-¡Cuidado niña!-exclamó la Señora Gorda agarrando su vestido blanco y apartándose de mí- ¡Es de seda!

-Disculpe.

Miré por la ventana que estaba a mi izquierda con la mirada perdida, recapacitando sobre lo que hizo Tom y mi reacción de anoche.

-¿Pasa algo?-me preguntó curiosa la mujer, despertándome de mi pequeño trance.

-No, claro que no.

-No me mientas querida, sé cuando la gente está preocupada por algo-se detuvo un instante para tratar de adivinar hasta que me lanzó una mirada coqueta mientras movía su gordo cuerpo de la emoción- Se trata de un chico ¿verdad?

-¡¿Qué?! No, no, no, no....

-¡Sabía! ¿Quién es el afortunado? ¿Qué sucedió?

Su baile de la emoción y de insistencia me hizo querer salir de allí en cuánto pudiera. Enseguida recordé el sitio a dónde iba y me largué corriendo lo más rápido que pude. Después de un rato en recorrer los pasillos llegué a la biblioteca y de paso hacia las estanterías saludé la señora Pince, quién me agradaba. Sabía donde se encontraba cada libro así que fui directamente hacia la estantería en donde se encontraría el libro que me diría a qué le temen las arañas. Pero por sorpresa, no se encontraba allí.

-¿Por qué no pueden dejar los libros en dónde estaban?-susurré para mí misma poniendo mis manos en la cintura y negando con la cabeza.

No sé cuántas veces busqué en las estanterías pero valió la pena ya que al fin reconocí el lomo del libro.

-Al fin.

De inmediato, lo saqué para poder sentarme en una de las mesas y comenzar a leerlo, pero como tengo manos de mantequilla se me cayó. Resoplé y me agaché a recogerlo, pero me llamó la atención algo. El libro había caído abierto justo en una página que estaba rasgada y supe enseguida que arrancaron la hoja. Puse la mano en mi pecho por el dolor que me causó ver un libro en ese estado y pude notar que la persona que arrancó la hoja estaba interesada en una criatura que comenzaba con la letra B (el libro estaba en orden alfabético). Luego recordé haber anotado todas las criaturas en una libreta que estaba en mi baúl, por lo cual salté del suelo y fui corriendo con el libro en la mano donde se encontraba la señora Pince.

-Quisiera llevarme este libro solo un rato, se lo devolveré antes que termine el desayuno se lo prometo.

-Sé que te quedas sin aliento con los libros pero no creí que fuera tan literal. Respira Alanna-quiso tranquilizarme.

-Lo siento, es solo que tengo un poco de prisa.

Me entregó una pluma para que pudiera poner mi nombre en esos papeles que se encuentran en la tapa interior del libro. Mientras escribía mi nombre, la señora Pince me preguntó:

-¿Cómo sigue Hermione?

Al escuchar su nombre sentí una punzada en la espalda, pero no alcé la vista y seguí escribiendo.

-Quieta, helada, ya sabe.

Ella suspiró.

-Pobre niña, no se merecía esto-exclamó con tristeza- Espero que cuando encuentren al culpable lo...

-Listo-la interrumpí entregándole la pluma con una leve sonrisa. No me quería seguir sintiendo más culpable.

Luego de un corto silencio, ella abrió la boca:

-¿Puedes entregarle estas de mi parte?

Con su varita hizo aparecer unas hermosas margaritas en el aire, que rápidamente atrapé.

Alanna Diggory y el diario [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora