#SE - Capítulo 11

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«Pero, ¿dónde está Alejandra?», pensó al no verla por ninguna parte. Había estado tan confundido con la muerte de Siron, que no se había dado cuenta de que ella se había apartado del grupo. No podía sentir su presencia por ninguna parte. ¿Se habría ido a otra dimensión? No era imposible, ya que ella tenía su propia llave, pero la buscaría primero dentro de esa dimensión, para asegurarse de que no estuviera allí antes de rastrearla en otra parte.

Comenzó a caminar bajando la colina, rumbo a la vieja ciudad abandonada que una vez había sido un centro de intercambio de bienes y servicios entre todas las especies, pero que ahora se encontraba totalmente desierta, luego de que las diversas guerras las separasen y los conflictos impidiesen que estas consiguieran convivir como lo hacían antes.

***

Dudaba de que él hubiera comenzado tan sangrienta batalla de no ser por la influencia de Siron. Él era el que había insistido en que serían libres si acababan con las hadas. Nikolav no había vivido en los viejos tiempos y no sabía cómo se sentía poseer aquella libertad de la que Siron tanto hablaba y predicaba. Estaba acostumbrado a vivir de la manera en la que lo había hecho siempre y sentía que su especie bien podía continuar de esa manera, manteniendo un perfil bajo para no intervenir en los asuntos humanos, y dejando en paz a las hadas.

Bajando la colina, se detuvo de golpe al observar una silueta que yacía junto a un charco. Se horrorizó al comprobar de quién se trataba...

—¡Alejandra! —exclamó, corriendo hacia ella, sin poder creer que algo pudiera haberle ocurrido. No había visto a nadie atacarla y él no lo hubiera permitido tampoco. Quien fuera que le había hecho eso no viviría para contarlo.

Cuando llegó a su lado, quedó paralizado al ver una estaca clavada en el pecho de su amada. No era posible... ¡No podía serlo! Se arrodilló a su lado y, tomando sus hombros, la sacudió con todas sus fuerzas. Pero ella no reaccionaba.

Quitó la estaca de su pecho, esperando que al ser híbrida eso hiciera más lento el proceso de su muerte, que tal vez la sangre de hada la sanase. Pero la herida no parecía querer cerrarse y Alejandra estaba sangrando. «¿Sangrando?, ¿cómo puede ser posible, si los vampiros no sangran y las hadas sanan antes de poder desangrarse?», se preguntó.

La madera había surtido su efecto, como en cualquier vampiro. Su mitad hada no era suficientemente fuerte para sanar la herida causada por una estaca de madera, y esa mitad estaba muriéndose ahora que su líquido vital la abandonaba.

—¡Eso es! —pensó de pronto, ocurriéndosele una idea brillante. Tal vez no todo estaba perdido para ella, tal vez se podría rescatar, aunque solo fuera su parte hada. Si tan solo alguien pudiera hacer que su herida se cerrase...

—¡Ayuda! —gritó, esperando que las hadas le hicieran caso. Pero ellas seguían reunidas alrededor de su reina muerta, haciendo caso omiso a sus gritos.

—¡Ayuda! ¡Es Alejandra! —exclamó de nuevo, viendo ahora a un par de hadas darse vuelta. Lilum fue una de ellas y en unos instantes ya estaba allí, palideciendo al ver a su prima sin vida.

—¿Qué ha sucedido? —preguntó asustada.

—Creo que se ha quitado la vida —contestó Nikolav—. Pero está sangrando, tal vez haya forma de devolvérsela. ¡Dime que es posible!

Las lágrimas corrían por las mejillas de Lilum.

—Ha intentado quitarse la vida... por más que haya una chispa de vigor, no creo que las hadas podamos recuperarla. Lo siento mucho, de veras.

Nikolav se paró de un salto, dispuesto a hacer lo que fuera por reanimar a su princesa, dándose cuenta recién ahora de lo mucho que la amaba.

—¿Y quién puede entonces? —preguntó con firmeza.

Sangre Enamorada: Sangre enamorada #1 (Versión original)Where stories live. Discover now