26. Mudanza natural

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– Ven, no tengas miedo –me dijo tendiéndome la mano.

Yo, titubeando, la agarré con fuerza; y al unir mi piel con la suya, sentí que empezaba a formar parte de algo maravilloso.

Ella me tiró suavemente del brazo y me condujo hacia lo más profundo de sus entrañas. Me tumbé en ella y, poco a poco, me fui adentrando en sus raíces, hasta que no quedó ningún rastro de mi cuerpo.

Dejé de ser, por fin, parte del mundo en el que siempre había vivido. Ahora pertenecía a uno nuevo que era magníficamente tranquilo y pacífico.

Y probablemente me quedaría en él durante el resto de mi existencia.

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