Capítulo 4 (Parte I)

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— ¿Y si en realidad este problema es conmigo y no contigo? Soy el heredero de este reino. Cabe más posibilidades de que las personas me tengan como su objetivo principal.

—No pienses en eso ahora, David. Te prometo que voy averiguar quién está detrás de todo esto y no permitiré que te hagan nada. Mejor nademos más rápido, comienza anochecer y los tiburones de esta área prefieren la carne fresca.

David asintió y continúo nadando detrás de Rafael. El mayor de los dos continuo pensando en las mil y una forma de regresar. Tenía que hacerlo, pero antes debía asegurarse de quien era la persona que tenía al hijo del rey en la mira. Había demasiadas personas interesadas en su futuro. Sobre todo su madre, quien quiere casar al pobre muchacho cuando todavía este ni estaba seguro de lo que quería para su futuro. El matrimonio no era un juego y él lo sabía perfectamente. Por eso nunca se casó. Todavía podía recordar como su padre le reclamaba por no haber aceptado casarse con Alexandrine, una muchacha de los mares de Inglaterra. Jamás acepto irse lejos de su hogar.

Todavía podía sentir la mirada molesta de la mujer cada vez que visitaba a la reina. Ella no le perdonaba el no haberla aceptado como su mujer. Ahora estaba casada con un príncipe de allá y tenía un hijo de edad aproximada a la de sus hijos. Alexandrine debería agradecerle el no haberse casado con ella. Jamás la hubiera hecho feliz. No cuando sabía que su elegida estaba muy cerca, pero muy lejos a la vez. Betty era su elegida, ambos tenían la marca del poder. Su destino siempre ha estado junto aunque ellos se hayan empeñado a vivir separados.

Las leyes del mar son muy distintas a las del destino. El destino quiso que su elegida fuera humana. ¿Qué culpa tenía sobre eso? Él no lo pidió así. Esa mirada azul seguía muy clavada en sus ojos. Su confesión seguía clavada muy en su ser. Betty le amaba y él seguía amándola con la misma intensidad de joven. Porque siempre fue ella a quien quiso. Terminaron por protección de ambos y cometieron el terrible error de no buscarse cuando las cosas se enfriaron. Él tenía que haberlo intentado, pero las cosas no siempre son tan fáciles como parecen.

Eran muy jóvenes, todavía eran muy inexpertos en ese gran mundo de maldad. Ellos se enamoraron y amaron como nunca creyeron amar. Él nunca se imaginó que esa hermosa humana de cabello rubio y ojos azules era la persona que estaba destinada a estar a su lado. Tener tan presente el pasado provocaba grandes estragos.

Arreglar el daño provocado sería una meta muy complicada. Ya no era el mismo de hace años y ella tampoco. Ambos habían crecido, madurado y ahora eran dos adultos que conocen muy bien los riesgos. Él estaba dispuesto a cometer cualquier estupidez por ella y ahora por ellos. Sus hijos. No iba a permitir que se casara con ese hombre solamente por no quedarse sola. Era una estupidez si tenían en cuenta que los chicos no se llevaban bien con ese hombre. No iba a lograr crear un ambiente de paz entre ellos.

El plan poco a poco se iría trazando y él lograría cumplir sus objetivos. Se ganaría la confianza de los muchachos y así le demostraría a Betty que él podía llegar a ser un buen padre. No se daría por vencido sin antes luchar por ellos, por su confianza y amor.

Con lo poco que hablo con su hija sabía que ella aceptaría su cercanía. Era una chica increíble e igual de hermosa que su madre. Demasiado parecidas. Si le decía la verdad ella comprendería. Sabía que las chicas necesitaban crecer con una figura paterna. Las niñas siempre han necesitado de la protección de un padre. Él deseaba ser ese padre para ella. Ser esa persona que la aconseje ahora que está casi a una edad adulta. Necesitaba estar con sus hijos de dieciocho años antes de que fuera demasiado tarde. Sabía que había perdido demasiado tiempo. Pero nunca es lo suficientemente tarde como para cuidar a un niño.

Marina: No quiero perderte (HDM #1) © (Disponible en papel y digital)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt