Capítulo 7

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–¿Segura de que ya estás bien?–preguntó Amil, ayudando a Noa a llegar a la cocina

–Sí. ¿Dónde...?

–En mi casa. Bueno, mi casa y la de Lucas–Amil decidió evitar los pequeños detalles de que Antoine también vivía allí y de que estaba en la cocina, por lo que le hizo un gesto para que se mantuviese callado.

–¿Puedo contarte algo?

–Claro que sí, para eso estamos las amigas.

–Antoine me besó.

Amil se quedó callada unos segundos, que Noa interpretó como tiempo de asimilación. Aunque, realmente, estaba matando a Antoine con la mirada.

–¿Y qué sentiste?

–Terror.

–¿Te asustó?

–No había besado a nadie desde la noche que... Bueno, desde entonces. No he sentido nada por nadie desde aquello. Y él, en dos días, me besa y se queda tan tranquilo. No sé que pensar, Amil.

–¿A ti te gusta Anto?

–No. O por lo menos es muy pronto para saberlo.

Antoine se relamió los labios, confundido. ¿Qué debía hacer para conquistarla? Tal vez tenía razón y era muy pronto. Tal vez se estaba precipitando.

–¿Pero no sientes absolutamente nada por él?

–Es muy pronto. Pero... Todo hay que decirlo–los labios de Noa se curvaron en una sonrisa–, el detalle del libro no se me va a olvidar nunca.

–¿Te leyó un libro?

–Harry Potter y la piedra filosofal. Fue muy tierno por su parte.

–Ese chico está colado por ti.

–Pues no sé que hacer–Noa suspiró e hizo que sus dedos tamborileasen encima de la mesa.

–Buenos días–Lucas entró en la cocina y se quedó callado al ver a Antoine haciéndole gestos para que se callase.

–Hola, Lucas–sonrió Noa mirando a la nada.

–¿Qué tal estás? –preguntó el chico mientras caminaba hacia la encimera para coger su taza de leche

–Mejor–dijo Noa–. ¿Os he molestado mucho?

–Ya sabes que no molestas–Amil le dio un pequeño codazo

Antoine se levantó y, sin hacer ruido, salió de la cocina y fue a su habitación.

                               (...)

–Luna, cariño.

Saúl despertó a Luna.

–Dime cielo.

–Me voy a entrenar. Después vendré por casa para coger las cosas e irme al hotel con el equipo.

–Ya sé.

Luna suspiró y se incorporó para besar a su chico.

–Te quiero, Saulito.

–Y yo a ti, enana.

Volvieron a besarse y Saúl salió de la casa, dejando a la chica sola.

Luna se levantó y bajó a la cocina donde, para su sorpresa, el desayuno estaba listo.
Saúl le había preparado gofres y había dejado una nota.

Por esto me he levantado a las seis de la mañana, si no no me daría tiempo. Felices nueve meses pequeña, cuando vuelva mañana del partido te llevaré a cenar a nuestro restaurante favorito.

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