Prologo 1, Últimos 4 actos de la Obra, Satori Tendou.

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Cuarto Acto

Usualmente cundo alguien pregunta a un niño sobre un lugar aterrador, muchas veces responderían que un hospital, con agujas, tanto con hombres como mujeres serios y el aroma a alcohol llenando el ambiente blanco y puro, carente de cualquier calidez a los ojos de un infante con catarro muy asustado.

Sumado a aquella costumbre de algunos padres de asustar a los pequeños que apenas empezaban la vida con el nosocomio causando así traumas y deseos infundados de no ir ahí nunca, creando fobias sin sentido.

La mama de Satori tendía a asustarlo con llevarlo al hospital a que le inyectaran cada que le veía correr descalzo en pleno invierno, Satori simplemente lloraba pidiendo que no le llevara corriendo a ponerse sus pomposas pantuflas de nubes.

Con el paso del tiempo los hospitales habían terminado como una mina de miedo para los niños y hasta para algunos jóvenes.

Y, aun así, si alguien viajara en el tiempo a preguntar al Tendou adulto, te contaría sobre como el C.I.I era el lugar que aun protagonizaba sus pesadilla y el hospital podía llegar a ser agradable.

C.I.I, Centro de Investigación Integral por sus siglas.

Era un centro especializado en la contención de casos de ataque, creado en el 85 después de la revocación de los derechos de los Alfas sobre aquellos que portaran una marca suya.

En el Japón moderno eran casos aislados los que llevaran a una marca forzada, si bien los casos de ataque de índole asexual no se habían reducido, si los que llevaran al atacante a enlazar a la fuerza al omega o beta atacado.

O por lo menos eran las estadísticas que el gobierno mostraba en sus fuentes oficiales, pero el simple hecho que el C.I.I de Tokio no fuera el único en el país movía a la sociedad nipona en amargura que se mantenía silenciosa.

—tienes que soltarla Satori-kun

No sabía quién de los padres de su amiga era el que estaba hablándole, solo sabía que entre forcejeos se la habían arrebatado y el aroma a bosque le contenía con fuerza al igual que los brazos de una enfermera.

—bebe, necesito que nos digas que paso, necesitamos saber si tú también estas herido.

Sentía la marca en su pecho zumbar, como si el abrazo del aroma a su alrededor tratara de decirle que estaba para él, que no estaba solo.

Pero era difícil sentirse acompañado en un lugar tan horrible.

Le inundaba la culpa, después de todo, el no obedecía a la voz, si él hubiera estado con ella, si no le hubiera dicho que lo esperara aun y cuando su práctica se había extendido más allá de la hora en las que los estudiantes pululaban por las calles.

Si le hubiera dicho que tomara el tren sin él, no estaría siendo llevada en una camilla a un lugar que no debían haber conocido nunca.

Hace unas horas hablaban sobre las pruebas para el equipo de voleibol femenil y ahora Reira estaba más lejos de donde sus manos podían alcanzarla.

—fue mi culpa, yo la deje sola.

Se derrumbo sobre el estéril piso de C.I.I, las imágenes repitiéndose en su cabeza una y otra vez, sintiendo lo pegajoso de la sangre entre sus manos aún.

Cuando salió de su entrenamiento feliz por contarle de las nuevas posiciones para los siguientes partidos.

Lo único que encontró en su punto de encuentro de siempre fue un bolso con esas chapitas de sanrio que había comprado para ella el mes pasado, pompompurin le regresaba la mirada maltrecho desde el suelo y simplemente empezó a correr.

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⏰ Última actualización: Jul 11, 2023 ⏰

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