Génesis

8.1K 319 165
                                    

  TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS. PROTEGIDA BAJO LA LEY FEDERAL DE DERECHOS DE AUTOR, artículo 28 constitucional, apartado sobre la propiedad intelectual. Cualquier reproducción sin autorización por escrito del autor representa una violación a la ley y será penada.

 Cualquier reproducción sin autorización por escrito del autor representa una violación a la ley y será penada

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

No se aclaraba lo sucedido. Aunque había dedicado toda su vida al estudio e interpretación de datos astrofísicos. Mas, no le prepararon para afrontar circunstancias como la de hoy. El ascensor trepidaba bajo sus pies. Miró su imagen reflejada en la pulida superficie. Su despreciable rostro cadavérico a causa de sus nulas visitas al litoral artificial, sus ojos grisáceos, por herencia. Se repudiaba. Asqueado de sí mismo, oprimió un interruptor, y el policarbonato del aparato se traslució.

Llegó al piso que deseaba.

Thomas Cameron caminó frenéticamente hasta la puerta de su superior, simplemente no lo podía creer; colocó su mano en el escáner y ésta se abrió automáticamente.

Su superior, Donald Thompson, un hombre ancho y de buen aspecto, el director del departamento de astrofísica de la Nave 3, se postraba cual estatua frente al ventanal de su oficina, contemplando las estrellas. Parecía un niño admirando el cielo estrellado.

Ni siquiera se dio cuenta de que su empleado de mayor confianza acababa de entrar rojo de cólera. Una vez que la puerta se cerró emitiendo un zumbido, Thompson despertó de sus pensamientos.

–¿Cameron? –Le cuestionó sorprendido, intuyendo que su empleado lucía enfadado lo invitó a tomar asiento señalando el escritorio– ¿Qué haces aquí?

–¡Descubrí su farsa! –Dijo Thomas escupiendo por la euforia.

–¿De qué hablas? –Thompson abrió los ojos como platos.

–Estaba en el observatorio, uno de sus gorilas entró y dejó sesión iniciada en una de mis computadoras. He des encriptado varios archivos ocultos en el sistema. Sé por qué varias sondas han sido enviadas en la semana sin supervisión.

–Cameron... –susurró Donald decepcionado–. Siempre fuiste el mejor de mis astrónomos. Debes saber que no todo puede ser color de rosas. Cuando la tierra fue evacuada, los pocos humanos saludables tuvieron que abandonar a sus seres queridos en ese basurero de planeta, víctima de enfermedades, virus, contaminación, la guerra religiosa. Las trece mil personas que abordaron cada transporte sabían cuál era su destino.

»Si marte existiera habríamos tenido una oportunidad, pero nuestra arrogancia nos quitó la esperanza. Supongo que sabes los costos de nuestros propulsores de antimateria, de los paneles y receptores solares para las zonas agrícolas ¿Acaso crees que duraremos otro milenio sembrando 15 especies de plantas que rescatamos de la Estación Espacial Internacional? ¿Alimentándonos de comida artificial? ¿Qué pasará una vez que ya no tengamos nada?

–Revolución –dijo Thomas.

–Exacto, Cameron. Debemos iniciar desde cero ¿Acaso el pecador de Moisés pudo entrar a la tierra prometida?

Thomas Cameron explotó en ira. 

–¡¿Piensa dejar a esta gente abandonada a mitad del espacio mientras usted y quinientas personas seleccionadas colonizan el planeta?! –Thomas golpeó el escritorio– ¡Es un cerdo hipócrita! ¿Y las promesas que nos hacían los líderes sobre fe? ¿Sobre estar unidos?

Thompson permanecía sereno.

Thomas se dirigió a la puerta furioso.

–La gente debe saberlo.

El sonido electrónico le detuvo. Cameron se dio vuelta y pudo ver como Donald Thompson sostenía un Anulador Cardíaco. Tenía la mirada psicótica.

–¿Esto es porque no fuiste seleccionado? Cameron, ¿Supongo que sabes que el despegue es hoy?

–Sí. A las 6 PM –espetó Thomas antes de dirigirse a la puerta– ¡La gente debe saberlo!

–¡No lo harás! –dijo Donald activando en anulador. Estaba fuera de sí.

–Matarme no cambiará nada –como empleado del gobierno conocía la función de los Anuladores Cardíacos, mediante un chip insertado a los recién nacidos, los Líderes tenían la capacidad de provocar que el corazón del ciudadano se detuviera en segundos, a través de un derivado artificial del veneno de medusa. En la Work Web, se rumoraba que cientos de funcionarios fueron asesinados de este modo, para evitar que se revelara algún secreto.

–Tienes razón –admitió Thompson suspirando–. Desde el principio de los tiempos han existido los tiranos; muchos los llaman errores de la naturaleza. Pero el hombre le debe más al diablo que a Dios. Sí, hace seis meses descubrimos un planeta con características similares a la tierra. Habitable... lo llamamos Génesis. Hemos enviado grupos de drones e ingenieros para construir una estación.

»Matarte podría no cambiar nada. Los líderes pensaron lo mismo que tú una vez que les informamos de la existencia de Génesis. Querían salvar a todos. Pero yo les recordé la verdad: la tierra quedó inhabitable por gente como tú, humanos ilusos que son cegados por sus sentimientos, necesitábamos personas activas, que recordaran el hecho de que debemos sacrificar mucho, para salvarlo todo.

Cameron se abalanzó sobre su superior, sujetándolo del cuello violentamente. Lo empujó contra el ventanal.

–Eres un bastardo –exclamó–. ¡Eres un maldito hipócrita!

–La moral va más allá de lo que consideramos correcto, el deber más allá de lo que creemos posible. –Dijo Thompson mirando fijamente a su agresor.

El Anulador Cardíaco lanzó un destello. Se desplomó.

–Lo lamento –manifestó Donald. Se persignó antes de irse–. En verdad, perdóname... amigo...

La puerta se cerró con seguro.

Una vez que Thomas estuvo solo, pudo ver el espacio desde el ventanal. Infinito. No se podía decir lo mismo de la vida. De su vida. Las estrellas parecían más brillantes ahora que estaba apunto de morir. Imaginó a los niños de hace mil años, en la Tierra, sentados en los balcones de sus casas, observando los mismo que él. Recordó aquella frase que había hallado en un viejo libro del año 2001.

"El futuro está en el espacio".

Se preguntó si Thompson tenía razón ¿Acaso era natural que los humanos se destruyeran unos a otro? En una guerra interminable iniciada por Caín y Abel. Degollando a nuestros hermanos en lugar de buscar una solución para los problemas comunes. Afortunadamente, Cameron logró filtrar todo antes en la Work Web. Todo mundo sabría que hoy a las 6 pm serían abandonados, los dejarían morir. Sabía que Donald acertó en algo: Iniciaría la revolución. Tal vez la última. Su vista se nubló. Era hora. Lloró al pensar en la trágica verdad. Al recordar la humanidad y su estúpida necedad de autodestruirse.

 Al recordar la humanidad y su estúpida necedad de autodestruirse

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
G É N E S I SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora