1: Descubriendo

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¿Qué son esas centellas que pasan veloces?

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¿Qué son esas centellas que pasan veloces?

No lo sé...


—Marietta, ven —había dicho mi madre, completamente asustada. Los gruñidos endemoniados entraban a través de las ventanas, estaban afuera persiguiendo a cuanta alma perdida hubiera, algunos gritos eran desgarradores—. Recemos.

Nos acomodamos de rodillas en el centro de nuestro pequeño salón. Di un respingo tras el golpe en la puerta, algún demonio había chocado o se había embestido contra esta.

—En el nombre del padre... del hijo... —Otro golpe—. Señor, ayúdanos —soltó en un hilo de voz.

Pero cada plegaria era en vano, cada rezo, cada pensamiento en Dios. Él se fue, un día en medio de la catástrofe mundial, un día en el que el cielo se abrió tras ensordecernos con infernales trompetas, y de la tierra ascendieron miles de criaturas de pura luz, hermosas. El embelesamiento no duró mucho al ver que mientras ellos subían, otras criaturas bajaban.

Horrorosos seres oscuros con alas que tragaban la poca claridad del agonizante día, enormes ojos amarillos. Antes los humanos creían que hasta podrían ser como nosotros y algunos literatos alucinaban con que podríamos incluso tener relaciones sexuales con ellos. Pues si los veían ahora, más equivocados no pudimos haber estado. ¿Y qué hizo la humanidad luego de todo eso?

Perderse más.

Las ciudades siguieron con su mismo ajetreo de siempre, menos pobladas, un desastre y sucias, pero mucha diferencia de antes no había. Las personas se conglomeraban en las eternas fiestas en enormes locales, perdición a la orden del día. A veces los demonios ponían sonidos extraños que les hacían gozar más. A veces la discoteca se volvía una orgía, y era fenomenal para miles, asqueroso para mí.

Los demonios rondaban, vigilaban como sombras oscuras, quizá hasta tenían colmillos, en realidad no se sabía, no había visto uno de cerca y no parecían tener cuerpos físicos, igual que los blancos que se fueron sin mirar atrás, cuyas alas eran pura brillante luz.

Él no iba a volver. Quizá mi madre rezaba para calmarme... quizá para calmarse. Pero ese fue el último día que pudo hacerlo. Los demonios irrumpieron y se la llevaron.


Pasaron cinco años desde aquel momento, yo apenas tenía trece, el mundo dejó de ser amable. Los demonios perseguían a quienes osaran invocar a Dios de forma inútil, mientras tanto, las demás personas idiotas estaban muy conformes, después de todo, antes de su llegada incluso tenían sectas hacia ellos así que finalmente les dio igual.


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El surgirWhere stories live. Discover now