15 de agosto

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Anteriormente en "Summer tell me"...

Paz mandó a su hija Alejandra en silla de ruedas a hacer la compra. No es que la madre le obligue a utilizar ese medio de transporte para desplazarse ni nada de eso, sino que Alejandra fue salvajemente atropellada en Navidad y aún le dura el cuento. Entonces fue a comprar la comida, y entre esta se encontraba una bolsa de espinacas que traía premio, el Espinacazo, canjeable por un viaje para 4 personas.

Los dos padres, Paz y Pepe, se otorgaron a sí mismos el privilegio de ir, por lo que quedaron dos plazas libres para repartir entre sus cinco hijos. Se hizo entonces un concurso de tres pruebas en el que ni con trampas consiguió ganar Alejandra, mas la hermana pequeña Paula acabó cediéndole su pasaporte.

Y así terminamos con Paco, Paz, Pedro y Alejandra yéndose de viaje a un lugar que desconocemos por el ruido que hizo un avión cuando se lo comunicaron y con los hijos Penélope,  Pablo y Paula hospedándose entonces en casa de sus tíos Pepe y Paloma. De esta forma, tendrán que convivir aparte con sus primos Patricia, Pascual y Perla.

Pero que no os carcoma más la intriga que enseguida conoceremos su destino, ya que todo esto... ya lo había contado.

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-Bienvenidos a Merca D'orna, ciudad de vacaciones, dígame.

-Buenos días -saludó Paco a una mujer correctamente trajeada en la puerta del lugar-. Somos los ganadores del sorteo conocido como Espinacazo.

-Ya veo, ya. -Esta pobre familia de clase media llamaba la atención en un lugar tan opulento como aquel-. Acompáñenme, me llamo Marina, seré su asistente personal durante toda su estancia, para cualquier cuestión o consulta solo deben pregunt...

-¿Dónde está el baño? -interrumpió Alejandra.

La mujer quedó en silencio.

-Al fondo a la derecha. ¿Es que no lees libros? El baño siempre está al fondo a la derecha...

-Esta por no leer no lee ni las etiquetas de los champuses cuando caga -le dijo Pedro a la guía.

-¡Pedro! -regañó el padre.

-Oh, yo sí las leo cuando cago -informó Marina.

-Por favor. -Paz frenó el rumbo que estaba tomando la conversación-. ¿Podría indicarnos dónde nos alojamos?

-Ahora mismo. -La mujer volvió a tomar la compostura de seriedad con la que se había presentado-. Tomemos el ascensor.

-Oye, tú no querías ir al baño- preguntó Pedro a su hermana.

-¿Yo? No, solo he preguntado pues porque me ha surgido la duda, lo típico...

Toda la familia anduvo hacia el destino marcado por la señorita (menos Alejandra, que iba en silla de ruedas y por tanto no anduvo, sino que... rodó). Toda la familia anduvo y/o/a/e/u rodó hacia el ascensor y entraron en él. Sorprendidos quedaron al observar las 84 plantas con las que, según el ascensor, contaba el edificio. La guía pulsó el botón del piso más alto y  a los diez minutos llegaron a este.

-¿Hemos llegado ya al Edén? -bromeó Alejandra.

-Sí, mira, ahí está Dios regañando a San Pedro por haberte dejado entrar -dijo su hermano.

-Bien, voy a comunicarle a la directora del complejo hotelero que han llegado, aguarden aquí.

El pasillo de la octogésimo cuarta planta era el lujo hecho arquitectura. Casi como una entrada palaciega, lucía a ambos lados unas columnas dóricas, dóricas, jónicas, jónicas, corintias, corintias, corintias, corintias de un preciado material tal y como es el plástico. Un plástico marmóreo, eso sí, que la apariencia es lo más importante. Las columnas obviamente cumplían una función decorativa. Eso de usarlas para sustentar edificios fue tan solo un moda pasajera vintage de gente primitiva.

Summer tell meWhere stories live. Discover now