Di media vuelta y mis pies me llevaron a la habitación que tenía en la casa de mis padres, Camila entró luego de un rato con una taza de café en las manos, ¿cuánto tiempo me había quedado encerrado? Acomodándome sobre la cama le sonreí con cierta tristeza, desde lo ocurrido en el trágico día, mi padre tan solo pensaba en Daniel como el hijo perfecto que yo no había podido ser.

— Armando, ¿por qué no bajaste a cenar? — la miré sentarse junto a mí y solté un suspiro quitándome las gafas — Las cosas no van bien con papá, ¿verdad? — cuestionó bebiendo un poco de su café, a lo que solo pude asentir.

— Piensa que todo lo que hago es para competir con Daniel, no entiendo cómo puede estar de su lado, si quien tiene el apellido Mendoza, soy yo — me crucé de brazos mientras apretaba los labios — no sé si me dejará estudiar Ingeniería Industrial, con ello podría evaluar la calidad en EcoModa — comencé a explicarle a mi hermana a fin de que pudiera entenderme.

— Dale tiempo, hermanito, o pídele a mamá que te apoye, ella nunca te ha negado nada — me besó la frente antes de retirarse a su habitación, sus palabras eran muy ciertas y podría convencer a mi papá, si es que mi mamá estaba de acuerdo conmigo. En la mañana tendría que hacer lo posible para que eso sucediese.

Habiendo ganado el apoyo de mi padre para comenzar a estudiar la ingeniería que había elegido, me dispuse a ser siempre el mejor de la clase, cumpliendo al pie de la letra con los proyectos en la universidad. A pesar de ello, siempre encontraba el momento de salir con mujeres y amigos, en ésta época de mi vida conocí a Mario Calderón, aunque él estudiaba Ingeniería en Comercio Internacional.

— ¿Qué hubo, hermano? — me saludó aquel día mientras nos encontrábamos en la entrada de la facultad — ¿qué planes tenemos para ésta noche? — propuso frotando las manos entre sí, casi todos los días me hacía la misma pregunta y muy pocas veces recibía una respuesta diferente.

— ¿Qué tal, Calderón? — le sonreí con sorna y palmeé su espalda con fuerza, negé tomando el rumbo directo al salón de clases — Usted sabe que salir a caza no es mi prioridad ahora, nos vienen los exámenes finales y es preciso refrescar el conocimiento — reí con diversión al mirar sus gestos de fastidio, si bien él era un fiestero en potencia, yo igual podría llegar a serlo, siempre y cuando no interfiriera con mi desempeño académico.

— Venga, hombre, falta una semana y hoy es viernes, hay que disfrutar los pocos momentos libres que nos quedan antes de salir a las calles para ser devorados por los jefes — respondió a mi negativa esperando convencerme, me ajusté las gafas sin ceder a sus intenciones. Miré mi reloj, faltaban un par de minutos para mi primera clase y me alejé de mi amigo.

— Usted será devorado por los jefes, yo cuento con un lugar privilegiado en EcoModa — presumí con toda la intención de desalentarlo, después habría tiempo de salir a celebrar — Ciao, ciao, Calderón — con un leve movimiento de la mano me despedí de él, antes de entrar corriendo a mi aula. Le sonreí a una chica a mi lado y guiñándole el ojo, esperé a que el profesor comenzara con el tema del día.

Las semanas pasaron a su propio ritmo y con ello, mí ansiada graduación como Ingeniero Industrial, mi hermana llegó a abrazarme como solo ella sabía hacerlo, de mi madre recibí un beso en la mejilla y mi papá solo atinó a felicitarme con un apretón de manos. Quizá esa sería la mayor muestra de afecto que recibiría de su parte; ninguno de los Valencia se encontraba presente en aquel acontecimiento.

Tan pronto me fue posible, acudí al extranjero para continuar con mi preparación como Ingeniero. Mi travesía por el extranjero ayudó a que mi padre considerara mis capacidades por sobre las de Daniel Valencia, quien no deseaba quedarse en la empresa a pesar de saber sobre su manejo, sin embargo, de inmediato ocupé el puesto de vicepresidente ejecutivo, ese había sido uno de mis más grandes logros.

Yo, ¿en Betty la Fea?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora