Querida Diane

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Niall mira el cuadro y un sentimiento de orgullo le embarga. Él siempre estuvo apoyándola, diciéndole que lo lograría tarde o temprano, que a pesar de haber movido su plan inicial de estudiar arte, así, sin más, para estudiar arquitectura y conseguir un empleo con mayor facilidad, no significaba que tenía que dejar de practicar y hacer siempre lo que más le gustaba; pintar, hacer esos dibujos que la mantenían en vela toda la noche, esos bocetos de él mismo que después de un tiempo eran tan perfectos que podía jurar que ella estaba haciendo trampa. Pero no era así; todo se debía al talento nato de su chica.

Su chica, pensarlo hacía que sonriera.

Bebe de la copa de champan rosado; elección del dueño del lugar y el mismo que ha logrado que Diane reciba tanto reconocimiento como artista. Piensa en todas esas aventuras, en ese romance rosa que mantuvo en su adolescencia por un periodo tan corto y que le da pena admitir en voz alta. Sin embargo, repetiría todas esas aventuras aun a sus treinta años. Lo haría sin pensarlo si ella se lo pidiese.

Pero ahora, estaban viviendo otro tipo de aventuras. Las aventuras de tener un hijo que fue complicado en los primeros años, cuando ellos eran como perros y gatos por una razón inexplicable. Está tan agradecido con su forma de ser; persistente. Eso le ha ayudado a recuperarla después de su reaparición en la vida de Diane.

Niall pensó una vez, en el pasado, que desaparecer definitivamente de la vida de Diane era lo mejor para ambos. Se terminarían con ello las peleas, todos los líos para ver a su pequeño sin que Diane le gritara primero. Toda la tristeza de alejarse de los dos seres que más amaba en la vida valdría la pena si ellos eran plenamente felices.

Fue un completo imbécil al hacerlo. Aprovechó su situación, su dinero, las malas amistades que había formado en los bares, su enfermedad por el alcohol y consiguió un médico corrupto al que pronto pudo pagarle para ayudar a montar una muerte. Después, cambió por completo en su plan de desaparecer y el mismo día de su fingido funeral estuvo presente; en una de las tumbas en la lejanía, utilizando una sudadera con capucha y lentes de sol para ocultar su cabello oscuro y las lentillas que ocultaban el azul de sus ojos.

En el presente, Niall estaba tan arrepentido por ello. Por el sufrimiento que causó y no vio venir al planear todo eso bajo los efectos de unas cuantas burbujeantes cervezas.

Niall no decidió reaparecer en su vida, lo hizo por accidente, cuando el mejor amigo de toda la vida de Diane le reconoció en la salida de un bar. Jacob Atwood era tan agradable que él nunca podría haber dicho que lo odiaba por la atención que Diane le ponía al australiano. Corrió por tres manzanas enteras, hasta que se dio cuenta que sería peor si no lo enfrentaba. Jacob podría ir inmediatamente al día siguiente y decirle a Diane que pensó haber visto a Niall en un bar, pero que eso era imposible. Sin embargo, ella no lo creería como una casualidad, ella no pensaría que era imaginación de su buen amigo Jake y comenzaría a especular hasta encontrar la cruda verdad.

—Definitivamente eres tú. —murmuró Jacob en medio de la noche, no estaba para nada embriagado y Niall pensó que eso era tan desafortunado. — ¡Eres un idiota, Niall! —gritó con enfado después de un segundo y lanzó su puño directo al rostro de Niall, impactándolo en el lado derecho del rostro. El rubio –entonces teñido de castaño oscuro– no metió las manos, ni intentó pelear de vuelta. Lo merecía. De hecho deseaba que lo golpeara unas veces más, hasta quedar inconsciente, hasta olvidar la mierda de persona que era. —Estás vivo, estás vivo. —repitió Jacob después, tallándose el rosto y jalando su cabello con incredulidad. Riendo tan extraño que Niall pensó que había perdido la cordura. — ¡No tienes ni la menor idea de lo mal que lo pasamos todos! ¡Especialmente Diane! Ella aún no sabe que decirle a su hijo cuando pregunta por ti. Ella no acepta que has muerto, principalmente porque es una chica lista y sabe que lo que hiciste por ella no tenía ni un pelo de sentido. —esas palabras movieron los sentimientos de compasión que Niall tanto intentaba esconder y se sintió mil veces peor de lo que se sentía. Le dolía la cabeza en pensar sobre su hijo y los aprietos en los que Diane se metía por él. —No te mato aquí mismo porque quiero que lo haga Diane con sus propias manos, Niall. Eres un jodido imbécil.

Dear Diane » extra [final alternativo] | niall horanWhere stories live. Discover now