Capítulo 9 - Paria

Comenzar desde el principio
                                    

-Por favor,-comenzó a decir con una voz algo chillona y temerosa.- no le digas al maestro.

-¿Qué qué?-exclamé confundido. Entonces mis neuronas hicieron contacto, encendiendo una chispa: esa chica era aquella que, minutos atrás, me había cubierto de barro. Sonreí para mis adentros y decidí divertirme un rato.- ¡Ah! ¡Así que eras tú! Si no me lo hubieses dicho no me hubiese dado cuenta, pero agradezco tu sinceridad.

-No le dirás nada a Magnus, ¿no?-su voz esta vez sonó firme y controlada. Sus ojos me penetraban el cráneo, como si estuviese escaneando mi cerebro.

-Depende.

Me miró con desconfianza, cruzando los brazos.-¿De qué?-

-De que te mantengas alejada de mí.-Respondí medio en broma.- En menos de veinte minutos me has cubierto de barro y lanzado al suelo como si fuese un demonio.

-Bueno, disculpa.-esta vez su tono pasó a ser más desafiante, aunque inmediatamente pareció arrepentirse, porque hizo un puchero suplicante.

-Lo pensaré.-continué jugando. Hacía un buen rato que no me divertía ni mantenía una charla más o menos amistosa con alguien, exceptuando mi charla con Karion del día anterior.

-Bueno, tú sigue pensando, pero si puedes hacer dos cosas a la vez me gustaría que me dijeras a qué vienes.-nuevamente, su voz era dura. Esta jóven con llamas en vez de pelo era, definitivamente, muy cambiante.

-Vine a que me lanzaran al suelo repentinamente. Es mi actividad preferida.-bromeé, pero al ver que su rostro se mantenía impasible decidí cambiar mi estrategia.- Venía en busca de armas, dado que mi compañera tan sólo tiene un revólver con balas de plomo.

-Uhm,-dijo pensativa.-en teoría yo no puedo darte nada, tan sólo soy una aprendiz.

-¿Y en la práctica?-inquirí, creyendo ver adónde podía llegar.

-Bueno, en la práctica puedo darte armamento de nivel Beta como máximo, no tengo acceso a los códigos superiores.

-Supongo que puedo vivir con eso.-

La joven se internó entre las sombras y regresó arrastrando con un brazo una caja de tamaño considerable, lo cual me impresionó, dado que no aparentaba ser alguien de grandes cualidades físicas. Rápidamente, tecleó un código en un panel oculto. Sin embargo, el contenedor no se abrió, sino que las luces se apagaron y comenzó a sonar una alarma.

Sobresaltado, por instinto, mis manos se dirigieron a mi cinturón en busca de algo con qué defenderme, pero recordé, al tiempo que palpaba el vacío, que no me había colocado la pistolera. El rostro de mi aprendiz, en cambio, mostraba una expresión compungida. Pocos segundos más tarde, el penetrante sonido cesó y las luces volvieron a encenderse. Me encontraba desconcertado, no entendía absolutamente nada de lo que acababa de suceder. Sin embargo, no bajé la guardia.

Entonces, por la enorme puerta, entró Magnus sentado en su palanquín tecnológico a lomos de Sulphur, el cuadrúpedo mecánico. No parecía tan amistoso como el día anterior.

-¿Quién se atreve a entrar en mi Magno taller sin mi permiso? O, aún más grave, ¿quién osa tocar el Magno armamento cuando no se encuentra presente mi Magno conocimiento?-Bramó colérico. Sin embargo, su enojo se congeló un instante cuando se percató de mi presencia.- Uhm… C’etoreh alias “el señor mudo”, ¿no es cierto?-para su regocijo, asentí sin decir palabra.- ¿Qué lo trae por aquí, mi querido amigo?

-Bueno, la verdad es que vine en busca de un arma para Angelika, mi nueva compañ…-Sin embargo, el estallido de Magnus no me dejó terminar.

-¡Con que buscabas un arma! ¡Yo estaba en lo cierto!

Cruzados -El infierno en la Tierra- (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora