↪ Capítulo 1 ↩

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_ First time _

She was different. 

Sanji:

Ella llamaba la atención. Nunca supo exactamente si fueron sus ojos, uno del color del mar y otro del color de las nubes en tormenta, o si fue su cabello oscuro como la noche, que hacía contraste con su piel nevada. o simplemente, el hecho de que unas imponentes alas no se extendieran desde sus omóplatos cuando entró por primera vez en la Mansión Vismoke.

La observó desde la ventana de su habitación con curiosidad. Mucha gente entraba en la casa de su padre a diario por motivos de trabajo, pero ver a gente de su edad no era lo habitual.

—¿Qué miras tanto,? Ero-cook- le preguntó su fiel sirviente y amigo Roronoa Zoro, que había  sido su compañero y único confidente desde la muerte de su madre, cuando él apenas rozaba los 8 años.

— ¡Te he dicho que no me llames así, brújula rota! - y, es que, se hicieron amigos en una extraña situación. El cabeza de alga se perdió por el patio de la mansión el primer día que fue a aquel “palacio”  donde su madre trabajaría, encontrándose a un lloroso y roto rubio sentado, abrazando sus rodillas, entre las rosas rojas. Las favoritas de su progenitora.

¿sucede algo? -  le había preguntado el peliverde de forma cortés.

Y así se forjó una amistad más fuerte que el titanio.

— Si mi padre llega a escucharte alguna vez, te castigará por faltarme al respeto. ¡Y yo iré detrás por dejarte hacerlo! - el rubio no quiso mencionar el hecho de que si le decían «cocinero» aquel hombre lo mataría a golpes por Maricón.

Una sonrisa se escapó de los labios de Zoro, quien negaba con la cabeza.

— No me cambies de tema, Sanji, - su nombre lo mencionó de forma burlesca — ¿Qué mirabas tan interesado por la ventana? - No hizo falta responder, pues una sirvienta le informó de que fuese hacia el despacho de su padre.

— El señor Vismoke te espera - mencionó su amigo, mientras posaba una mano en su hombro — Suerte con eso - y tras alentarle con una palmadita, se dio la vuelta para irse.

Miró a su amigo. Él tampoco tenía alas. Se las habían arrebatado a la edad de 5 míseros años. Una banda llamada «Tsubasa» (alas), que eran unos ladrones anónimos que cometían aquellas atrocidades bajo la excusa de que los de clase baja o “gente inferior” no se merecían aquel privilegio. Por desgracia aún seguían todos sueltos, haciendo de las suyas.

Suspiró resignado y bajó las escaleras hacia su destino, donde se encontró con aquella chica y una señora, de unos 40 años, muy parecida a la menor, hablando con su padre.

— Hijo - le llamó con una sonrisa en el rostro. Siempre que había gente delante fingía que le tenía algo de aprecio.

— Papá - contestó cortés, y su vista se volvió hacia la chica, que miraba hacia el reluciente suelo de mármol.

— Estas jóvenes, son la señora Akisawa Sakura, y su hija Akira. Se van a quedar aquí a trabajar, y como la señorita Akira es de tu edad, he pensado que podría ayudarte en tus tareas y ser tu compañera - asintió indicando que lo había escuchado y que le parecía bien. De todos modos, su opinión no importaba demasiado. — Bien, acompáñala a su cuarto. Es el de en frente tuyo - y con esa orden, dio por finalizada la conversación y se volvió hacia la señora Akisawa para comentarle algo.

Le hizo un gesto a la chica para que le siguiera y ella, callada y tímida, lo hizo.

Sanji la miraba sin demasiada discreción, se podría decir que incluso de forma descarada, pero ella seguía perdida en sus pensamientos, y el rubio dudaba que si quiera se diese cuenta.

— Aquí es - la joven salió de su ensoñación para mirar al contrario a los ojos. A este le recorrió un escalofrío de pies a cabeza y apartó la vista hacia la pared blanca, decorada con cuadros y retratos de su familia.

— Arigato - y sin más que decir, se metió a su cuarto .

Sin embargo, aquella tarde no escribió su primera carta, esta llegó cuatro semanas más tarde.

Zoro y ella se hicieron amigos en poco tiempo, paseaban por los jardines hablando y riendo. Nadie los culpaba, los dos pasaron por el mismo infierno, los dos sufrieron, los dos se entienden.

A Sanji le extrañó el hecho de que Akira no hablase demasiado con su madre. Lo justo y necesario, y con cara de resignación por parte de las dos.

No era raro verla tarareando una canción, o con sus encantadores ojos moviéndose impacientes sobre las páginas de un libro.

Fue, mientras ella leía distraída, que se chocaron y ella cayó, junto a su querida “Alice”. El rubio le tendió la mano para ayudarla, pero la joven se quedó mirando su mano con duda y desconfianza.

— Vamos - la alentó — No te puedes quedar ahí todo el día - el ojiazul había tenido un mal día, eso no se dudaba.

Sus orbes, de distintos colores, le miraron con desprecio. Y nuestro protagonista se perdió en sus hermosos ojos.

Uno azul, como el cielo en calma, como el mar tranquilo, como los suyos.

Otro gris como el cielo en lluvia, como el mar en tormenta, aunque era un tono claro y luminoso, brillante.

— No te puedes quedar ahí todo el día - Se había perdido tanto en sus pensamientos, que no notó cuando ella se levantaba, sin su ayuda y le sonreía. Le estaba sonriendo, a él, por primera vez.

Era suave, cálida y reconfortante, aunque algo burlona por el contexto que esta mostraba.

Touche - susurró el rubio, apartando la mano y crispando las comisuras de sus labios en un lindo gesto.

— Creo que no empezamos de la mejor manera, Me llamo Sanji...-


Hurts like hell  (Sanji x Oc) [PAUSADA]Where stories live. Discover now