Prólogo

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Prólogo

La miro caminar con ese andar tan peculiar que tiene, despreocupada de la vida y de lo que sucede a su alrededor, sin darse cuenta que a pocos pasos me encontraba yo, con la mirada puesta fijamente en ella —y solo ella—. Nunca nadie la verá como yo la veo, tan hermosa, tan frágil, tan ella; pero también, tan triste, tan sola, tan rota.


Sabía que debajo de toda aquella despreocupación se hallaba una mujer hecha pedazos. Y es que yo veía de ella lo nunca querrá que nadie vea. A través de aquel par de océanos incrustados en su pálida piel, aquellos ojos que me tentaban a ser marinero y navegar en sus más profundos secretos, pude conocerla sin saber siquiera su nombre: yo conocía todos esos sentimientos que pasaban a través de sus atormentados ojos, yo conocía el mismo infierno en el que ella vivía.


Era un imán para mis ojos, para mi piel, para mi corazón y mi alma, y nunca sabrá la explosión de sensaciones y sentimientos cuando sus ojos se clavaron en los míos por primera vez —tan azules como los de ella—, nunca sabrá que la comencé a amar desde entonces.


Se dio cuenta de mi presencia, sentado en uno de los tantos bancos de nuestro parque preferido. Sus ojos se clavaron en los míos, y aquella pequeña sonrisa salió de sus labios, acompañada por mejillas sonrojadas y una pequeña risita. Estaba rendido a sus pies, mi alma le pertenecía. Y que me condenen si no le entrego mis alas para verla volar, libre; porque siempre anteponía su felicidad a la mía, le daría mi corazón solo para ver esa sonrisa, esa pequeña sonrisa otra vez, esa sonrisa que ilumina su cara y mi vida.


Nunca nadie me ha desmoronado la vida con una sonrisa, con los ojos, con el alma. No quiero otro amor, no quiero a nadie más que a ella, no deseo otro cuerpo que el de ella, no deseo otro corazón que el que alberga dentro de su pecho, no deseo otra alma para entrelazar que la suya, no deseo otra compañera de vida. Con ella volví a darle significado a la palabra "amor", con ella pude volver amar, soñar y volar.


Y a veces me pregunto, si alguien en este mundo, lleno de dolor, de maldad, de traición, de pérdida, de egoísmo, sentirá un amor tan puro y vivo como el nuestro. Si alguien entenderá la necesidad de tocarnos, de entrelazar nuestras almas, de amarnos. Si sabrán arriesgarlo todo —tu vida, tu cuerpo, tú—, por una persona. Y con tan solo mirarnos, sé que no.


—¿Qué sabrán ellos del amor? —me susurró. Nada, cielo, nada.


Jaxon Dean

Si Decides Volver ©Where stories live. Discover now