tipos:

Subjetivo. Cuando opina y juzga a los personajes. Ahora poco usado para que el lector desarrolle su propia opinión.

Objetivo. Se limita a contar los hechos, sin opinar ni juzgar. Se basa más en las acciones que en la descripción, sin omitirla. Conviene que acabe de narrar en un sitio antes de saltar a otro.

Me quedaron algunas dudas por resolver. Las expondré en la siguiente clase, que seguiremos con el tema.

Dedicado a una magnífica escritora y mejor amiga. Sin ella, este microrrelato no habría sido posible.

Ejercicios. Cursillo 16~17Donde viven las historias. Descúbrelo ahora