—Gracias por la información, Tyler.

—Allison, sé que es impactante...

—No lo es. Soy hija de William, su sangre corre por mis venas aunque me obligue a pensar lo contrario. Y durante mis años a su lado me pude dar cuenta que Will estaba loco. Mi madre pudo morir a manos de él, o ella pudo irse debido a su locura. Daír tan solo le dio el empujón que él necesitaba para cometer sus fechorías sin remordimientos. ¿Por qué crees que no me impresiona mi actitud? ¿O por qué crees que acepté que Francis es verdaderamente mi hermano?

—Tu vida con los McClear solo detuvo temporalmente tu verdadera naturaleza —Tyler comprendía mi historia y no parecía preocuparle en lo más mínimo.

—Su librería estaba llena de libros sobre crímenes. Le gustaba contar historias de terror en vez de cuentos infantiles. No quería que nadie más supiera de nuestra familia. Creo que somos de la misma materia.

—No, Allison. Tú no eres esta persona.

—Lo sé. Pero estoy en busca de quién soy. He probado un bando, es hora de probar el otro.









—Creo que nunca podré encontrar a una mejor compañera de proyectos —confesó Dante con los ojos cristalizados.

—Las puertas de Vancouver están totalmente abiertas para ti. Tienes un sofá esperando en mi departamento.

—Lo tendré en cuenta. Disfruta este último día.

Nos abrazamos en gesto de despedida. Dante me entregó un bolígrafo como recuerdo y encaminó su paso hacia la próxima clase.

La biblioteca seguía siendo mi lugar favorito. La paz, la tranquilidad que necesitaba la encontraba allí. Y pensaba despedirme con dos libros de historia. Después de elegirlos fui al área de lectura y visualicé a Aiden leyendo un libro acerca de las relaciones intrafamiliares.

Me acerqué y me senté frente a él sin pedir permiso. Aiden levantó la mirada y me observó fijamente sin expresión alguna.

—¿Es por psicología o piensas tener una familia?

—No es lo mío.

—¿Cuál es tu historia? —me apresuré a preguntar—. Conozco a Aiden Brooks pero no a Aiden Lancaster.

Aiden suspiró y cerró el libro.

—Kayla pertenece a una de las generaciones de los Lancaster. Es de las pocas personas que conoce lo que soy. Nunca pudo tener hijos, fue ahí cuando decidió adoptar a Tate y a Tyler.

—¿Por qué lo hizo contigo?

—Mi existencia comenzaba a ser riesgosa. Necesitaba otro apellido y nuevos papeles. Kayla lo habló con su esposo, quien pareció tomarlo de buena manera. Aveces pienso que el miedo influyó en él. Pero aceptaron. Se escondieron durante diecinueve años, crearon una falsa historia sobre un tercer bebé y volvieron a aparecer cuando Aiden Brooks y sus hermanos crecieron.

—¿Cómo aceptaron la noticia de tus hermanos?

—Aún no lo saben —respondió entre risas—. Pero tendrán que suponerlo cuando noten que siguen pasando los años y no cambian en ningún aspecto.

—¿Qué sucedió con Aiden Lancaster?

—Dormía, estaba indefenso.

Dejé mis preguntas en el aire cuando noté su incomodidad. El recuerdo de su transformación le causaba dolor, indignación y rabia.

—Así que no piensas tener familia —comenté tratando de cambiar el tema.

—Ya te dije, no es lo mío.

El silencio reinó el momento. Tomé una de mis preguntas del aire y me atreví a realizarla.

—¿Qué piensas de mí?

Torció los labios mientras pensaba su respuesta.

—Eres todo lo que necesito, pero no lo que merezco —respondió sin titubear—. ¿Qué piensas acerca de mí?

Era mi turno de mirarlo y asimilar mi respuesta. Su cabello castaño estaba peinado a manera de que no pareciera así. Sus ojos envolvían los míos, y su aroma... Su aroma me abrazaba imaginariamente. Un olor lleno de hombría, lo convertía en un postre sumamente delicioso. Un postre el cual quería probar.

—Eres todo lo que necesito —repetí—, pero no lo que quiero.

Aiden esbozó una sonrisa y movió la cabeza confirmando sus sospechas.

—Lo sabía.

Tomó sus cosas y se levantó.

—Estoy conforme con tu respuesta, era lo que necesitaba escuchar.

Se dirigió a la salida y cerró la puerta de la biblioteca sin mirar atrás.

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